Un largo sendero de gigantes de acero y madera

Puente más cercano al poblado de Guane / Foto: Eduardo González

Puente más cercano al poblado de Guane / Foto: Eduardo González

Caminar por los intrincados parajes de la carretera Luis Lazo, un sendero conectado por gigantescos puentes de acero en Pinar del Río, es semejante, en teoría, a recorrer el Valle de Viñales. Los mogotes magníficos, la vegetación siempre verde, el extenso manto de niebla que se extiende sobre la superficie en ciertas mañanas.

Pero las casas modestas, la inferior presencia de extranjeros, el boato ausente de los negocios, los diferencian. Aquí la naturaleza es menos mercancía y más disfrute espontáneo. La vía pudo formar parte del proyecto intercontinental de la Carretera Panamericana, en la primera mitad del siglo pasado, el cual pretendía unir las Américas por tierra y en el cual Cuba, se convertiría en una terminal de ferry.

Todavía hoy, unos siete puentes inamovibles hechos de puro acero, permiten el paso sobre ríos y arroyuelos, en una carretera que serpentea entre valles intramontanos y poblados tranquilos. El vial comienza en el Parque de la Independencia, de la ciudad de Pinar del Río, y termina 73 km después, en el asentamiento de Guane.

El puente ubicado en el poblado de Cabezas, el primero desde Pinar del Río hasta Guane / Foto: Eduardo González
El puente ubicado en el poblado de Cabezas, el primero desde Pinar del Río hasta Guane. Foto: Eduardo González

Uno de sus elementos distintivos lo constituyen estos gigantes de acero, cuya construcción comenzó en 1917. Sus imponentes vigas miden unos 15 metros aproximadamente y a pesar de los años conservan su estructura original.

La gente por los alrededores es tranquila y amable. Los puentes para ellos son cosa común. Como la crecida de las aguas que fluyen bajo la ruta. Como madrugar para alimentar a los animales o sembrar tabaco. Transitan a pie, en bicicletas, sobre coches de caballo o tractores. A ratos, pasan ómnibus construidos a partir de camiones, que viajan en ambas direcciones.

El primero de estos pasos curiosos se ubica en el pueblecito de Cabezas, en el Km 26. Apenas unas casas, una ceiba centenaria, una moderna tienda, se hallan en este entronque. Doblando a la derecha, se continúa hacia Minas de Matahambre, la cabecera municipal. Una señal del tránsito indica la prohibición de circular sobre el puente con peso superior a cinco toneladas.

El puente ubicado en el poblado de Cabezas, el primero desde Pinar del Río hasta Guane / Foto: Eduardo González
El puente ubicado en el poblado de Cabezas, el primero desde Pinar del Río hasta Guane. Foto: Eduardo González

Por estos lares la vida comienza temprano, mucho antes que en la ciudad. Entre la niebla, a veces, es casi imposible distinguir la armazón del puente. Pero se oye el sonido intermitente del toc, toc, toc que producen los vehículos al transitar sobre los tablones de madera.

Los habitantes celebran el Guateque de Cabezas, y realizan competencias sobre barriles en el río que discurre debajo. Además, aprovechan la altura con respecto al cauce para lanzarse al vacío.

Varios kilómetros adelante, se encuentra uno en La Cruz, cercano al cementerio del territorio, mancha blanca pegada a un mogote. Como su antecesor, posee un desvío paralelo construido con lozas prefabricadas, para los casos en que se interrumpe el tráfico por roturas de los tablones. En ocasiones, la madera demora días en llegar.

El tercero de los puentes se halla a la entrada del poblado de Sumidero- asentamiento que proviene del siglo XIX- el más grande de esta zona. Allí vivió tiempo atrás Ramón Cifuentes, quien fuera dueño de la famosa fábrica de tabacos Partagás. Cifuentes dominó a su antojo la excelente producción de tabaco que salía de estas vegas, cuenta Dunia Cabrera, la historiadora local.

Aquí las añejas construcciones con techo de tejas, se mezclan con las muescas de modernidad distinguidas en los campos cubanos. Casas de curar tabaco, hogares de mampostería, antenas de televisión, son la muestra más clara de la hibridación. De este pueblo salió La niña de la muñeca de palo, una de las fotos más trascendentales de Korda, autor de la instantánea inolvidable del Che.

La zona posee impresionantes paisajes / Foto: Eduardo González
La zona posee impresionantes paisajes. Foto: Eduardo González

Nelia María Páez, Dunia y Yoima Margarita Novales, profesoras del centro universitario municipal, investigan la rica historia de un camino que devino en importante vía de comunicación. “Nos dimos cuenta de que había potencial social, histórico, cultural y natural que había que preservar y aprovechar.  En el caso de los puentes, son patrimonio por su edad y las características de construcción únicas”, afirma Dunia.

Ellas han recopilado información con los vecinos más viejos, revisando documentos de la otrora importante área económica e impulsan la conservación de la historia, de la cual los puentes son una parte imprescindible.

Como explica el historiador Enrique Giniebra, la construcción de esta carretera en los primeros años de 1900 fue difícil por el espacio geográfico montañoso y complejo. Desde Pinar hasta Sumidero, el proyecto correspondió a los cubanos y de este punto a Guane, a ingenieros norteamericanos. Fue considerada una de las más complejas realizadas en el país en aquello momentos.

El mapa muestra el ramal cubano de la Carretera Panamericana
El mapa muestra el ramal cubano de la Carretera Panamericana.

Durante el gobierno del presidente Ramón Grau, en la década de 1940, se llevaron a cabo trabajos de mejora de la carretera, finalmente asfaltada, y de sustitución o reparación de puentes. Las labores se debieron a que esta vía iba a formar parte del ramal cubano de la denominada carretera Panamericana, un proyecto surgido en los años 20 en Estados Unidos y que fue acogida por diversos gobiernos del continente.

En el caso antillano la situación fue sui generis. Para superar la condición de isla de nuestro país se diseñaron enlaces marítimos. Los viajeros podrían llegar hasta Key West, en Estados Unidos, embarcar con sus autos en los ferry-boats y llegar al puerto habanero.

Tras una temporada en la isla, los turistas con sus vehículos viajarían más de 200 kilómetros hasta el puerto pinareño de La Fe, casi en el extremo cubano, para embarcar hacia Puerto Juárez, en Yucatán, México. Luis Lazo sería uno de los ramales de acceso.

Los puentes permiten el paso sobre ríos y arroyuelos de la zona / Foto: Eduardo González
Los puentes permiten el paso sobre ríos y arroyuelos de la zona. Foto: Eduardo González.

Actualmente, hasta Sumidero el transporte es aceptable. De esta localidad en adelante, las carreteras están casi muertas, al menos en ciertos puntos. A ambos lados se asentaron comunidades o caseríos como San Carlos, La Güira, Punta de La Sierra o Los Portales.

Todavía, hasta llegar a Guane, existen varios puentes semejantes a los anteriores. Bajo el de Caliente, la gente disfruta de sus vacaciones, refresca a los animales o limpia los autos.

Casi centenarios, estos monstruos, cuyas piezas vinieron de los Estados Unidos, tienen dos enemigos igual de implacables: los años y la mano del hombre. El quinto de los gigantes es una ruina sin paso. Muchas de las vigas desaparecieron y no hay madera sobre su esqueleto de metal corroído.

Para algunos, las enormes estructuras de vigas, remaches y madera, deberían desaparecer. Por ahora, no será el ser humano quien destruya lo que ríos crecidos, salvajes ciclones tropicales y el tiempo no han podido. Nelia, Dunia y Yoima piensan en la pertinencia de vincular la conservación patrimonial con el turismo en estos inexplorados parajes, teniendo en cuenta el interés creciente por el turismo de naturaleza. De concretarse sus aspiraciones, alrededor de estas reliquias podría construirse el futuro del sendero de los puentes gigantes de acero.

El quinto de los puentes, ubicado en Luis Lazo, es el más deteriorado, pues ha perdido las vigas y no ofrece paso / Foto: Eduardo González
El quinto de los puentes, ubicado en Luis Lazo, es el más deteriorado, pues ha perdido las vigas y no ofrece paso.  Foto: Eduardo González.
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