El Chrysler 1955 de Hemingway en La Habana

David Soul y Pedro Pino con el Chrysler New Yorker de Hemingway, en diciembre de 2012;. Foto: Christopher P. Baker.

David Soul y Pedro Pino con el Chrysler New Yorker de Hemingway, en diciembre de 2012;. Foto: Christopher P. Baker.

La batalla del actor-director David Soul para restaurar el Chrysler New Yorker De Luxe convertible de 1955, del escritor Ernest Hemingway, es una historia digna de un filme hollywoodense.

A raíz del Premio Nobel (1954), Hemingway se autorregaló el enorme Chrysler fabricado según pedido y pintado en tonos Navajo Orange (Naranja Navajo) y Desert Sand (Arena del Desierto), a un precio de $3.924. Uno de los cincuenta y nueve New Yorkers hechos para la exportación, equipado con motor V-8 FirePower de 331 pulgadas cúbicas, carburadores de cuatro bocas y capaz de desarrollar 250 caballos de fuerza. “Era un carro macho, poderoso y veloz fabricado para un hombre macho y poderoso”, ha dicho Chris Paquin, aficionado a los Chryslers.

Hemingway Chrysler and tattered original seats, December 2012; copyright Christopher P Baker
Chrysler de Hemingway y restos de los asientos originales, diciembre de 2012. Foto: Christopher P. Baker.

En su testamento, Hemingway legó el Chrysler a su médico, José Luis Herrera Sotolongo, quien lo pasaría a su hijo y este, a su vez, a familiares que, en 1982, lo vendieron al policía Agustín Núñez Gutiérrez.

En 1994 Núñez Gutiérrez escapó a Miami. Entonces circularon rumores: que si Núñez Gutiérrez lo había enterrado…, que si lo había sacado secretamente de Cuba… El asunto permaneció en el misterio dos décadas más. En marzo de 2011, Bill Greffin, de la Fundación “Ernest Hemingway”, de Oak Park, Illinois, me contactó para informarme que el gobierno cubano lo había localizado. “¿Tú sabes algo de esto?”, me preguntó y le respondí de inmediato que sí. Dos años atrás, Eduardo Mesejo Maestre, el director del llamado Depósito del Automóvil –o sea, el Museo del Automóvil de La Habana–, me había dicho de modo informal que el automóvil estaba en el país y que se podía reconstruir. Le conté a Bill y, con la boca hecha agua, añadí por último: “en un par de semanas me voy a Cuba”.

Así es que entonces me dirigí a la Finca Vigía, ahora Museo “Ernest Hemingway”, que se mantiene como si todavía viviera allí el gran escritor. Cuando caminaba cuesta arriba pasé al lado de lo que me pareció el ruinoso vehículo, encaramado sobre un bloque de cemento y oculto a la vista por una lona.

Ada Rosa Alfonso, la impetuosa y, sin embargo, amable directora, me enseñó los expedientes: “Nosotros sabíamos que usted venía”, me dijo enigmáticamente antes de mostrarme la placa VIN del Chrysler con la numeración del chasis y del motor, la póliza de seguros de Hemingway, el número de registro del carro y una larga lista de documentos del Registro Nacional de Vehículos de Cuba, que incluía los nombres de los sucesivos propietarios, desde Sotolongo (curiosamente, Hemingway nunca registró el carro a su nombre en Cuba), hasta terminar en Leopoldo Núñez Gutiérrez, en cuyo húmedo y poco resguardado garaje había sido hallado.

Ada Rosa Alfonso with Kadir Lopez Nieva art as a present for President & Michelle Obama, Museo Ernest Hemingway; copyright Christopher P Baker
Ada Rosa Alfonso muestra una obra de Kadir López Nieva obsequiada a los Obama. Museo Ernest Hemingway. Foto: Christopher P. Baker.

Por último, Ada Rosa levantó la lona. Un jadeo me cortó la respiración: la maltratada reliquia estaba muy lejos de parecer una fiesta al estilo del París inmortalizado por Hemingway. El tapacete del convertible y su vestidura interior habían desaparecido devorados por el moho. Los indicadores eran de un jeep ruso marca GAZ y de un auto Lada. La pizarra, de un Dodge. Ni siquiera el astillado parabrisas pertenecía a este Frankestein, cuyo piso podrido dejaba ver el asfalto.

Ada Rosa me explicó su plan para echar a andar el apreciado y destruido tesoro. Sería un esfuerzo exclusivamente cubano. La escuché, consciente de la destreza e ingenio de los magos cubanos de la mecánica, pero considerando el reto de la restauración de un modelo único y la imposibilidad por el embargo de importar partes y piezas a Cuba.

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Interior of Hemingway's 1955 Chrysler New Yorker, at Finca Vigia, showing Dodge dash and Russian gauges, April 2011; copyright Christopher P Baker
Interior del Chrysler New Yorker, en Finca Vigía, mostrando un tablero de Dodge y medidores rusos, abril de 2011. Foto: Christopher P. Baker.

Quienes visitan hoy la Finca Vigía, pueden ver una reproducción de la pintura “La Granja”, de Joan Miró, colgando en una pared del comedor, rodeada por cabezas de animales cazados por Hemingway durante sus safaris africanos. En mi primera visita a la Finca, en 1996, unas cuantas décadas de mugre fundidas por el calor tropical marcaban el espacio donde estuvo esa pintura antes de que fuera cedida, como préstamo, en 1959 al Museo de Arte Moderno de Nueva York. Nunca regresó a Cuba. En 2008, David Soul visitó la Finca y se enteró de la historia. A su regreso a Londres, el celebrado actor-director (más conocido por su papel como Ken “Hutch” Hutchinson, co-estrella del popular show televisivo de la década de los 70 del pasado siglo, Starsky and Hutch), hizo que se pintara y enviara a la Finca una réplica del cuadro.

En noviembre de 2012, Soul me llamó. Había leído mi libro Cuba Classics: A Celebration of Vintage American Automobiles, y quería conocerme. Volé a Londres y conversamos. Él acababa de regresar de una visita a la Finca Vigía. Me contó que un billonario de Beverly Hills, fanático del automovilismo, compró un New Yorker del 1955 y había comenzado a mandarlo pieza a pieza para Cuba, pero la Oficina de Control de Activos del Departamento del Tesoro (OFAC), encargada de hacer cumplir el embargo, lo obligó a interrumpir los envíos. “Aquí tienes tú que el carro de un autor norteamericano ha sido hallado, pero porque existe un bloqueo no se le puede permitir a la gente que envíe lo necesario para su reparación”.

Ada Rosa, que adora a Soul por haberle enviado la reproducción de “La Granja”, le pidió ayuda para la reparación del Chrysler. Soul no sabe de mecánica automotor, pero como es un activista social que cree que el embargo es algo obsoleto, consideró responder a la solicitud, más aun tratándose del carro de su héroe literario. Por lo demás, Soul ahora es inglés, vive en Londres y el embargo no puede tocarlo. “David Soul. Un norteamericano con pasaporte inglés. ¡Me lo mandó el cielo!”, me dijo Ada Rosa, con sus ojos verde-azules brillando de alegría.

Interior of Hemingway's 1955 Chrysler New Yorker, at Finca Vigia, April 2011; copyright Christopher P Baker
Interior del Chrysler New Yorker, Finca Vigía, april de 2011. Foto: Christopher P. Baker.

“Todo esto es una historia real y digna de ser contada en una película”, afirma Soul. De hecho, ha entrado en sociedad en Londres con Red Earth Studio para la realización del documental Alma Cubana (Cuban Soul).

Mientras tanto, en Inglaterra, Danny Hopkins –editor de Practical Classics– acepta la invitación de Soul. La revista esparce la noticia por el mundo y comienzan las donaciones: tapicería para interiores, neumáticos originales de 15 pulgadas y banda blanca, pinturas color Navajo Orange y Desert Sand, una batería hecha a mano de seis voltios para arrancar el V-8 y, un tanque de combustible hecho a mano, según especificaciones. Además, Hopkins recomendó contactar un almacén en Massachusetts, verdadera cueva de Aladino llena de misceláneas de Chryslers antiguos. Por pura coincidencia, Chris Paquin, el propietario del almacén, leía Hemingway’s Boat (El yate de Hemingway), cuando lo llamó Soul. Chris acepta entrar en el juego. “Espero no meterme en problemas tratando de hacer algo correcto”, dice después, proféticamente.

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David Soul and Pedro Pino with Hemingway's 1955 Chrysler New Yorker, December 2012; copyright Christopher P Baker
David Soul y Pedro Pino con el Chrysler New Yorker. Diciembre de 2012. Foto: Christopher P. Baker.

Las cosas, sin embargo, no ocurrieron según el guion. “Como niños en Navidad, no podíamos esperar para abrir regalos y mostrárselos a Pedro, nuestro mago de la chapistería y prodigioso mecánico”, recuerda Soul, mientras el equipo envía el primer despacho desde Massachusetts al Reino Unido y de ahí a Cuba. Una vez en La Habana, los bultos son detenidos en la Aduana. Los días pasan, se convierten en diez semanas, mientras Soul & Co. se empeñan en una lucha (a lo Sísifo) contra fuerzas invisibles, inamovibles. Soul había firmado una Carta de Entendimiento con el Consejo Cubano de Patrimonio Cultural para el acceso exclusivo al carro a cambio del suministro de las partes y piezas necesarias, pero la letárgica e inflexible burocracia cubana no cede. Ocho ministerios emiten su aprobación para que la carga sea liberada. Ada Rosa llora desconsolada, mientras Soul siente crecer dentro de él la indignación. Siguen pasando los meses y un segundo y tercer cargamentos son sumergidos en el pozo de la burocracia cubana. Mientras tanto, la lista de partes y piezas para la restauración es como una Hidra que se multiplica con cada envío… hasta que, de momento, ¡Aleluya!: la Aduana libera la carga. Pero poco puede ser usado. Para iniciar el trabajo son necesarias otras partes y piezas que no se han conseguido todavía.

Han pasado dieciocho meses y la situación del Chrysler continúa en un limbo. Entonces Soul cae en manos de la OFAC. El Tío Sam quiere ver los recibos. Al diablo con que Soul sea ciudadano británico desde 2004 y londinense desde 1995. Su comportamiento va en contra de lo establecido en el Acta de Comercio con el Enemigo, de 1917: “La exportación de bienes producidos en los Estados Unidos, partes o piezas de automóvil, o cualquier otra cosa a Cuba, constituye una violación de las sanciones impuestas por la OFAC”, le informa a Soul el abogado radicado en Washington, Wyn Segall y añade que tanto él como Paquin pueden incluso ser multados (250.000 dólares por cada transacción) y condenados a prisión. Dado que Soul nunca renunció a la condición de haber nacido en los Estados Unidos, hasta sus viajes a Cuba se consideran ilegales.

Ada Rosa Alfonso with documents proving validity of Hemingway's Chrysler, Finca Vigia, Cuba, December 2012; copyright Christopher P Baker.JPG.JPG
Ada Rosa Alfonso muestra documentos que certifican la validez del Chrysler de Hemingway. Finca Vigía, diciembre de 2012. Foto: Christopher P. Baker.

El deshielo del largo congelamiento de décadas con Cuba iniciado por Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, es un bendito alivio. Se facilitan los viajes con propósitos periodísticos y proyectos humanitarios y se autorizan las exportaciones para la preservación del patrimonio histórico cubano. Por fin, a finales del 2015, la OFAC permite a Paquin y a Soul continuar. Entonces Pedro, el chapista, sufre un infarto que le paraliza el lado derecho de su cuerpo y apenas le permite hablar.

Visité a Pedro en diciembre de ese año. Me mostró tres tamboras de freno, oxidadas y con soldaduras, y yo las añadí a la lista. Refunfuñando me dice que está “jodido”, sin embargo ríe como un gato Cheshire. Un testimonio de la infatigable paciencia, resistencia y buen humor de los cubanos. “Es en parte ese espíritu lo que me hace seguir adelante”, me dice Soul. “Hemingway habla tanto del afecto y la bondad de los cubanos… Bueno, todo eso es lo que hace que este embargo, este bloqueo, sea algo tan idiota”. Soul considera la restauración del Chrysler de Hemingway un ejemplo de diplomacia cultural que puede contribuir a sanar las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

Desgraciadamente, también la salud de Soul se ha quebrantado. Hutch, el rubio setentón rompe-corazones de ojos azules está en una silla de ruedas. Pero, aun respirando por medio de un concentrador de oxígeno, regresa a La Habana en enero de 2016, con el equipo de filmación –acompañado por Hopkins y Paquin, quienes hacen su primera visita.

El actor camina con dificultad ayudándose con un bastón, apoyado en el brazo de Hopkins. El equipo desciende el empinado sendero que conduce a la casa de Pedro quien, con su overol de mecánico y el brazo derecho rígido, nos espera a la entrada: “Ahora estamos iguales”, le dice Soul y se abrazan llorando. Contemplándolos, todos lloramos.

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Los rayos de sol del atardecer se filtran entre las palmas, lanzando sombras sobre el bulto grisáceo del Chrysler. Se le han incorporado: parrilla ala de murciélago, luces de cola de doble torre, un decorado art déco sobre el capó. Humberto ha reconstruido el V-8 y la transmisión, pero faltan el dinamo, el motor de arranque y la bomba de agua. La lista sigue creciendo. La pintura y docenas de partes mecánicas, enviadas desde hace tres años, continúan en sus cajas, sin utilizarse hasta que aparezcan y puedan ser embarcadas otras partes y piezas.

Mientras  2016 va llegando a su fin, Paquin va reduciendo el listado, en agosto de 2017, Soul solicita permiso a Patrimonio para embarcar el completamiento del inventario. En esos momentos, Ada Rosa Alfonso –la campeona de esta causa en Cuba– ha sido despedida del cargo. Y pasan seis meses hasta que se aprueba la solicitud… Una secretaria, encargada de la comunicación con Soul, le informa sobre la posibilidad de esperar cuatro meses más. Se hacen desesperadas e infructuosas gestiones para disminuir la demora.

'New' chrome rusting in May 2017; copyright Christopher P Baker
“Nuevo” óxido de cromo, en mayo de 2017. Foto: Christopher P. Baker.

En cada visita me voy sintiendo cada vez más descorazonado. Los frenos nuevos ya se oxidaron. La carrocería, tan amorosamente restaurada por Pedro, está siendo devorada por la corrosión, y el nuevo cromado enviado seis años atrás se está pelando como una piel escrofulosa en el lodo tropical.

“Si yo hubiera estado sano física y mentalmente, bueno, mentalmente por lo menos, no me hubiera metido en esto”, dice Soul y suelta una carcajada. Aunque enflaquecido y debilitado, no está dispuesto a rendirse. Su inspiración es Santiago, el viejo pescador de El Viejo y el Mar enfrascado en su épica batalla contra una aguja gigantesca en las aguas de la Corriente del Golfo.

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