La maleta en el alma

Esta no es la columna de Amado del Pino, aunque tenga un nombre muy cercano. Es una maleta el tema que nos convoca, la maleta que nos acompaña en los viajes de regreso a La Habana, portadora de regalos y esperanzas para quienes esperan en la Isla.

Es una maleta sufrida y cuestionada. Nunca hubo artefacto alguno, en la historia cotidiana de Cuba, que despertara tantos sentimientos encontrados. No importa su color, su estilo, la prestancia con que es conducida. Importan su peso, sus cantidades.

A mi amigo Roly lo traumatiza el proceso de empacar, tanto que ha inventado el “Síndrome de Estrés post-maleta-pa’-Cuba” o su designación alternativa “Estrés post-aduana”. Dos días antes de su partida comenta en su perfil de Facebook: “Manual de cómo preparar la Maleta que llevas a Cuba. ¿Alguna literatura al respecto? ¿Algún tratamiento psiquiátrico para cuando ya crees que la has llenado? ¿Algún seguimiento después de pasar la Aduana?”

Ha preparado, confiesa, más de 20 maletas, que coinciden con su número de viajes a la Isla, pues de manera general las aerolíneas solo permiten una única pieza de 23 kilos cuando viajas en “Economy Class”. Siempre sale dolido, avasallado, porque tiene que pesar el equipaje una y otra vez, y tiene que manejar las cantidades. Cuenta que en una de esas oportunidades le pesaron hasta el pasaporte.

Ya sabemos que en la maleta de muchos no van cosas demasiado costosas ni tampoco cantidades exuberantes -qué son diez maquinitas de afeitar cuando hay 3 hombres en una familia. Pero nadie duda que en las maletas viajan soluciones temporales, alivios para una parte de la población.

Cada maleta tiene también su cuota de misterio y suerte. Puede hacerte sentir victorioso o frustrarte. En el primer caso pasas por la puerta, la cinta y la cola, sin tener que abrirla, pagar, ni pesar. En el segundo, te costará días de mal sueño y explicaciones a los familiares: “me lo quitaron en la Aduana”, quizás te costará también un par de viajes al aeropuerto para recuperar lo tuyo, si es que te quedan ganas de insistir.

Darío, otro amigo de las redes sociales, ofrece una metodología cubana para empacar: “Hay que hacer la maleta varias veces y empezar unos meses antes. Una semana antes del viaje la vuelves a hacer y un día antes, lo mismo. Luego la cierras y que sea lo que Dios quiera.”

Amén.

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