Gerardo y Adriana, una historia de amor

Gerardo y Adriana

La clausura del IV Periodo Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba que sesionó hoy en La Habana era especialmente esperada por muchos.

Desde ayer se comentaba que el Presidente Raúl Castro iba a hablar sobre los temas en los cuales prometió profundizar en su discurso del ya histórico 17 de diciembre de 2014. Entre los corresponsales de la prensa extranjera se rumoraba también que la repentina invitación a participar podría tener que ver con una aparición de Fidel Castro en el Parlamento y con la invitación especial a René, Fernando, Antonio, Ramón y Gerardo, los “Cinco”.

Raúl clausuró la Asamblea, Fidel no asistió… y allí, ciertamente, estaban los Cinco. Me atrevería a afirmar que de entre ellos, una pareja acaparaba la mirada de todos: Gerardo y Adriana.

Gerardo Hernández Nordelo es uno de los cubanos que pasaron más de 16 años en cárceles norteamericanas acusados de espionaje. Él era el jefe de una red que monitoreaba las actividades de organizaciones que, desde Miami, planeaban actos contra el gobierno cubano. De los Cinco, el de Gerardo era el caso legalmente más complicado, condenado a dos cadenas perpetuas y a 15 años de prisión.

Los largos años de lucha de sus familiares por la excarcelación de los Cinco, los obligó a vivir una vida pública que, muchas veces les escuché decir: “no imaginamos ni hubiésemos querido nunca”. Así supimos que durante ese tiempo Gerardo perdió a una de sus hermanas y a su madre, y que una persona le acompañaba incondicionalmente: Adriana, su esposa.

Se hicieron públicas algunas de las cartas que se dedicaban el uno al otro, se supo de la determinación y la firmeza de ambos, pero descubrimos, sobre todo, un amor que parecía estar por encima de todo y de todos.

Por muchos años Adriana no pudo ver a su esposo y no pocas veces, a pesar de su firmeza, la vimos llorar cuando hablaba de Gerardo, de la vida que parecía no iba a poder ser. Por eso todo el que supo de los Cinco sabía que Adriana luchaba contra el tiempo, con más de 40 años de edad y más de 15 sin ver a su esposo, el sueño de ser madre se le escurría.

Pero “el amor engendra maravillas” y el 17 de diciembre Adriana recibió a su esposo llevando a su hija en el vientre. Con un beso en la frente, inolvidable para muchos, recibió Gerardo a su compañera, a su esposa y a la madre de su hija.

No sé a los demás, pero a mí me recuerdan a Ignacio y Amalia; no me atraen los caminos trillados, ni los cuentos de hadas, ni siquiera creo en el amor eterno, pero hoy me pasé todo el tiempo en la Asamblea mirando a aquellos dos seres que no podían disimular su euforia, que acariciaban continuamente a su bebé en la panza, que se miraban y tocaban, se redescubrían.

Después los vi salir, él trataba de protegerla de los periodistas que los perseguían, casi no se podía escuchar lo que hablaba. No se había publicado nada en la prensa cubana sobre aquel embarazo sorpresivo, no se habían dado declaraciones. Adriana había guardado celosamente un secreto que le pertenecía, pero hoy a Gerardo no le quedó más remedio: “Vamos a tener un hijo, hubo que hacerlo a control remoto, pero todo salió bien”.

“Dentro de 15 días más o menos nace una niña que se va a llamar Gema, Adriana dice que porque es una piedra preciosa, y yo digo que es porque si era varón le iba a poner Gerardo y lo que más se parece a Gera es Gema”.

No dejaba de observarlos, no parecía un hombre que había estado preso más de 16 años, no perdió su sentido del humor, no perdió la ternura.

“Por mucho tiempo nosotros soñamos con un momento como este, soñábamos con que un día estaríamos aquí, a veces cuando nos levantábamos por la mañana pensábamos en las cosas que nos esperaban durante el día y lo único que nos levantaba el ánimo era soñar con este momento”, comentó Gerardo.

“Locura…, es como puedo describir estos momentos, porque tenemos una alegría tan grande. Fueron 16 años y en estos 16 años tuvimos que presenciar cosas muy desagradables, (Oye, no llores porque entonces lloro yo, chica…, le dice a Adriana) y tuvimos momentos verdaderamente difíciles pero cuando encontramos al primer cubano y dimos los tres primeros abrazos ya se nos olvidó todo eso, realmente, porque el cariño que nos ha ofrecido nuestro pueblo es como para salir de cualquier herida”.

Y Gerardo se despidió de todos dando las gracias, y yo me quedé pensando que no exageran los poetas cuando hablan de amor, que no entiende de fronteras ni de imposibles. Pensé en los tiempos que vive mi Isla e imaginé un futuro mejor para todos. Me fui pensando que el poeta tiene razón: “el problema, señor, será siempre sembrar amor”.

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