El año que se quemó con nasobuco

Después de un 2021 tan funesto en todo el mundo y, en particular en Cuba, no era de extrañar que muchos quisieran prenderle fuego en su último día.

Foto: Didier Cruz Fernández.

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Después de un 2021 tan funesto en todo el mundo y, en particular en Cuba, no era de extrañar que muchos quisieran prenderle fuego en su último día.

La pandemia y la crisis económica marcaron el año recién finalizado en la Isla, e impulsaron a muchos a celebrar con ganas en sus horas conclusivas y a poner más empeño que nunca a una de las tradiciones de la fecha: quemar simbólicamente el año viejo.

Claro que no fue propiamente al 2021 al que consumieron las llamas, sino a un muñeco que lo representaba. O, en realidad, a muchos muñecos, hechos de tela o guata, rellenados con periódicos, vestidos con ropas raídas, con gorra o sombrero, un tabaco y la botella que no puede faltar en las fiestas de fin de año. Y esta vez, además, y como el año anterior, también con nasobuco, aunque algunos indisciplinados prescindieran de esa prenda.

Foto: Didier Cruz Fernández.
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De una punta a la otra de la Isla, no pocas familias y barrios disfrutaron del proceso. Primero, armar el monigote; luego, colocarlo donde sería quemado e, incluso, acompañarlo un rato y retratarse con él; y, finalmente, darle candela como un ejercicio liberador y festivo, un exorcismo criollísimo contra todos los demonios del año viejo.

Foto: Didier Cruz Fernández.
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Ver arder el muñeco en esos últimos minutos resulta entonces una invocación de buenos deseos y energías para el año que comienza, un clamor de augurios favorables más que comprensible ahora, tras un 2021 plagado de dificultades. El fuego protagoniza, entonces, un acto de limpieza semejante al de lanzar un cubo de agua a la calle en ese propio momento, otra tradición de la que tampoco pudieron sustraerse muchos esta vez.

Foto: Didier Cruz Fernández.
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Ya corre el 2022 y con el paso de los meses veremos cuán propicia resultó finalmente la quema simbólica de su antecesor, cuán efectivas fueron esta vez las llamas. Pero, aun cuando el año traiga el fin de la pandemia y los nasobucos, como todos deseamos, y se acompañe también de otras cosas buenas, en su último día más de un muñeco arderá en su nombre. Aunque quizá —esperemos—, no sean celebrados con tantas ganas como ahora. 

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