La asignatura pendiente

Carretilla en La Habana. Foto: Alejandro Ernesto / EFE.

Carretilla en La Habana. Foto: Alejandro Ernesto / EFE.

La buena noticia de esta semana que pasó es que en el primer semestre de 2017 se ha logrado detener el deterioro en la dinámica del PIB. El crecimiento de 1,1 por ciento es, sin duda, una buena noticia. No obstante, el ministro de Economía, Ricardo Cabrisas, alertaba que el segundo semestre, tiene otras características; entre otras cosas, por la estacionalidad de nuestra economía. También resulta positivo saber que Cuba ha pagado compromisos por más de 2 306 millones dólares y ha firmado acuerdos de inversión por 1 346 millones de dólares.

Hace mucho más de un mes me preguntaron: ¿Cómo podría definir un socialismo cubano próspero y sostenible desde la economía? En especial atendiendo a que el presidente Raúl Castro ha afirmado que la economía es una asignatura pendiente.

Hoy se ha logrado en el primer semestre detener el deterioro del comportamiento del PIB, pero aún no se consigue detener el deterioro de la economía vista en su conjunto, entre otras razones por la permanencia de fallas estructurales de larga data y también por el surgimiento de otras nuevas, las cuales contribuyen a que el camino de la prosperidad y de la sostenibilidad sigua siendo difícil y remontarlo depende cada vez más de nuestra capacidad para reinventarnos día a día.

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A continuación reproduzco mi respuesta a aquella pregunta, recordando que tiene casi dos meses de formulada.

Hay una respuesta rápida, muy sintética: Mientras la economía sea “una asignatura pendiente” el socialismo no será sostenible.

Mientras nuestros niveles de productividad estén tan alejados de los niveles de la media internacional, nuestro socialismo no será sostenible. Mientras el ingreso que perciben nuestros trabajadores esté tan alejado de los que perciben sus pares de otros países, el socialismo no será sostenible. Mientras nuestra ciencia, la innovación y el desarrollo no se integren de forma “natural” a los procesos productivos y de servicios, el socialismo no será sostenible. Mientras la equidad no se base en el aporte individual y la contribución social de cada cual, el socialismo no será sostenible. Mientras cada ciudadano no perciba o sienta que puede alcanzar sus expectativas de prosperidad con y a partir de su trabajo, el socialismo no será sostenible.

Una respuesta un poco más larga puede incluir lo siguiente:

1. El socialismo que queremos debe ser ante todo inclusivo, por lo tanto, democrático en el sentido estricto del término. Sin ello no podremos ser prósperos y menos aún sostenibles.

2. La prosperidad tiene dos dimensiones: una objetiva, tangible, que se puede expresar en conceptos e indicadores cuya mejor y más sintética expresión es hoy por hoy el Índice de Desarrollo Humano. Cuba califica entre los países de alto desarrollo humano con toda razón. Pero la prosperidad tiene otra dimensión, muy subjetiva, asociada a las expectativas de las personas sobre el futuro que desean.

Una buena parte de los cubanos no se sienten hoy prósperos y no porque sean “mal agradecidos” o porque no quieren reconocer los logros sociales de la Revolución, todo lo contrario. Son esos logros los que han producido mayores expectativas y son estas las que se perciben como no cumplidas o como que no se cumplirán. Las expectativas se hacen mayores en la misma medida en que mejora el estándar de vida de las personas. Que todos lo hijos de una familia cubana alcancen el grado 12 y alguno de ellos logren estudiar y recibirse de una carrera universitaria no es hoy un “síntoma de prosperidad” decisivo para una buena parte de la población cubana, sino que es percibido como algo “natural”.

Las expectativas crecen con el crecimiento individual de las personas y con el crecimiento colectivo de la sociedad y se hacen cada vez más sofisticadas. Ese es el gran reto de la prosperidad. Pero también la prosperidad tiene una dimensión territorial, la expectativas de prosperidad de un ciudadano común en Yateras son bien distintas a las de otro en Miramar. Incluso en la capital hay grandes diferencias en la percepción de la prosperidad entre los habitantes de un barrio y otro.

En los años 80 una percepción generalizada de alcanzar la prosperidad individual era alcanzar una carrera universitaria, llegar a ser funcionario público, tener un auto asignado (gasolina “ad libitum” incluida) lograr un apartamento de microbrigada y poder hacer al menos un viaje al extranjero (países socialistas) en algún momento del año. En los años 90 esa percepción cambió y otras expectativas surgieron, por ejemplo, trabajar en una firma, disponer de dólares o CUC, poder manejar un auto con chapa HK. En la actualidad una de las percepciones de la prosperidad incorpora tener un negocio propio, una casa “buena”, ingresos en CUC, familia con buena posición en algún país fuera de Cuba y poder viajar a “los países”. Claro que hay prósperos y más prósperos. Pero lo cierto es que hay todo un imaginario de prosperidades deseadas y también existe toda una investigación hecha por profesores e investigadores al respecto que sería muy bueno divulgar y debatir.

Lo paradójico es que todas esas percepciones dan por sentado que aquellas otras aspiraciones ya alcanzadas, salud y educación accesible y libre, cobertura total de estos servicios en el país, derecho constitucional al empleo, a las vacaciones pagadas, a ser propietario de una vivienda, etcétera, no desaparecerán, como si fueran el regalo de Dios y no el resultado de muchísimo sacrificio colectivo e individual. En muy pocas de esas visiones de prosperidad se acepta o se presupone que esos “servicios” desaparecerán o serán convertidos en servicios “no públicos”.

He puesto estos ejemplos solo para ilustrar cuánto de subjetivo y de condicionalidad tiene el concepto y lo difícil de alcanzar una definición sintética de este.

De todas formas, si tuviera que definir este asunto diría que una sociedad próspera es aquella que se ubica dentro del grupo de países de muy alto y /o alto nivel de desarrollo humano y donde sus miembros logran satisfacer al menos un por ciento elevado de sus expectativas de mejora y de sus aspiraciones de sus estándares de vida a partir de su trabajo y con su aporte a la sociedad. Y para aclarar el punto, trabajo no solo circunscrito a estar empleado en el sector estatal, trabajo y trabajar es también desarrollar negocios y proyectos fuera del sector estatal que sean funcionales a nuestros propósitos y contribuyan a generar empleo, a consolidar la capacidad productiva nacional y nos hagan menos dependiente económicamente de otros países, cualesquiera que sean estos.

3. La sostenibilidad tiene muchas dimensiones: medioambiental, política, social, económica… Todas se relacionan y retroalimentan. Para ser sostenible en términos medioambientales creo que los más importante es que nuestro crecimiento y nuestro desarrollo se base cada vez más en recursos renovables y en una utilización cada vez más eficiente de nuestro capital humano.

Hoy existe el programa Vida del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente que puede ser una elemento decisivo en la búsqueda de la sostenibilidad ambiental. Pero no basta, se debe integrar la proyección industrial y agrícola futuras a ese concepto de sostenibilidad de forma decidida. El nuevo diseño de industrialización futura debe de ser pensado desde el concepto de economías de bajo carbono y de consumo responsable.

La sostenibilidad política está y estará asociada a la participación real y democrática en la dirección y conducción de la sociedad, a la consolidación y defensa de nuestra independencia y a la reducción en todo lo posible de la dependencia unilateral de un país, ya sea económica, política o militar. Creo que el último Trumpshow en Miami confirma lo anterior.

La inclusividad de las políticas –de todas– es decisiva en la sostenibilidad social. Se dice muy fácil pero lograr políticas inclusivas es quizás uno de los ejercicios más complejos que cualquier gobierno debe enfrentar y pocos logran resolver adecuadamente.

De la económica ya hemos hablado, pero si no alcanzamos a cambiar nuestra matriz productiva y de comercio exterior, a insertarnos de manera dinámica en el comercio mundial, a cambiar la matriz energética de forma radical, será muy difícil ser sostenible. ¿Por qué solo un 24 por ciento de energía renovable para 2030? ¿Acaso se va a acabar el sol o nos falta tierra para producir más caña y cogenerar en más de 19 fábricas de azúcar? ¿Por qué nuestra producción de calentadores solares de agua es tan baja? ¿Por qué hay tantos impedimentos para producir más alcohol y cambiar el parque de vehículos hacia otros combustibles? Internalizar los adelantos tecnológicos mundiales en el tiempo adecuado (Internet, internet, internet, pero no solo internet; también autos eléctricos, o que combinen diferentes fuentes) y crear y satisfacer las expectativas de mejora económica de nuestros ciudadanos, lo que implica también mejoras en la equidad, sin eso, no creo podamos ser sostenibles económicamente.

Quisiera terminar reiterando algo que casi siempre digo. Desde la academia es relativamente fácil responder estas preguntas, lo que resulta difícil es generar estas políticas, aplicarlas y darles seguimiento.

Hoy Cuba enfrenta presiones fiscales no resueltas y que pueden incrementarse, restricciones de balanza de pago que hacen muy difícil los equilibrios externos, distorsiones cambiarias que penalizan a los exportadores y desincentivan a los inversionistas extranjeros, regulaciones extemporáneas que elevan los costos de transacción de cualquier operación, déficit significativo en infraestructura y otras más que dificultan esa tarea grande de cambiar todo lo que haya que cambiar. Hoy debe incorporarse otra vez con signo negativo la variable “política estadounidense hacia Cuba”, algo sobre lo cual poco podemos influenciar pero que hemos sabido resistir y salir airosos.

Transformar la realidad concreta es siempre mucho más difícil que imaginarse la transformación. No solo por el componente material de la transformación, sino por aquel otro, invisible, pero omnipresente asociado a las restricciones mentales, a las resistencias y a sus causas. Ese es quizás el mayor de todos los obstáculos que tenemos hoy para alcanzar la prosperidad.

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