La Habana a un mes del tornado

Historias de alegría y dolor, gratitud e insatisfacción, se mezclan en La Habana treinta días después del golpe del tornado.

Milagros García y su hijo Dylan, de 3 años, a un mes del tornado que destruyó su casa en la barriada de Luyanó, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Milagros García y su hijo Dylan, de 3 años, a un mes del tornado que destruyó su casa en la barriada de Luyanó, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

La mañana del 28 de enero, la primera después del tornado, Milagros García vio cómo se habían venido abajo parte de su techo y algunas paredes. Un amasijo de escombros cubría el piso todavía húmedo y aplastaba sus muebles.

Su casa fue una de las casi 8 mil dañadas por el torbellino que arrasó varios municipios de La Habana. Pero entonces, no lo sabía. Su mirada se extraviaba en su tragedia personal.

Tomó a su pequeño Dylan, de 3 años, y lo abrazó con toda la fuerza que quedaba en sus brazos. Así la encontró la cámara de OnCuba en la barriada de Luyanó.

Milagros García con su hijo Dylan, su tía y su abuela, la mañana del 28 de enero de 2019, horas después del tornado que azotó La Habana y destruyó parcialmente su casa en la barriada de Luyanó. Foto: Otmaro Rodríguez.
Milagros García con su hijo Dylan, su tía y su abuela, la mañana del 28 de enero de 2019, horas después del tornado que azotó La Habana y destruyó parcialmente su casa en la barriada de Luyanó. Foto: Otmaro Rodríguez.

Un mes después, su rostro y su vivienda son otros.

“Nunca hubiese deseado que el tornado pasara, pero como dicen las personas mayores: tienen que pasar cosas malas para que pasen cosas buenas”, comenta.

La casa, que comparte con otros 11 miembros de su familia –su abuela, tíos, primos, sus dos hijos y su futuro esposo–, vive un ajetreo constante. Trabajadores de una cooperativa privada baten mezcla, levantan paredes, terminan el techo, arreglan el baño.

Es un retrato particular de lo que vive su barrio. Brigadas de constructores aquí y allá, de cooperativas y contingentes, de empresas estatales lo mismo de Matanzas que de Pinar del Río, se multiplican en varias cuadras a la redonda, justo donde el tornado asestó su golpe más letal.

Trabajos en la barriada habanera de Luyanó un mes después del tornado que azotó algunos municipios de la capital cubana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, al día siguiente del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en la barriada habanera de Luyanó un mes después del tornado que azotó algunos municipios de la capital cubana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, al día siguiente del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en la barriada habanera de Luyanó un mes después del tornado que azotó algunos municipios de la capital cubana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, al día siguiente del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Hospital materno "Hijas de Galicia", de la barriada de Luyanó, un mes después del tornado que azotó La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Hospital materno "Hijas de Galicia", de la barriada de Luyanó, un mes después del tornado que azotó La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en la barriada habanera de Luyanó un mes después del tornado que azotó algunos municipios de la capital cubana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, al día siguiente del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en la barriada habanera de Luyanó un mes después del tornado que azotó algunos municipios de la capital cubana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, al día siguiente del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en la barriada habanera de Luyanó un mes después del tornado que azotó algunos municipios de la capital cubana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, al día siguiente del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, un mes después del tornado que azotó La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, un día después del tornado que azotó La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, un mes después del tornado que azotó La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, un día después del tornado que azotó La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, un día después del tornado que azotó La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

“Trabajan hasta las 10 de la noche; lo paga el gobierno”, cuenta Milagros, quien puso a disposición de las reparaciones lo que le correspondía por un subsidio anterior que no había podido terminar por falta de materiales. Ahora aparecieron.

También han recibido donaciones de muchas personas, que en los días posteriores al tornado se volcaron a las calles a ayudar los damnificados. “Han pasado artistas, personalidades como [el psicólogo y profesor universitario Manuel] Calviño, el maestro [Carlos] Lazo, que vino desde Estados Unidos, grupos de varias iglesias…”, enumera agradecida.

“Nunca pensé que pudiéramos recuperarnos tan rápido”, asegura, y abraza otra vez a Dylan.

A su lado, para una última foto, se acomodan su otro hijo, Lenuán, de 12 años, y su abuela Edna, de 81, que aquella mañana de lunes lloró junto a su nieta al descubrir la destrucción. Ahora todos sonríen.

Golpes de pala y martillo se escuchan detrás como banda sonora. Tras el clic de la cámara, Dylan contrae el rostro y mira hacia el fondo, donde los trabajos no se detienen. Su madre le dice algo bajito; lo acaricia.

“Los ruidos de la construcción asustan al niño –aclara Milagros–. Todavía se despierta sobresaltado. Parece que le recuerdan el tornado. Pero gracias a Dios está bien de salud y la casa pronto estará terminada. Eso es lo más importante.”

Foto: Otmaro Rodríguez.
Milagros García a un mes del tornado que destruyó su casa en la barriada de Luyanó, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

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Para ir todos los días hasta su casa, en la zona oeste de Guanabacoa, Danaisy Alfonso tiene que tomar un taxi rutero hasta el centro del pueblo y luego caminar o tomar un ómnibus.

“Los taxis valen 5 pesos, pero a veces ni me cobran –nos dice–. Ya conocen mi situación.”

Su situación es que la noche del tornado un árbol cayó encima de su cuarto y la sepultó junto a sus tres hijas bajo los escombros. A duras penas lograron salir. Sus nombres engrosaron la lista de alrededor de 200 heridos que, junto a los siete fallecidos contados hasta hoy, dejó la tormenta.

A consecuencia de los golpes, la menor, de solo 11 meses, estuvo más de dos semanas ingresada. Las otras dos, de 3 y 7 años, y ella misma, conservan todavía no pocas cicatrices.

Afortunadamente, ya están recuperadas, pero ahora son otras sus preocupaciones.

Cuando supimos de ellas, dos días después del tornado, Danaisy iba junto a Emilenys –la hija del medio– rumbo al gobierno local en busca de una solución. No la tuvo de inmediato.

La pequeña Emilenys, de 3 años, muestra cicatrices dejadas por el tornado en su espalda. Detrás, su madre Danaisy. Foto: Otmaro Rodríguez.
La pequeña Emilenys, de 3 años, muestra cicatrices dejadas por el tornado en su espalda. Detrás, su madre Danaisy. Foto: Otmaro Rodríguez.

Pasó varios días con la más pequeña en el hospital, mientras familiares se hacían cargo de las otras niñas. Finalmente, le asignaron una brigada para la reconstrucción de su vivienda –una de las cerca de 2 mil que sufrieron derrumbes, entre totales y parciales, en toda la ciudad– y la albergaron en el otro extremo de Guanabacoa, en los límites de la zona conocida como El Roble.

Detrás, ya no hay más casas. Solo la parada de donde salen los taxis y una laguna de oxidación.

En el albergue está desde hace veinte días, con sus cosas que sobrevivieron y otras que le han ido donando, tanto autoridades –una cuna, catres, colchones, tanques de agua– como otras personas que han ido a visitarla y le han dejado desde ropa hasta una lavadora y una olla eléctrica.

Lo peor, dice, es la incertidumbre, no saber cuánto tiempo permanecerá allí. Aunque la reparación de su casa, subsidiada por el gobierno, ha ido avanzando, amenaza con llegar a un punto muerto: el techo de vigueta y bovedilla que, según el diagnóstico previo, deben ponerle, “no ha entrado [a los almacenes] y parece que no va a entrar por ahora”, cuenta que le han dicho los funcionarios a los que ha preguntado.

Como alternativa le proponen poner tejas, pero ella se resiste. Las anteriores volaron por el aire, retorcidas por el viento y el golpe del árbol fatal. Y las nuevas podrían sufrir lo mismo ante otra eventualidad. Sin embargo, si la solución ideal sigue demorando tal vez tenga que aceptar.

Trabajos en la casa de Danaisy Alfonso, en Guanabacoa, un mes después del tornado que destruyó su techo y las paredes de su cuarto. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de la casa de Danaisy Alfonso, en Guanabacoa, La Habana, dos días después de ser seriamente dañada por el tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en la casa de Danaisy Alfonso, en Guanabacoa, un mes después del tornado que destruyó su techo y las paredes de su cuarto. Foto: Otmaro Rodríguez.
Danaisy Alfonso, en su casa de Guanabacoa, La Habana, dos días después de ser seriamente dañada por el tornado del pasado 27 de enero de 2019. En el patio, una de sus vecinas. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de la casa de Danaisy Alfonso, en Guanabacoa, un mes después del tornado que destruyó su techo y las paredes de su cuarto. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de la casa de Danaisy Alfonso, en Guanabacoa, La Habana, dos días después de ser seriamente dañada por el tornado del pasado 27 de enero de 2019. En el patio, una de sus vecinas. Foto: Otmaro Rodríguez.

Para colmo, su casa quedó desconectada de la electricidad pública y, aunque asegura haber reportado el problema varias veces, los constructores deben terminar su jornada tan pronto la luz del sol empieza a declinar.

Cuando estos se marchan, su hermano se queda a dormir en la casa, para evitar que se roben las herramientas y los materiales.

El albergue, todavía en construcción, tampoco tiene las mejores condiciones. Danaisy agradece tener techo para ella y sus hijas, pero no se resigna a que deban bañarse con un cubo en la estrecha salita y, en lugar de instalaciones sanitarias, tener que usar un orinal. El baño, de momento colectivo, no está terminado.

Además, la niña menor, cuyo cuidado comparte con el padre, padece de una alergia casi constante por el polvo de las labores constructivas.

“Esto lo han ido haciendo con nosotras ya aquí –comenta–, incluso la meseta de la cocina y otros detalles interiores, porque se lo van a entregar a otros afectados. Todavía falta, pero temo que terminen antes que en mi casa y tengamos que mudarnos para otro albergue a seguir esperando. Algo tendré que hacer.”

Mientras, cada día toma un taxi para llevar a su hija mayor a la escuela y comprobar cómo avanza la reparación de su hogar. Cada día.

Danaisy Alfonso, en el albergue de El Roble, en Guanabacoa, un mes después del tornado que azotara La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Danaisy Alfonso junto a su hija Emilenys, de tres años, en el albergue de El Roble, en Guanabacoa, un mes después del tornado que azotara La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Danaisy Alfonso en el albergue de El Roble, en Guanabacoa, un mes después del tornado que azotara La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Danaisy Alfonso muestra el baño en construcción, en el albergue de El Roble, en Guanabacoa, un mes después del tornado que azotara La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Danaisy Alfonso muestra el baño en construcción, en el albergue de El Roble, en Guanabacoa, un mes después del tornado que azotara La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

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El polvo inunda la avenida Rotaria y sus alrededores. Una brisa caliente lo levanta a capricho, espesa el aire como un confeti que tiñe calles, paredes y autos de un color terroso.

No es difícil imaginar su consistencia: tierra seca, arena, cemento, partículas de suciedad que hace ya un mes vuelan de un lado a otro desde que el tornado barriera esta parte del municipio habanero de Regla.

Incluso es posible que desde antes. Cuesta saber cuánto ya estaba roto o cuánto en construcción, antes de la furia de los vientos.

Estar bajo el sol de la tarde, sin árboles ni fresco, parecería un castigo. Sin embargo, muchos están, porque la vida sigue y la única manera de salir del shock es no cruzar los brazos.

No pocos trabajan solos –con los materiales que les asignó el Estado o los que consiguieron por su cuenta–, o junto a las brigadas de constructores que el gobierno local mandó.

El trabajo es intenso en el reparto Modelo, donde casi todos los techos –incluido el de un edificio– se fueron a bolina y donde una semana atrás el trovador Silvio Rodríguez cantó a quienes la ferocidad de la tormenta les cambió la vida en cuestión de minutos.

Ahora, sin embargo, la música que rebota en las paredes a medio hacer y se filtra hasta en los agujeros de los dados y zapatas, es el reguetón.

Avenida Rotaria, en el municipio habanero de Regla, un mes después del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos de recuperación en la Avenida Rotaria, en el municipio habanero de Regla, dos días después del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en un edificio del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Edificio del municipio habanero de Regla, dos días después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en una casa del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en una casa del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Casa del municipio habanero de Regla, dos días después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Trabajos en una casa del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Casa del municipio habanero de Regla, dos días después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle del municipio habanero de Regla, pocos días después del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Entre callejones y patios comunes, donde árboles sin hojas y escombros todavía amontonados se alternan con bloques y lomas de arena, encontramos la casa de José Antonio Gutiérrez, Pepe Bigote, el anciano de 90 años con el que dio OnCuba pocos días después del tornado. Tiene un techo nuevo, está pintada. Ha sido una de las primeras en terminarse en la zona, nos dicen los vecinos, uno de los más de 700 “casos resueltos” en La Habana según reportes gubernamentales.

Pero Pepe no está, nos dice su hija cuando preguntamos por él. Tampoco logramos ver el interior. La mujer no está conforme con la terminación y masculla, parada en la puerta, que hubiese preferido que hiciesen los arreglos con más calma. “El fregadero se sale”, se queja.

A unos metros, nos recibe Osmany. Tiene nueve años y da vueltas entre los constructores del contingente Ñico López que trabajan en su casa.

Cuando pasó el tornado, se escondió en un closet junto a su madre y su hermanita e impidió que salieran hasta que todo había pasado. Durante varios días anduvo mudo, cabizbajo, pero cuando empezó la reconstrucción, volvió a ser el mismo de siempre. A jugar por el patio y cuidar las palomas de Lázaro, su padre, que sobrevivieron milagrosamente.

“Hasta pide que lo dejen hacer mezcla”, cuenta Lázaro, que nos pasa a la vivienda casi terminada. “Está quedando mejor que antes”, afirma mientras nos muestra el baño y la cocina ya azulejados.

En unos días los niños y su esposa, evacuados junto a su familia, podrán volver con él, que ha seguido durmiendo en la casa a pesar de las reparaciones. Entonces el tornado será para ellos como una lejana pesadilla.

El polvo, sin embargo, tardará en marcharse. Será, quizá, el último en hacerlo, el vestigio más persistente de la devastación. Quizás nunca se marche del todo.

Osmany, de 9 años, juega delante de los constrcutores que trabajan en su casa, en el reparto Modelo del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Casa de Lázaro y Osmany en reconstrucción en el reparto Modelo del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Casa de Lázaro y Osmany en reconstrucción en el reparto Modelo del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Las palomas de Lázaro y Osmany, en su casa en el reparto Modelo del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Foto: Otmaro Rodríguez/Archivo.
Trabajos de reconstrucción en el reparto Modelo del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista exterior de la casa de Pepe Bigote en el reparto Modelo del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista exterior de la casa de Pepe Bigote en el reparto Modelo del municipio habanero de Regla, un mes después del tornado del 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
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