La familia: ¿diseño original o diseño cultural?

La Biblia fue escrita en un mundo superado, con instituciones hoy inaplicables.

La Habana, enero 2022. Foto: Kaloian Santos.

Menos de una semana nos separa del día en que se dispondrán las urnas para que el soberano decida, en referéndum, sobre el Código de las familias. Las campañas por el Sí o por el No se intensifican. Argumentos van y vienen. Entre las afirmaciones reiteradas entre quienes apuestan de manera vehemente por el No, está el respeto al “diseño original” de familia. Sobre los significados culturales, vistos también desde sus raíces lingüísticas, de esa afirmación y sus implicaciones en la Cuba del siglo XXI, converso, en apretada síntesis, con Douglas Calvo Gaínza, políglota, filólogo, filósofo, teólogo, lingüista, traductor greo-latinista y profesor de griego antiguo.

¿Qué tipo de familia postula el llamado diseño original?  

Respetable deber y derecho es el de preservar la familia nuclear (padre, madre, descendencia). Ahora bien, afirmar que esta constituye un “diseño original” surgido directamente de la Divinidad, y no de la experiencia y necesidad humanas, contradice los datos históricos y del sentido común, como bien demuestran las raíces de las palabras hoy en disputa.

Por ejemplo, “familia” en español procede del latín, famulus o “sirviente”. ¿Por qué? Pues porque los esclavos eran los juguetes sexuales legales de la familia esclavista. Ejemplo: Agar, aquella criada con quien el amo Abraham tuvo a su hijo Ismael, encarna prototípicamente la “familia”—servidumbre antigua.

Por demás, Abraham tuvo otras mujeres además de Sara y Agar. Pues poseía varias “concubinas” (Génesis 25:6), de las cuales conocemos a una: Cetura (1 Crónicas 1:32). Ciertamente, si el padre de la fe respetó ese supuesto “diseño original” que Dios nos exige, entonces imitarlo hoy también implicaría el implantar en Cuba la poligamia, y además resucitar la esclavitud.

Y sobran ejemplos bíblicos similares.

Otros dos vocablos acompañan los debates en cuestión: matrimonio y patria potestad. ¿Qué consideraciones deberíamos atender respecto al origen de ambos términos?

Lo que hoy se presenta como “diseño original” a menudo es un simple “diseño cultural”. Concretamente, una mezcla de tradiciones sociales judías y del Imperio romano.

Por ejemplo, en Roma el símbolo de las bodas era un velo que se le imponía a la mujer. Del vocablo latino para “poner velo” (nūbo) se derivan palabras aún hoy usadas en español, como “connubio” (bodas), “núbil” (muchacha casadera) y “nupcias”, Y en la iglesia cristiana, heredera de esa cultura mediterránea-palestina, la mujer debía usar velo perennemente (1 Corintios 11:10), simbolizando la autoridad del marido sobre su propiedad femenina. Y por eso las damas debían callar en público y preguntar sobre religión a sus esposos (1 Corintios 14:33-35).

Aquí la naciente Iglesia calca su entorno sociocultural. Profundizando: en la Roma Antigua las mujeres siempre estaban bajo la tutela legal de algún varón (tutela mulierum), al reconocérseles como de inteligencia inferior. Dicho tutor legal era o el esposo o el padre, y para librarse del tutelaje ellas debían tener tres hijos (ius trium liberorum). Por cierto, así mismo enseña Pablo: la mujer “se salvará engendrando hijos” (1 Timoteo 2:15).

Así llegamos a la raíz de nuestra palabra “matrimonio”. Se divide en dos partes: “matri” que viene del latín para “madre” (mater) y “monio” que proviene de una partícula muy antigua (posiblemente etrusca) que indicaba el acto de “ser algo”, en este caso, madre. El matrimonio antiguo no tiene nada que ver con casarse por amor, sino con los derechos legales que adquiría una mujer al ser mamá, pues la maternidad era el único oficio de aquellas mujeres.

Si las cristianas de la Cuba actual fueran a aplicar esos patrones al pie de la letra, tendrían que aceptar prácticas como estas:

  1. El padre determinaría si la mujer cubana se casa o no, y con quién. (Leer, por ejemplo, 1 Corintios 7:36-38).
  2. Habría muchas limitaciones sociales (en Roma, ambos cónyuges deberían ser ciudadanos libres, y no podían ser ni actores ni extranjeros. En Israel, un ministro religioso no podía casarse con una divorciada, Levítico 21:7, etc.).

Si una mujer cubana del siglo XXI desea que la casen (incluso siendo aún adolescente) con quién su padre desee, sin tener en cuenta sus sentimientos o preferencias personales, y anhela seguir todas esas regulaciones, puede hacerlo, es su derecho. Pero si otras mujeres no quieren tal cosa, como mínimo aquella deberá respetarlas y no condenarlas.

En cuanto a la “patria potestad” o poder del padre, representa la autoridad absoluta del patriarca que puede incluso mandar a matar a un hijo desobediente (Deuteronomio 21:18-21). Un caso típico es Lot, quien ofrece sus hijas vírgenes para que las violen en masa los delincuentes (Génesis 19:6-8). O también Jefté, quien o sacrifica en holocausto o enclaustra a su hija, para cumplir un juramento religioso (Jueces 11:31). Según nuestro Código en discusión, esas muchachas serían protegidas de ese accionar lesivo, y semejantes padres podrían ser —justamente— privados de su responsabilidad parental por arriesgar así la vida de sus hijas (Artículo 191.g).

Yo prefiero ser amigo de mis hijos, no su dueño; un amor mutuo, más que un poder mío. Además, entiendo que cada golpe a un niño es derrota para sus padres.

El Código de las familias y la decisión ciudadana

¿Existe en la biblia un solo tipo de familia?

En la Biblia hay múltiples ejemplos de familias no-monógamas. Por ejemplo, si se habla de “diseño original”, ¿cómo saber que la poligamia no forma parte de este, ni es aceptable ante Dios, si el Señor tuvo por santos a reputados polígamos como Jacob, David o Salomón?

Pero además, Agar e Ismael constituyen una familia monoparental (madre sola con su hijo, no tenido en matrimonio legal) que cuenta con la bendición Divina (Génesis 17:20, 21:16-20). Además, recuérdese a Ruth y Noemí conviviendo, incluso sin ser consanguíneas. También el citado 1 Corintios 7:36-38 pudiera interpretarse en griego como dos novios que nunca se casan, pero constituyen una familia espiritual. En la propia genealogía de Jesucristo hay uniones ilegítimas (como David y la mujer de Urías) que Dios prospera con descendencia.

Así, hay base para cierta flexibilidad en las propias Escrituras.

Pero realmente, la Biblia fue escrita en un mundo superado, con instituciones hoy inaplicables. Incluso el moderno Israel se ha visto obligado a modificar muchas costumbres arcaicas, y hoy acepta el matrimonio homosexual.

Tampoco pueden nuestras iglesias aplicar literalmente aquellos modelos familiares bíblicos, descontextualizados. Por ejemplo, las hijas de un padre que moría sin descendientes varones, solo podían casarse con hombres de su misma tribu (Números 36). ¿Dónde están las genealogías tribales de los matrimonios evangélicos cubanos? ¿Cómo cumplirán normas así?

Por último, hay que señalar el matrimonio por levirato, en que una mujer que quedaba viuda no podía casarse con quién quisiera, sino con el hermano del difunto, para darle descendencia al muerto (Deuteronomio 25:5-6; Mateo 22:23-28). La historia de Judá tomando esposa para su retoño, imponiéndole la viudez hasta que creciera su otro hijo, ordenando quemarla, etc. (Génesis 38) representa bien aquellas costumbres premodernas, que hoy se arremolinan contra nuestro Código de las Familias, que erige al amor en ley.

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