Mandamientos de un apagón

Foto: Cristobal Herrera

Foto: Cristobal Herrera/Archivo.

Si estás en un bajón creativo no hay nada más efectivo que un apagón. Y por alguna explicación —de esas profundas—se hacen más repetitivos y entrañables en pleno verano, justo cuando las dos palabras debieran pararse en aceras diferentes. Asumo de una vez que no todos nacimos para ser felices.

Pero el apagón es un regalo de los dioses, mirémosle así. Si está programado es un invaluable ejercicio de tolerancia y aceptación. Un pacto contigo mismo a que ningún mantenimiento quebrará tus sesos, ni ausencia de ventilador tu romance con la almohada.

Si el anuncio es a media mañana el apagón sabe a reality show, a suspense, a banda sonora de Ennio Morricone, a nota oficial leída por Rafael Serrano. Tensión en estado puro. El guión alternativo de Hamlet: ¿Se va o no se va? Tu batalla personal contra los demonios.

Mas un apagón es también un canto a la naturaleza. Nunca más te sentirás solo en casa. Será el instante en que descubras el hueco preciso donde el grillo ensaya sus sinfonías, eso si las “puteadas” matutinas de la vecina te permiten escuchar. Hay gente en este mundo que no aprecia el silencio, ni los grillos. Sin apagones —reflexionen—nadie hablaría de ellos.

Claro, cuando la situación es nocturna el encantamiento con los amiguitos de Pinocho pasa a un segundo plano. No sé por qué extraña razón, empiezan a escucharse ruidos sospechosos en habitaciones distintas. Es la hora donde la ventana chirría y los calderos de la cocina adquieren vida propia e intentan suicidarse, lanzándose de la meseta al suelo. Todo esto, asumo, en una digna protesta por la tortura a que han sido sometidos por décadas. La vida de muchos cubanos pudiera contarse por los calderos de su cocina, pienso.

— ¿Quién anda ahí?, preguntarían en un bodrio hollywoodense. Pero tú te quedas a la expectativa e imaginando que es la gata de al lado, y respiras profundo, solo para congelarte al instante porque recuerdas que allí no hay gatos.

Ante la incertidumbre de las cosas que suceden en tu propia casa, lo más inteligente es que salgas y confraternices con la gente desconocida que asegura vivir en tu barrio. De paso a la puerta, cumple el primer mandamiento del apagón: enciende la vela, mechero o quinqué. Concíbelo simple, no te hagas el del siglo XXI y la revolución tecnológica y uses tu celular. Sé un buen hijo, haz lo que tus padres en el Período Especial. Utiliza luz brillante, que no es brillante, pero da luz.

El segundo mandamiento es sobre amenizarle la noche a quien atiende las llamadas en la Empresa Eléctrica. Disculpen, puse llamadas donde debí escribir quejas. Tú función es importante, hay una señora dispuesta a escucharte y que tiene una sola frase para aliviar tu situación: “Es una rotura, ya se está trabajando en ella”. La señora es una crack, lo tiene to’ pensao. La frase es más efectiva que analgésico para el dolor. Ni te hagas el exclusivo, que también te dijeron que “la afectación ya había sido reportada”, lo que en lenguaje de telefonista se toma como: “uno más”.

Otra regla dictada por algún Moisés moderno son los temas para la fraternidad de la cuadra. Aquí se respeta el nivel escolar, pero hay dos intocables: la telenovela de turno y los cuentos de Pepito. Apagón que se jacte de serlo, lleva unas cuantas trastadas del hijo mayor de esta familia disfuncional que tan bien conocemos. Pepito llegó a nuestras vidas con el único fin de hacernos reír en medio de la nada. Pepito habla por los cubanos sin censura, le descubre a sus contrapartes las fisuras y se mofa de ello. Si rondas o pasas los 30 años, te sentirás cómodo, eso ya lo hiciste antes. Y seguirás. Los apagones son una tradición familiar que debes perpetuar a los hijos de tus hijos.

El siguiente mandamiento es a consecuencia del mechero. Tizne en el techo, paredes y fosas nasales. Contra eso tampoco puedes dar batalla. Así que cuando hayan pasado dos horas desde tu conversación con la empleada de la Empresa Eléctrica, dale al Redial. ¡Andará aburrida la pobre! Ponte exigente, engola la voz y hazle creer tu indignación. Presiente que el asunto, en buen cubano, va para largo.

Ante lo inevitable, haz la cama donde más ventilación encuentres. Ese es el mandamiento al que nadie quisiera recurrir. Te paso datos, en época de bonanza a oscuras, allá por los años 90, los mejores sitios eran el portal y la azotea. En el portal compartías sueño con todas las familias, la tuya y la de los portales adyacentes. Esa era la verdadera asamblea de rendición de cuentas, la red social de antaño. Una vez en la azotea te sentías el vigilante del Morro, a expensas del sereno, la luna llena y las historias de hombres lobo.

Por estos días sé creativo, tus ancestros resistieron a peores tormentas. Si te apetece y estás en Cuba cuando se va la luz, haz como ellos y aporta a la tasa de natalidad en la Isla. Piensa en grande, la humanidad está en tus manos…

Importante, si en el primer apagón de temporada veraniega (programado o espontáneo) incumplió algún mandamiento, no emprenda el viacrucis, el paquete recoge repeticiones y tendrá la oportunidad de probarse. ¿Cuántas? La cifra exacta es un debate diario, pero sostén tus puntos y aprovecha

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