Maravillas bajo tierra

Cuevas en Pinar del Río / Foto: Ronald Suárez Rivas

Cuevas en Pinar del Río / Foto: Ronald Suárez Rivas

Al menos por una vez, la sabiduría popular se equivoca. A pesar del viejo refrán que reza que entre cielo y tierra no hay nada oculto, los científicos aseguran que todavía queda mucho por descubrir.

Según Hilario Carmenati, un hombre que ha dedicado casi medio siglo de su vida a la espeleología, solo en Pinar del Río, existen miles de cuevas que aún no han sido exploradas.

“Hasta el momento, por ejemplo, en la provincia más occidental se han podido ubicar 41 estaciones de arte rupestre, pero bien pudiera haber el doble de las que conocemos”, dice.

Así también lo cree Miguel Boligán, un meteorólogo que en los últimos 20 años ha participado en incontables expediciones para el estudio de las cavidades subterráneas y la búsqueda de evidencias aborígenes o de cimarrones, y de los fósiles de animales extintos.

Se trata, dice, de una ciencia atípica, llevada a cabo por personas que no reciben remuneración alguna por lo que hacen.

Incluso, los medios para escalar o descender entre las rocas, y para orientarse en el interior de las cuevas, tienen que correr por su cuenta.

Pero la pasión por la aventura, por los descubrimientos, por acceder a un mundo velado para la mayoría de los humanos, compensa los peligros y las carencias.

Mirándolo fríamente, pudiera parecer un hobby con demasiados riesgos y escasos beneficios. Sin embargo, quien haya logrado adentrarse en las profundidades de la Gran Caverna de Santo Tomás, o atravesado el umbral de cueva Geda o de El Panal, allá en lo alto de las montañas de Viñales, seguramente dirá lo contrario.

Para Boligán, se trata de una actividad que ayuda a conocer cómo era la tierra hace miles e incluso millones de años, y cómo vivían nuestros antepasados. Y más allá de las cuestiones científicas, también permite admirar los más increíbles paisajes que el agua ha ido creando en las rocas a través de los siglos.

Formaciones que semejan cristales o grandes capas de escarcha, que descienden del techo o se levantan en medio de las galerías, o que surgen hacia los lados como orejas de elefante. Estructuras que todavía están en desarrollo o que ya terminaron de hacerlo y empiezan a “morir”, y si fueran sacadas de su entorno terminarían desintegrándose…

Dicen que no hay artista capaz de combinar colores de una manera más perfecta, ni de moldear figuras tan originales. Por eso, aunque la posibilidad de un accidente o de un derrumbe está siempre latente, no son pocos los que asumen con gusto los riesgos de hurgar en las entrañas de la tierra, sobre el origen del hombre y de la vida, y de las formas más bellas.

 

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