Regresó el caracol africano

Los caracoles han invadido las tierras de una cooperativa en Arroyo Naranjo. Foto: Otmaro Rodríguez.

Los caracoles han invadido las tierras de una cooperativa en Arroyo Naranjo. Foto: Otmaro Rodríguez.

Donde siembra flores para vender, Mario Mirabal recoge, todos los días, cientos de caracoles. Los acumula en un tanque herrumbroso y les prende candela. “Guajiro toda su vida”, dice que nunca ha visto algo como este “animalito” que le comió más de 30 canteros, y lo dejó sin semillas.

“Es el caracol africano que dicen por ahí. Yo soy un viejo de 72 años. ¿De qué voy a vivir? Si este año no se acoteja, el que viene no siembro una mata. Eso está mina’o”, dice el vecino de Santa Amalia, en el municipio habanero de Arroyo Naranjo.

Mario no es la única víctima del caracol africano o Achatina fulica, ya visible en varios terrenos de la zona.

José Antonio Cruz (Tony) confirma la versión. En su finca de Santa Ana se presentó un miembro del Instituto Nacional de Sanidad Vegetal y les aseguró que la plaga es de caracol africano.

Ya en los alrededores del reparto Poey, también de Arroyo Naranjo, en julio de 2014 una recolección realizada por miembros del Laboratorio de Malacología del IPK comprobó que existían numerosos especímenes.

El caracol africano es portador de parásitos como:

– Aelurostrongylus abstrusus

– Angiostrongylus cantonensis (causa meningoencefalitis eosinofílica en humanos)

– Angiostrongylus costaricensis (causa angiostrongyliasis abdominal)

– Schistosoma mansoni (causa schistosomiasis, detectado en heces)

– Trichuris spp. (detectado en heces)

– Hymenolepis spp. (detectado en heces)

– Strongyloides spp. (detectado en heces)

La situación actual parece un rebrote del peligroso caracol, incluido en la lista de las 100 especies dañinas más invasivas del mundo, según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). En las últimas semanas se le ha visto también, según referencias en sitios digitales y Facebook, en San Antonio de los Baños.

Las tierras de Mario están infestadas del caracol. Se le puede ver entre los lirios, bajo los restos de vegetación, y subiendo por las plantas. Es imposible caminar sin pisar las conchas, “habitadas” o vacías. Pero lo que más preocupa al campesino es la cercanía a su casa.

En las mañanas puede vérsele en patios, muy próximos a varios hogares cercanos. Un niño pequeño de la zona avisa a su madre cada vez que encuentra uno. Le han enseñado a no tocarlo, “porque es venenoso”.

“Le encanta todo lo que sea fruta. Si dejas el sancocho fuera se meten dentro y se lo comen. Lo único que lo mata es la sal, porque cuando se lo echas se seca y queda solo la concha. Ni el salfumán le hace nada”, afirma la madre.

Mario dice que tampoco el pesticida que usa en sus tierras, ni el petróleo dañan al caracol. El “animalito” se reproduce rápidamente, por más que recoge y recoge para quemarlos en el tanque que ha destinado con ese fin. Esta vez, advierte, es más fuerte que el año anterior. Lo padecen también varios socios de su cooperativa “Olveín Quesada”.

Vector peligroso

Un amigo suyo, el urólogo Alberto Luis Elejarde, le recomendó se alejara de los caracoles. Si son los africanos, te hacen “orinar sangre”, dice Mario.

El doctor Elejarde explica que el caracol es hospedero intermediario de gusanos platelmintos, de la clase trematodos del género Schistosoma (castellanizado esquistosoma). Este provoca la esquistosomiasis, una enfermedad parasitaria aguda y crónica. El padecimiento es muy común en países tropicales del todo el mundo, y en el caso africano se manifiesta mucho por la hematuria (sangre en la orina). Incluso, puede provocar cáncer de vejiga.

“En algunos países del África Oriental se hace un símil entre niña y niños. Habitualmente, las niñas entre los 9 y 12 años tienen la menarquía. Los varones a esa edad están tan infectados, que orinan sangre. De un tiempo para acá nos hemos enterado que este molusco está en Cuba. Ahora no se da la importancia quizás, pero la enfermedad puede aparecer en cualquier momento, si sigue el caracol, que es el que ayuda a su propagación. No es seguro que el caracol lo tenga, pero existe la posibilidad de que así sea”, advierte Elejarde.

Según un artículo de Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, el Achatina fulica es considerado el principal vector en el mundo de Angiostrongylus cantonensis, nemátodo que provoca la Meningoencefalitis Eosinofílica en humanos.

“Este parásito, transmitido por la mayoría de las especies de moluscos autóctonos cubanos, pudiera incrementar su frecuencia de transmisión en humanos debido a una mayor compatibilidad con la nueva especie introducida”, añade.

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Mongo los saca de su patio. Pero no puede evitar que controlen una extensa área y sus pollos se alimenten del molusco. A diferencia de Mario, los toma sin protección alguna en sus manos, para botarlos luego. En sus plantas también hay manchas de caracoles visibles, a varios metros de altura del suelo.

Tony envío una carta al diario Juventud Rebelde, que fue publicada. Acudió a varias instituciones para avisar de la situación, pero no ha recibido respuestas.

“Alguien tiene que ser sensible ante este problema”, dice después de trámites y alertas infructuosas. Los caracoles se siguen reproduciendo, son incontrolables, dice. Se “abrazan al mango, se lo comen. También los aguacates. No dejan nada”.

Voraces

El caracol africano se ha vuelto internacional. Se le ha visto en Colombia, Brasil, Venezuela, en La Florida. En Colombia, por ejemplo, se les detectó en cultivos de yuca, plátano, papaya, café y cacao y murieron 42 personas por contacto con la baba de esta especie. Consumen más de 500 variedades de plantas y se imponen a los moluscos nativos. Además, no tienen depredadores naturales.

El Achatina fulica se propaga rápidamente. Puede poner entre 50 y 300 huevos seis veces en el año y su esperanza de vida llega hasta los nueve. En Arroyo Naranjo, especulan, se introdujo con fines religiosos. En el Bosque Metropolitano se esparcieron por igual vía, comentan.

“Con la presencia del caracol en tierras cubanas no habrá campesino, semillas y fertilizantes que puedan generar los resultados productivos que el pueblo necesita. Es deber de los organismos competentes dedicar todos los recursos para combatir esta especie, ahora que está localizada en pocas áreas, pues a medida que se extienda, lo cual es inminente, será más difícil y costoso poder hacerle frente”, dice Tony en la carta que publicó Juventud Rebelde.

Por más que quemen, o rieguen sal, se reproduce con rapidez y en Santa Amalia no han logrado controlarlo. A Mario le preocupan los niños, que juguetean con él porque es muy llamativo; y las flores: su sustento. Dice que también ha visto personas recogiendo caracoles para venderlos.

Al doctor Elejarde, por otra parte, le inquietan en general los habitantes de la zona que, como Mario, no temen andar descalzos por donde repta este especímen africano. Al invasor ya se lo ve más allá del campo, merodeando por calles y dentro de las casas.

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