Halloween en Cuba: dos preguntas

Halloween no es ni menos ni más que Santa Claus, que también está en Cuba. Y llegó para quedarse.

Muchachos cubanos celebrando Halloween. Foto: Alma de Cuba.

Los expertos denominan remesas culturales a ciertos artefactos que envían quienes se van al Norte y siguen con la cabeza puesta en el Sur, algo que, como sugiere la categoría misma, no se limita al dinero que algunos hacen llegar a sus familiares en sus respectivos países mediante la Western Union u otras agencias. Con ellas crean o retroalimentan en las naciones receptoras modos de hacer, modas y otras prácticas simbólicas que se expresan en paquetes, contactos y redes formales o informales que se van tejiendo con los de adentro.

Las tecnologías digitales accesibles bien por la vía oficial —el correo electrónico e Internet, en la medida de sus actuales avances y limitaciones— o informal, suponen un abanico de opciones que empieza en las memorias flash y termina en la TV satelital clandestina. Ni las llamadas telefónicas ni las cartas —como en aquella inolvidable escena de Memorias del subdesarrollo con las cuchillas Gillete y los chiclets Adams–, constituyen hoy las únicas formas de contacto entre los cubanos “de aquí” y los “de allá”. De hecho, se han vuelto obsoletas.

Por utilizar un indicador bastante gráfico, en peñas deportivas como las del Parque Central de La Habana o la Plaza de Marte de Santiago de Cuba, los fanáticos conocen exactamente en qué equipo juegan los peloteros cubanos que han decidido mudarse para las Grandes Ligas, al margen de la actitud de la TV nacional al respecto.

Y si se dirige la mirada a la música o el cine, el problema es similar. El llamado Paquete y la venta de discos con contenidos procedentes del exterior, quemados y vendidos por cuentapropistas entre cuyas ofertas figuran artistas cubanos excluidos de la radiodifusión nacional, son un vehículo bastante extendido de eso que llamamos lo global.

Como se sabe, la primera lista de autorizaciones para trabajos por cuenta propia solo contemplaba al Comprador-Vendedor de Discos Musicales Usados, con un paréntesis al lado: quedaba prohibida la venta de cintas grabadas ni discos compactos. Era, decían los documentos oficiales, atribución única de la red de establecimientos autorizados, lo cual cambió con el otorgamiento de licencias para piratear. Cuba constituye —ahora sí— el único lugar del mundo donde se paga impuestos por eso, y también el único que a estas alturas carece de una legislación al respecto, a pesar de los persistentes reclamos de muchos artistas en congresos de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), y otros foros.

El asunto se complica, sin embargo, porque gracias al pirateo de la TV cubana, las personas —estoy a punto de escribir las menos favorecidas— han podido tener acceso a películas y seriales estadounidenses de diversa calidad y factura —las hay, desde luego, “banales” si ese es el criterio—, pero de cualquier manera necesarias para la información ciudadana y para la conexión de la República con el mundo. “El Paquete”, por su parte, fue la solución destinada a reforzar el acceso a información más allá de los moldes oficiales.

Por último, pero no menos importante, en el panorama nacional de hoy han aparecido fenómenos inéditos. Una comunidad de cubanos afiliados al islam con apoyo logístico de los saudíes para las prácticas del Ramadán en una mezquita de La Habana Vieja. Por otro lado, una generación de pastores fundamentalistas haciendo exactamente lo mismo que en Bogotá o Miami, y con idénticas estrategias para el avivamiento en sitios tan distintos como Marianao, Cienfuegos, Nuevitas, Alto Songo y Camagüey. Este fenómeno sociocultural incluye, por cierto, el empleo de Facebook, Instagram e incluso de canales en YouTube para la diseminación de mensajes.

Foto: captura de pantalla, YouTube.

Vista de ese modo, la globalización, sus múltiples impactos y las comunidades transnacionales ponen en crisis la autarquía, el excepcionalismo, los cuerpos jurídicos y hasta las relaciones entre ciudadanos y consumidores, según lo ha subrayado Néstor García Canclini en un estudio clásico.

El problema es que el nacionalismo cubano suele ignorar todos esos datos y se posesiona de un lugar nostálgico para recrearse a sí mismo, según acaba de ocurrir con la evaluación en internet de las celebraciones de Halloween en la Isla. Unos echan a volar acusaciones contra los jóvenes bajo la premisa del “colonialismo cultural”. Otros, de caer ante el enemigo. En ambos casos se está ante un error de fondo, no solo por lo avanzado hasta aquí. Porque la cultura cubana ha sido siempre abierta y plurisensa. Y ecléctica desde su fundación.

Foto: Cuballama.

No veo entonces por qué reaccionar de esa manera contra un palimpesto cultural —en este caso, Halloween—que por otra parte fue al inicio una fiesta irlandesa y hoy se celebra en todos los confines de la cultura occidental, incluyendo México, con su nacionalismo y su maravilloso y poderoso Día de los Muertos.

Habría que recordar que cuando empezó a entrar el rock en Cuba, el hecho fue marcado como un fenómeno “extranjerizante” y de “penetración cultural”, formulación heteronormativa que ponía a la cultura cubana como ente pasivo en la posición del misionero. Algo parecido ocurrió más tarde con la entrada del hip hop. Ambas formas culturales, sin embargo, terminaron asimiladas por la cultura nacional cubana sin traumas ni desgarramientos. Como se sabe, hoy se hacen festivales y eventos de ambas, con toda la normalidad del mundo.

Disfraz de KKK en Calle G, La Habana. Foto: Dagoberto Pedraja/FB.

Halloween no es, pues, ni menos ni más que Santa Claus, que también está en Cuba. Y llegó para quedarse, como lo hicieron las Navidades, que no son una fiesta arahuaca sino religioso-cultural importada por la Madre patria. Y con nueces, avellanas, dátiles, castañas, manzanas y turrones de Alicante y Jijona, ninguno de los cuales era (es) de producción nacional.

Halloween en Cuba. Foto: Orlando Sentinel.

Si lo que preocupa, con razón, es que un joven haya acudido a la figura del KKK para disfrazarse durante Halloween, toda vez que se trata de una organización racista indisolublemente vinculada con los linchamientos de afro-americanos en el sur de Estados Unidos, habría entonces que hacerse las preguntas correctas.

La primera de esas preguntas podría ser por qué a esos muchachos de Secundaria/Preuniversitario no se les da en el currículo una asignatura que lidie con la esclavitud y el racismo, lo cual incluiría, entre otras muchas cosas, proyectarles y discutir un filme como El nacimiento de una nación, de Griffith.

La segunda está en el aire: por qué no suelen utilizar para disfrazare a personajes pintorescos de la cultura cubana, que están a montones.

De eso se trata, a mi juicio. No cuesta nada mirarse para dentro, como dice Silvio en “Resumen de noticias”.

“Este es un país de grandes olvidos”, subrayó una vez Don Eusebio Leal.

 

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