La esperanza bajo tierra

En un trabajo publicado en el periódico Granma el viernes 16 de septiembre –“El petróleo cubano: circunstancias”– se informa que el publicitado anuncio sobre el descubrimiento de combustible fósil de alta calidad en una zona al norte de la Isla ubicada entre Matanzas y Villa Clara fue una distorsión en medios digitales de una nota de prensa dada a conocer por Meo Australia Limited y aprobada por el Grupo Empresarial Cuba-Petróleo (Cupet).

Cabe preguntarse cómo es posible que una información oficial –que según los directivos cubanos de dicha empresa cumplía “los estándares metodológicos de la actividad para la estimación de potenciales reservas y la terminología aceptada para este proceder”– haya creado un estado de opinión de tal magnitud. La única respuesta plausible es que una vez más el rumor se impone, y es lógico que ello suceda: la mencionada nota no fue publicada en ningún órgano oficial de la prensa cubana; los habitantes del archipiélago, que se supone seamos los principales beneficiarios de un descubrimiento como ese, nos enteramos por carambola a través de otros medios que mayoritariamente no están a nuestro alcance.

Si el virtual hallazgo “no se menciona en ninguna parte de la nota original y tampoco ninguno de los principales medios especializados de la industria se han hecho eco de la misma”, cabía esperar, como contundente mentís a tal desaguisado, que en el artículo de Granma se adjuntara la mencionada nota. Pero tampoco se hace. Y ante la falta de transparencia uno puede pensar cualquier cosa.

Lo cierto es que el rumor llenó de expectativas a los “chismosos” que somos, pues apareció en momentos en que el país se apretaba otra vez el cinturón. Reducción de la jornada laboral, prohibición del uso de equipos de aire acondicionado, planes de consumo de energía ajustados al mínimo y asignación de combustible restringida formaron parte del “plan vacacional”. Tampoco se anunciaron oficialmente estas medidas, y solo tras las “bolas” de siempre se dijo en la Asamblea Nacional que esta es una situación de coyunturas a las que nos enfrentamos “en mejores condiciones que nunca”.

La coyuntura sí la manejábamos de antemano: Venezuela afronta una situación muy compleja dada la caída de los precios del petróleo, por lo que ha tenido que reajustar su comercio exterior, incluido el abastecimiento preferencial a nuestro país del llamado oro negro.

En Granma se cita que el 45 por ciento de la energía eléctrica que se genera en Cuba depende del petróleo crudo extraído de su franja costera. Otro 14,1 por ciento parte del gas acompañante, quedando para la biomasa y las energías renovables 3,7 por ciento y 0,8 por ciento respectivamente. Eso quiere decir que el ordenador en que redacto este comentario funciona un 63,6 por ciento gracias a la energía que se genera por portadores de producción nacional. El resto (36,4 por ciento) es a partir del combustible que nos suministra Venezuela.

La drástica reducción del consumo de energía en el sector estatal se impone cuando el turismo crece a ritmos acelerados y ciertas grietas –como la reanudación de los vuelos comerciales– se le abren al bloqueo estadounidense. Aun así, nos es difícil salir a comprar un barril de petróleo que sufre una reducción de precios “estrepitosa”, al decir del propio trabajo periodístico. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) negocia fijarlos entre 50 y 60 dólares el barril, una decena más que lo que vale en la actualidad.

La situación del país suramericano pudiera agravarse y el suministro del vital combustible llegar a cero. Mientras la restricción a que los estadounidenses viajen a la Isla se mantenga y el bloqueo que pretende justificarla también, es de esperar que las divisas alcancen mucho menos para resarcir tal incremento. Recemos por que en efecto exista la reserva estimada o Cupet se esté guardando un as bajo la manga y la esperanza brote de nuestro lecho marino.

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