Recuerdos de la globalización

Crecí escuchando que el futuro pertenecía por entero al socialismo, con sorpresa y aprehensión oí el grito de “Hurra” en una de las Espartaquidas de los Ejércitos amigos celebrada en Cuba, el idioma ruso pasó de ser una opción radial más a convertirse en una asignatura regular en las escuelas. En alguna tribuna también se dijo que el inglés era el idioma del enemigo.

Se congratulaba y se premiaba el esfuerzo con un viaje a los países del este europeo, donde estaba el “socialismo real”, aquella sí era la “realidad” a la que debíamos aspirar. La panacea, la desconflictivización. Moscú estaba destinada cada vez más a ser la capital de la humanidad. Su antecedente más fuerte fue aquella Internacional que rectoraba a la izquierda desde la capital soviética, a la cual se opuso, entre otros marxistas, el italiano Antonio Gramsci.

Estaba el CAME como modelo comercial, se sustituyeron los entrañables lápices Batabanó por otros de grafito tenue, desaparecieron los peines cubanos marcas Kiko por otros polacos más débiles, las librerías se llenaban de ediciones MIR (donde nunca encontré a Anna Ajmátova ni a Marina Tsvietáieva), conocíamos a científicos rusos que habían descubierto o inventado casi todo, a otros nacionales de esas regiones que habían peleado junto a los mambises, sabíamos al dedillo los datos de la producción de petróleo, aceros y cereales de la URSS –siempre sin referentes–, el cine, la televisión (los “sanos” muñequitos de palo) cubrían su programación con la feliz tranquilidad que emanaba de aquella sociedad; parecía que hasta la dialéctica cesaba con la llegada de aquel socialismo. ¿Quién dijo que fue Fukuyama el primero en afirmar lo del fin de la historia? ¿No era el socialismo real una post historia?

Nunca imaginamos que toda esa asociación acordada, armónica, unánime, con un objetivo único, situada por encima de todo conflicto social, bajo un mismo lema, un día se vendría abajo.

Resulta que ahora escucho cada vez más voces –¿las mismas?– alertando sobre los peligros de la intención globalizadora, de la idea única, la desproblematización del arte, la cultura como “un eco repetido”, la unificación de códigos, de la presentación de esta realidad de hoy como “la realidad” verdadera e inevitable, etcétera.

Resulta paradójico que se tome como fenómeno nuevo y propio de un bando ideológico cuando precisamente crecí bajo un “destino manifiesto”, convencido de que el futuro pertenecía por entero a una sola idea, o a un solo modelo que ya había dejado atrás todos los conflictos. Ese arte “desproblematizado” de la propaganda llegada hoy de los grandes centros comunicacionales, que ahora denunciamos, lo conocí entonces desde las pantallas que llenaban los Estudios Mosfilm, o a través de los toscos KRIM 18, donde el noble policía siempre ayudaba a cruzar la calle a los niños y a la viejita, o en las publicaciones periódicas con jóvenes de rostros ahitos de grasa y felicidad pertenecientes al Konsomol o a los eficientes koljoses.

El escritor avileño Feliz Sánchez nos recuerda que: “La ideología marxista en el poder no tuvo contendientes legales. Los nuevos Marx no pudieron contar con una Gaceta del Rhim, los nuevos Engels no tuvieron un Duhrings con quien polemizar. Todo estaba hecho, acabado. Había pasado la etapa de la duda, de la elaboración, y nos encontrábamos en la fase de la ejecución” (1).

Ya lo escribí antes: “No olvido el gesto foribundo del poeta y crítico cubano Edy López Morales acusando de tendencioso y parcial al documental ¿Es fácil ser joven?, el cual presentaba a jóvenes soviéticos integrándose a raros cultos o vendiendo las medallas ganadas en Afganistán; luego ‘la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos’. Nada entonces nos daba señales de perestroika o de la caída de esos ‘pétreos muros del este’. La realidad ‘disipó lo irreparable de nuestros actos’, como adelantara el preterido poeta holguinero Delfín Prats, y ‘nos sorprendió buscando en medio de los salones encerados, interrogando a los manteles, releyendo tarjetas donde ya no figurarían nuestros nombres’” (2).

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Notas

1 Esto fue dicho por el escritor avileño en una Mesa Redonda organizada por la revista Temas a fines del 2004, citado por él en uno de los e-mails en los días del destape del “pavonato”.
2 Ver: Si creyera en la esperanza, Hacerse el cuerdo No. 11, publicación electrónica del Comité Provincial de la UNEAC de Villa Clara, Centroarte, www.cenit.cult.cu

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