CCPC, el premiado cabaret cubano de El Portazo

Foto: Claudio Peláez Sordo/ElToque

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En un ambiente carnavalesco, los actores pasan de la alegría al dolor y evocan puntos neurálgicos del contexto cubano. Satirizan consignas y supuestas decisiones de la dirección del país, que devienen luego en errores irreversibles.

Es la puesta en escena de Cuban Cofee by Portazo´s Cooperative (CCPC), del grupo matancero El Portazo, que a solo cinco años de creado recibió en los primeros días de este 2016 el Premio Villanueva de la crítica teatral en Cuba.

La obra (continuidad de otros éxitos como Antígona y Semen) se adentra, a través del escenario de un cabaret nocturno, en los conflictos de la Cuba moderna. Utiliza en el juego discursivo referencias históricas y las lleva a la contemporaneidad, a través de la desacralización de líderes, frases y pasajes.

El director de la joven agrupación Pedro Franco, argumenta que la creación de la obra “(…) fue un proceso bastante largo. Comenzó en junio de 2014 y se estrenó en mayo de 2015. Parte del grupo fue a Madrid para ver cómo funcionaba la dinámica dentro de los bares y los productos culturales en el ambiente de consumo, que es la base de la crisis económica que tiene el espectáculo. Por eso se explica en varias partes del texto que es una investigación económica, no solamente formal”.

“Convocamos a todos los que quisieran sumarse. Así entraron las transformistas que también forman parte del elenco. Hay actores de mucha experiencia hasta llegar a 14 sobre escena. Comenzamos solamente con cuatro y ya tenemos esa cifra”, explica.

Foto: Claudio Peláez Sordo/ElToque
Foto: Claudio Peláez Sordo/ElToque

Aunque se construye en el rejuego satírico, el espectáculo asume una postura optimista hacia el nuevo contexto surgido tras el 17 de diciembre de 2014. Mezclan simbologías, creencias, tendencias…y complementan esa originalidad temática con canciones representativas de cada época de la Cuba revolucionaria. Para atemperarse a los tiempos y “autogestionarse”, sufragan parte de los gastos de la obra con las bebidas que venden durante cada función.

“Este espectáculo aboga por recuperar la sabrosura si entendemos que la cubanía involucra eso de reírnos de nuestras propias desgracias, y que al final hay que evolucionar”, argumenta su director. “Lo que intentamos fue hacer un retrato del ADN del cubano y ponerlo a funcionar en escena. Lo demás, parte de los espectadores, que tienen muchísimas ganas de comunicarse y de permanecer. Creo que ahí radica el éxito.”

“Este teatro es sincero. Creo que hay demasiada vanidad y artesanía en muchísimas zonas de la sociedad, no solo en el teatro cubano y hay que buscar lo sincero. El espectáculo comulga con eso. No queríamos traicionarnos ni traicionar a nadie, sino ser consecuentes con todo lo que pensábamos, y ahí está el resultado. Yo quiero estar aquí siempre, de aquí soy, no me veo viviendo para en ningún otro lugar del mundo. Quiero ser útil aquí. Yo tengo una vocación muy martiana y la obra tiene ese arraigo”, afirma Franco.

Según Pedro, la puesta está concebida bajo el precepto martiano de “Con todos y para el bien de todos” y como uno de sus parlamentos indica “si alguien no comprende la trama…es que esto es incomprensible”.

“Estamos muy contentos con el premio Villanueva, y nos estimula, porque legitima un trabajo, una intención. Se trata del gesto, la intención de quedarse y hacer teatro aquí. Para encontrarle utilidad a lo que hacemos, lo que hace más llevadera la permanencia”, concluye.

Foto: Claudio Peláez Sordo/ElToque
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