Rogelio Conde, el peluquero de las estrellas

El espejo mágico de Rogelio/Foto: Aline Marie

 

A Rogelio Conde no le tiemblan las manos cuando agarra una tijera y un peine. Al contrario,  conoce como nadie dónde dar el primer corte, el primer “mochazo” que alivie la carga del cabello con un toque de sensualidad. Experto en la mezcla de tintes y la aplicación de sustancias decolorantes, Rogelio  tiene una característica que lo hace único entre los miles de peluqueros y maquillistas que existen en el país: él sólo arregla a las estrellas.

Testigo de las danzas y malabares de Tropicana, de los amaneceres trasnochados del Parisien y los trajes elegantes del Salón Rojo del Capri, Rogelio ha visto desde los camerinos la realización de su obra. “El mundo del cabaret es un mundo de mucha fantasía”. Fuera de los grandes espectáculos nocturnos,  por su sillón de peluquero ha desfilado un sinfín de artistas como Beatriz Márquez, Rosita Fornés, Farah María, Celia Cruz  y hasta la mismísima Beatriz Valdés cuando interpretaba el papel de Rachel en La Bella de La Alhambra.

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Rogelio no tiene preferencias. Sus más de cuarenta años de carrera han transcurrido por distintas manifestaciones artísticas como el teatro, el cine y la música. En esta última, resalta su huella en el  Festival de la Canción Cubana Adolfo Guzmán y en el prestigioso concurso internacional de canciones de la OTI.

Desde muy joven, siempre quiso ser famoso como uno de sus  clientes. Hoy, ninguno de sus vecinos en la barriada de Lawton pronuncia su nombre a secas, algunos hasta desconocen cómo se llama, pero eso sí, todos saben dónde  vive “El peluquero de las estrellas”.

-¿Cuándo se inicia como peluquero?

-A los  14 años. Desde muy temprano siempre tuve mucha inquietud por la peluquería. Comencé aquí mismo en Lawton, en la época en que las personas de piel negra como yo usaban el peine caliente y las tenazas.  Entonces no tenía una peluquería como ahora, pero mis padres me dieron la sala del cuartico donde  vivíamos para trabajar.

– ¿No encontró limitaciones en el camino?

– Sí. Fue terrible el comienzo. En los años 60 existían muchos tabúes con relación a los hombres que querían ser peluqueros oficialmente, o sea, legalizados. Primero, tuve que trabajar durante dos años en un asilo para obtener una plaza como barbero, la cual me pudiera validar en un futuro como peluquero, después de una evaluación. Y lo logré. Cuando me hicieron la prueba ya era un peluquero consagrado.

-¿Y cómo enfrentó la evaluación?

– Ese día llevé a figuras de primera talla como Gina León, Eva Rodríguez, Sarita Reyes y Diana Rosa Suárez. Ellas fueron mis modelos. Cuando comencé a peinarlas, los jueces enseguida me quitaron de la evaluación y me dieron uno de los puestos del jurado para que continuara calificando a los demás peluqueros. Al final, me dieron una  A por otorgamiento.

-¿Con qué artista comenzó su carrera?

-Con la cantante Beatriz Márquez. Con ella logré llegar a muchos programas televisivos como Saludos amigos Juntos a las nueve. Desde entonces, empecé a conocer a personalidades del mundo de la farándula y se me fue abriendo una puerta tras otra.

¿Cuál fue su trabajo en la película La Bella del Alambra?

Llevar a Beatriz Valdés de una hermosa joven de 27 años a una viejita de 72 como se ve en la última escena del filme. Por este  trabajo recibí premio en Italia y España.

-¿Cuánta preparación exige el cine para un peluquero?

Mucha. Con la película Amada, de Humberto Solás, tuve que estudiar los peinados de 1902 y hacer las caracterizaciones del maquillaje que se usaba en esa época para transportar a Eslinda Núñez  a ese tiempo. No fue nada fácil.

 ¿Pasa lo mismo con el teatro?

-Claro. Mira, cuando maquillé a  María Teresa Pina en la obra La gran tirana,  se necesitaba que alguien le diera a esta actriz la agresividad de La Lupe, una excelente cantante cubana que tuvo grandes problemas con el alcohol y la droga. Tenía que pintar el rostro de La Lupe en María Teresa. Creo que lo logré.

-¿Cuánto le ayudan sus conocimientos de pintura?

Soy un pintor frustrado. Siempre quise estudiar pintura, pero no pude. Aunque, bueno hago mis dibujitos de vez en cuando. Pero eso sí, un maquillaje necesita mucha creatividad a la hora de atrapar una expresión. En el cabaret, por ejemplo, todo es fantasía.

-¿Qué cambios ha impuesto la moda a la peluquería?

Las modas se repiten cada cierto tiempo. En el caso específico de los cortes son los mismos, solo que le han cambiado los nombres. El llamado corte siete capas, que tuvo mucha fama en los años ochenta y noventa, es lo que hoy todos conocen como degrafilado. Quizás aquel se hacía con tijeras y este con navaja, pero el resultado es el mismo. También sucede con el corte al cuadrado que ahora le dicen garzón.

-¿Cuál es su especialidad como peluquero?

-Las iluminaciones. Aunque, yo hago de todo. Derriz para las mujeres mestizas y coldwaues  para aquellas que tienen el cabello muy lacio y se lo quieren rizar. También doy tinte.

-Dicen que tiene preferencias por las mujeres.

Yo pelo lo mismo a hombres que a mujeres. Pero, las muchachas son fanáticas de mis cortes, sobre todo del degrafilado, el cual vengo haciendo desde hace mucho tiempo gracias a Yongueras, un excelente peluquero español que estuvo por unos días en el hotel Habana Libre.

-¿Celia Cruz era una de sus fanáticas?

La vida me dio la suerte de trabajar en dos ocasiones directamente con la cantante cubana Celia Cruz: una vez, en Nueva York y, la otra, en México. Imagínate, ¡cuántos peluqueros no habría tenido ella que le decían “La Reina de las Pelucas”! Sin embargo, la manera en que la peiné y maquillé le gustó muchísimo. Era una mujer muy alegre, siempre estaba haciendo chistes.

-¿Nunca ha tenido miedo a defraudar a sus clientes?

-Sí. Hay personas muy exigentes y, sobre todo, cuando vienen por primera vez  y uno no conoce sus gustos. Sin embargo, con aquel que ha visitado varias veces la peluquería siento un poco más de confianza.

-¿Y cuándo alguien no ha hecho la mejor elección?

-Cuando me piden un determinado corte de cabello y veo que no queda bien con el óvalo facial de la persona, trato de que cambie enseguida el tipo de peinado. Le doy vuelta y vuelta… hasta que lo logro.

 

 

 

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