Los viejitos se menean

Carrera de exhibición en 200 metros entre El misil del Cerro y el auto de Cordoví / Foto: Cortesía del autor

Carrera de exhibición en 200 metros entre El misil del Cerro y el auto de Cordoví / Foto: Cortesía del autor

El sonido ensordecedor de los acelerones es casi insoportable para los presentes, el ambiente se inunda rápidamente de huellas gaseosas de aceite y gasolina, suenan los claxon al unísono y los automóviles clásicos del Club V8 de La Habana, con sus capós levantados, invitan a recorrer más de medio siglo de historia.

Entre ellos resalta el ronroneo grueso de un auto de color verde y negro, que porta un número 13 en el costado y lleva una inscripción que emula al mejor sobrenombre beisbolero: El Misil del Cerro.  Se trata, a decir de los aficionados al automovilismo, del carro más rápido de Cuba.

Eduardo Hernández, propietario de El Misil del Cerro / Foto: Cortesía del autor
Eduardo Hernández, propietario de El Misil del Cerro / Foto: Cortesía del autor

En el Restaurante Papa´s, de la habanera Marina Hemingway, OnCuba conversó con Eduardo Hernández, propietario y piloto del vehículo, quien refirió que hizo varios movimientos internos en la mecánica de su coche para aumentar la potencia y la rapidez de los desplazamientos.

“Bajé la altura del techo y transformé el capó para ganar en aerodinámica, además moví el motor cuatro pulgadas hacia atrás en busca de cambiar el centro de gravedad y lograr mayor agarre de las gomas”, subrayó Hernández.

El auto, un Chevrolet 1956 de dos puertas sin columnas, ha cronometrado según su dueño alrededor de ocho segundos en 200 metros desde la posición de frenado –dato que deja estupefacto a más de una persona-, alcanzando velocidades cercanas a los 180 kilómetros por hora en tan reducido espacio.

De las cualidades que inspiraron el sobrenombre fuimos testigos en una carrera de exhibición que tuvo como escenario una carretera obstinadamente recta que separa la costa del primer canal, en el referido centro náutico capitalino.

El “retador”, si puede llamarse de esa forma, era otro Chevrolet 1956, de color rojo y propiedad de Octavio Cordoví (“El Jimagua”), igualmente miembro del club, que reúne a los carros con los potentes motores V8.

Poco pudo hacer Cordoví ante la propuesta de “El Misil”, que no reparó en su más de medio siglo de vida y se sacudió con ganas el polvo del camino, para el deleite del público que convocó el club nacional Amigos del Motor, el de mayor membrecía en la Isla con unos 900 activos.

Octavio Cordoví (Jimagüa) y su Chrevolet 1956 / Foto: Cortesía del autor
Octavio Cordoví (Jimagüa) y su Chrevolet 1956 / Foto: Cortesía del autor

Los motores V8  comenzaron a utilizarse en las carrozas americanas a partir de que la Ford Motor Company desarrolló la revolucionaria máquina plana de 8 cilindros en V para su cupé Ford en el lejano 1932. Según estadísticas revisadas en Internet, la constructora Chevrolet produjo millones de V8 de bloques grandes y pequeños, incluyendo el estándar. Se trata de un motor con dos bancos de cuatro cilindros cada uno, que comparten cigueñal.

Por tales razones técnicas, la maquinaria de Eduardo Hernández y Octavio Cordoví, como la de tantos otros integrantes de la “franquicia”, mantiene vivo el esqueleto de estos vehículos fabricados hace casi 60 años, y que se mueven como el primer día, o, se puede decir, un poquitico mejor.

Al concluir la exhibición, a unos 80 metros de la sede, tres hombres junto a Eduardo Hernández quitaron la transmisión del auto verde y negro, para garantizar el regreso a casa remolcado por un compañero. Partieron a unos 20 kilómetros por hora y en ese momento, halado por la soga, parecía tan inofensivo como sus años. Paradojas de la vida.

Logo del Club V8 de La Habana en capó de El Misil del Cerro / Foto: Cortesía del autor
Logo del Club V8 de La Habana en capó de El Misil del Cerro / Foto: Cortesía del autor
Vista frontal de El Misil del Cerro / Foto: Cortesía del autor
Vista frontal de El Misil del Cerro / Foto: Cortesía del autor

 

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