Tras el récord… al museo

Apache Star. Foto: Yailín Alfaro

Apache Star. Foto: Yailín Alfaro

A partir de este uno de agosto de 2015 el desafío para quienes pretendan batir el record de la velocidad en lanchas de motor entre Cayo Hueso y La Habana, en la “era moderna” de la motonáutica, ha sido fijado en el rango de una hora y 30 minutos por el alemán Roger Klüh y su tripulación de dos estadounidenses y un francés.

Hace justo 57 años Forest E. Johnson con su “Tooky” hizo el recorrido en seis horas y 23 minutos , a 40 millas por hora, con salida desde Miami y unos 20 minutos de reabastecimiento en Cayo Hueso, pero entonces las embarcaciones no eran tan especiales con todo y sus buenos motores y las elementales condiciones mecánico-técnicas.

“Apache Star” debe haberle costado una millonada al ex jugador profesional de hockey sobre hielo y empresario germano que la renovó y rebautizó a partir de una nave legendaria, “Apache Heritage”, sólo para cumplir su sueño de trasladarla a Cuba.

“Para mi lo más importante no fueron los números ni el tiempo registrado sino el haber podido traer la lancha aquí”, dijo ahora más tranquilo y feliz luego que los imprevistos de la jornada que comenzó con la salida a las 10 a.m. desde el sur norteamericano, lo tuvieron en jaque.

Klüh y sus tres compañeros no imaginaron los contratiempos que impidieron que la poderosa máquina llegara en alrededor de una hora, gracias a sus espectaculares motores de 2 700 caballos de fuerza capaces de inyectarle una velocidad de 240 kilómetros al “juguetito” construido con un material exclusivo que dura una centuria.

Tres años se emplearon en la remodernización con alta tecnología de “la lancha más importante y valiosa de los Estados Unidos”, según su constructor Mark McManus quien hizo la travesía como copiloto.

El mar tranquilo en las costas cubanas del litoral norte habanero, al mediodía, no hizo pensar en olas de hasta tres metros en las aguas del sur de La Florida, un rato antes. Y fuertes vientos. Condiciones que provocaron la interrupción del sistema de comunicación entre los cuatro viajeros; también el equipo de orientación se afectó a pesar del esfuerzo del ingeniero galo Damien Sauvage , y a poco de entrar en la bahía de La Habana uno de los motores se apagó lo que obligó a una rápida operación de John Pompi, el veterano mecánico, en quince minutos. Luego, volvió a fallar, pero ya estaban cruzando la meta, con varios centenares de capitalinos agolpados en el malecón.

Klüh, con una magulladura en un dedo como huella de las sacudidas en la travesía de poco más de 100 millas, y sus hombres, se acercaron lo más posible al público que aceptó el desafío del agobiante sol y una temperatura cercana a los 36 grados para la bienvenida que impresionó a los recién llegados. Dieron apretones de manos y firmaron autógrafos a los que estaban sobre el muro. Confesarían a la prensa que no esperaban esta multitud. “Un día inolvidable”, coincidieron.

Entre la gente una treintena con pulóveres naranjas y la inscripción “Apache Star”, parientes y amigos de los navegantes que habían llegado por vía aérea, entre ellos, el padre, los hijos y la novia del navegante teutón.

El helicóptero estadounidense, con cinco personas a bordo en función de la seguridad, que había acompañado a la expedición desde La Florida, llegó hasta las inmediaciones de Tarará, y puso rumbo hacia el aeropuerto “José Martí” según el plan de vuelo autorizado; un guardacosta cubano y otras embarcaciones locales se hicieron cargo para ofrecer auxilio en caso necesario, en la distancia restante.

Una carrera histórica –y peligrosa, como casi todas de lanchas de motor– había concluido. “El mar no es una autopista”, aclaró el fabricante McManus. “He tenido la fortuna de estar en muchas partes del mundo pero nunca olvidaré la vista de ver la línea costera de Cuba y creo que no va a ser la última vez”.

Se esperaba que esa “vez” fuera noviembre próximo cuando hasta una treintena de lanchas rápidas, dos días después de participar en un circuito mundial, tradicional en Cayo Hueso, pudieran medir velocidad con rumbo al puerto de La Habana , en la reanimación de un Clásico que cerraría una temporada relevante para la náutica cubana y sus tradicionales vínculos con el deporte norteamericano tras iniciarse el proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas.

Pero Klüh dio un “no” categórico cuando se le interrogó sobre su participación. “Mi cuerpo está muy cansado y creo que puedo hablar en nombre de toda la tripulación.”

Para el deportista oriundo de Düsseldorf, el sueño de tres años y medio se hizo realidad este uno de agosto al llegar a Cuba con su superlancha por lo que “Apache Star” ya no tiene más propósitos” y la enviará a un museo en los Estados Unidos donde ganó los campeonatos del mundo de 1992 y 1993.

Sin embargo el Comodoro del Club Náutico Internacional Hemingway, José Miguel Díaz-Escrich, intentará convencerlo para que vuelva enrolado en la competencia dentro de tres meses luego de este “acontecimiento histórico” que “abre un nuevo camino” en la casi centenaria historia de la motonáutica entre La Florida y Cuba.

El piloto germano corroboró a OnCuba que Barack Obama había conocido de su proyecto y en un “email” reciente le escribió: “Gracias otra vez por compartir su historia”.

“Veremos… yo soy un hombre de deporte no de política”, señaló Klüh al terminar la rueda de prensa cuando le pregunté si esperaba un nuevo mensaje del Presidente de EE.UU ahora que hizo realidad su objetivo, frenado durante buen tiempo por las cláusulas restrictivas norteamericanas hacia la isla. El intrépido piloto que ha marcado un “después” en estas aventuras, en unas horas retornará con su espectacular lancha por donde mismo llegó. Pero a “media máquina”.

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