Breve paso por La Habana

Foto: Jorge Luis Borges.

Foto: Jorge Luis Borges.

En La Habana se han buscado soluciones para que las cosas más antiguas sigan funcionando. Desde hermosas construcciones patrimoniales hasta carros de los años 50 importados de los Estados Unidos. Es, como muchos opinan: una ciudad que se detiene en el tiempo y, a la vez, avanza. Cada día se ve más hermosa.

Con un clima que durante todo el año promedia casi 30 ºC,  la capital de Cuba agradece el abrazo que se da con el mar. No es raro que un grupo de jóvenes amigos se lancen al agua desde el malecón, ese gran “sofá” donde se han declarado tantos amantes, donde se han escuchado innumerables trovas.

La ciudad tiene tantos rostros que se necesitaría, al menos, una semana para tener una idea de su inmensidad. Escondidas en La Habana Vieja existen pequeñas tabernas, cada una con un estilo muy personal, donde vale la pena beberse un buen trago de ron, esa bebida inventada en Cuba.

Caminar por la calle del Obispo en busca de un souvenir es demasiado clásico, mejores imágenes esperan en las calles paralelas. Siempre será emocionante entrar a la Plaza Vieja, escuchar ese sonido tradicional de música y aleteo de palomas. Parece la escena de una película de los 50.

Cerca del Capitolio, copia mejoradísima del americano, llama la atención sobremanera el Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”, el eclecticismo en pos de la belleza. Hay que pasar por allí y disfrutar un estreno de ópera o de ballet.

Como el tiempo pasa tan rápido, en esta ciudad no se pueden dejar de visitar su Catedral, su Templete, su Parque Central. Luego si se desea conocer una parte más moderna, ha de irse a los barrios El Vedado o Miramar, cuyas arquitecturas conservan recuerdos permanentes de la sacarocracia y la mafia de antaño y exquisitas huellas de art déco.

La Fábrica de Arte Cubano es otro de los lugares obligatorios, allí se manifiestan todas las artes de la mano del talento joven: exposiciones, conciertos y una variada coctelería garantizan una noche maravillosa.

Después de este breve recorrido, sí se puede decir: “Yo estuve en La Habana”.

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