En Cayo Largo… por lluviosa casualidad

No llueve.

A bordo del Antonov AN-158 con destino La Habana no se ve caer ni una gota de lluvia y, aún así, dice la voz del traductor-sobrecargo-hacedor de cualquier tipo de cosas – en español y en inglés- que no aterrizaremos en “la capital de los cubanos”.

Durante unos segundos los pasajeros a mi alrededor, y yo, aguantamos la respiración.

Y no es para menos. No son pocas las historias de gente que por intentar irse de Cuba ha robado lanchas y aviones cargados de ciudadanos poco interesados en dejar la patria, de atrevidos que han buscado atravesar (sin suerte) los campos minados que rodean la Base Naval de Guantánamo, o que esperan a que disminuya el nivel de las mareas para aventurarse al mar y… bordeando la costa sur llegar hasta ese emplazamiento militar.

Por eso, como mismo uno oye asombrado por lo raro o espeluznante de la acción que asesinaron a alguien en este país, así mismo escucha las anécdotas de quienes se han ido “por las malas” y no lo repetirían, de los que fueron obligados por las circunstancias, o teme –en situaciones como las que describo- que habiendo salido de Guantánamo con destino a La Habana uno termine en otro país, con otra gente y en algún problema.

Suerte que eso no pasó.

Aterrizaríamos, según la voz a través del intercomunicador, en Cayo Largo, un paraíso turístico poco visitado por cubanos que viven en Cuba y no han colaborado en misiones internacionalistas, ni reciben remesas del extranjero, ni tienen pasaporte español con el cual viajar afuera para traer ropas y celulares que revender, ni trabajan para alguna empresa extranjera, ni se dedican a actividades poco conocidas y bien remuneradas de la economía underground cubana….

En resumen: estaríamos durante una hora en un paraje de ensueño a 135 kilómetros de la Isla de la Juventud conocido internacionalmente por sus magníficos hoteles: Playa Blanca (o Barceló Cayo Largo), Isla Del Sur, Villa Lindamar, Villa Coral y Villa Soledad, de la cadena cubana Gran Caribe; y Sol Cayo Largo y Sol Pelicano, administrados por la cadena española Meliá Hotels International Cuba.

Una noche con régimen de todo incluido en una habitación para dos adultos sin niños en el Sol Cayo Largo puede costar, por ejemplo, 244,25 dólares. Básicamente, una barbaridad para cualquier cubano.

¿Las causas del desvío? Una “bendita” lluvia, decían algunos pasajeros, que –según el piloto- no nos permitiría aterrizar en el aeropuerto internacional José Martí de La Habana pero sí en esa islita de clima tropical moderado, con temperaturas que superan los 30 °C y donde las precipitaciones son escasas y se concentran entre mayo y octubre.

Afortunadamente en ese momento no llovía más que en los paladares de mis compañeros de asiento. La gente se hacía la boca agua con la posibilidad de explorar, aunque fuera por una hora, un cayo prohibitivo no por las leyes sino por el dinero.

Algunos “indisciplinados” (así les llamó una señora a mi lado) deseaban en voz alta que se extendieran las lluvias, otros especularon sobre la posibilidad de ver algo en esa islita, cualquier cosa y, de pronto, tras unos misteriosos minutos de conmoción,  comenzaron a sonar los celulares…

Dicen que en los aviones los móviles deben apagarse porque las llamadas interfieren con los radares, pero eso a los pasajeros no les importó. Y como los cubanos somos tan discreticos cuando los usamos, esto fue más o menos lo que escuché de varias personas, al mismo tiempo, y bajo la desaprobadora mirada de un miembro de la tripulación:

-Mima, dicen que vamos a aterrizar en Cayo Largo…

– No mijo, yo no sé donde queda eso pero es de turismo así que es bueno.

– Dile a mi hermana que se vaya del aeropuerto, porque dicen que será una hora pero tú sabes…

Aterrizamos.

En el Aeropuerto Internacional Vilo Acuña nos dieron unas tarjetas verdes de bienvenida. Luego llegarían dos aviones más: Uno procedente de Santiago de Cuba, repleto de extranjeros, y otro desde Manzanillo, cargadito de cubanos.

Y ninguno de nosotros, ni de ellos, saldría de los predios del aeropuerto.

Nota: Los aviones Antonov AN-158, como este en que viajamos, fueron noticia en Cuba en el año 2013, cuando Cuba recibió tres aeronaves de este tipo como parte de un proceso de modernización y expansión de su flota.

Producidos en cooperación entre Rusia y Ucrania, las naves fueron entregadas por la compañía rusa Ilushin Finance Co.  Según los acuerdos, Cuba recibirá, además de los AN-158, tres Il-96-400 adaptados para transportar pasajeros; dos TU-204CM y piezas de repuesto para los aparatos que se explotan en el país.

Hotel-Meliá-de-Cayo-Largo

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