Juanvi: ¿el transformista más longevo de Cuba?

Juanvi, a sus 93 años, en una actuación como transformista. Foto: Raúl Marchena.

Juanvi, a sus 93 años, en una actuación como transformista. Foto: Raúl Marchena.

En una de las tantas presentaciones que Ramón Silverio hizo con su proyecto “Yo me incluyo” durante 2017, se llevó una sorpresa en el poblado de Zulueta. Allí, junto a un público receptivo y entusiasta, lo esperaba un transformista de 93 años.

El espectáculo del proyecto de Silverio incluye transformistas, además de otros actores y actrices, y tal vez por esto Juan Vicente Garabito Sánchez, o Juanvi –como todos le llaman en la localidad villaclareña– decidió acercarse al director de El Mejunje y revelarle que llevaba sesenta años dedicado al transformismo.

Asombrado, Silverio se empeñó en llevarlo a Santa Clara. El pasado febrero Juanvi actuó finalmente para el público santaclareño, que lo ovacionó –y emocionó—con delirio, y poco después recibió un homenaje en su pueblo, en el cine donde había trabajado durante años.

“De jovencito me hice tabaquero, pero al triunfo de la Revolución las fábricas que había en el pueblo se trasladaron para La Habana y me quedé sin trabajo. Entonces fui para el cine y empecé a trabajar en la taquilla –narra a OnCuba–. Allí pasé toda mi vida laboral hasta la jubilación.”

¿Cuándo empezaste a adoptar roles de mujer?

Comencé en 1958. Desde chiquito, todavía niño, tenía la idea de que lo podía hacer. En el espejo grande de mi casa, en el segundo cuarto, me ponía y me trasformaba, hacía mis murumacas.

¿Cómo fue tu primera presentación ante público, en grande?

Pasó el tiempo pero yo seguía con esa idea, hasta que un día se organizó un espectáculo con artistas locales para recaudar fondos en beneficio de la Sociedad de Color del pueblo. Entonces le propuse a Peña, el director de la Sociedad, hacer un papel de mujer, doblar una o dos canciones vestido de mujer, pero me dijo que tenía que pensarlo.

Pasaban los días y yo le preguntaba a cada rato si lo habían decidido y él me contestaba que estaban  analizándolo. Hasta que un día lo llevé a mi casa y le dije que iba a poner un disco y hacerle una demostración, que tenía que hacerse la idea de que estaba viendo a una mujer. Cuando terminé, Peña me dijo que podía hacerlo, que preparara todo y él me avisaba.

Al otro día fui para la tienda, me compré telas y fui para la casa de mi vecina Olga que era costurera, le conté del proyecto y ella creyó que yo estaba loco. Le dije que me iba hacer un cuerpecito, que me tomara las medidas por ese cuerpecito y me hiciera la ropa.

¿Un cuerpecito?

Sí, me hice un cuerpo, a mi manera: las caderas, el busto. Cogí un pantalón viejo, lo piqué, le hice dos bolsitas a los lados simulando unas caderas. Me puse un ajustador, lo rellené con algodón y después sobre el pantalón me coloqué una faja y luego el vestido. Cuando la costurera me vio empezó a reírse pero le insistí en que me tomara las medidas. Me hizo un vestido de lo más lindo.

La Sociedad de Color hizo un programa donde se promocionaba la actuación de una artista de La Habana que venía a contribuir también con la Sociedad. Se anunciaba como Doris del Mar, ese fue el nombre que yo me puse como artista.

La gente, incluso mis compañeros del cine, me preguntaban quién sería la artista que se anunciaba, y yo les decía que estaba también intrigado, que no sabía. Llegó el día y me presentaron, elegantísimo, con un vestido de strapless y una peluca rubia.

Las pelucas en aquel tiempo no eran como las de ahora, de pelo, sino de un material parecido a soga; la mía me la prestó una señora que tenía una casa de moda en Placetas. La peluca me encajaba bien pero si movía mucho la cabeza y chocaba con el cuello por detrás, pues se salía.

Realicé mi doblaje de la canción bastante estático cuidando de no hacer movimientos bruscos para que la peluca no se saliera, pero al final de la canción, emocionado terminé levantando demasiado la cabeza hacia atrás y la peluca cayó al piso. Quería morirme, y en un segundo recogí la peluca y me fui corriendo, pero contrariamente a lo que pensaba, fue un éxito.

La gente decía: “¡Pero es Juanvi!” Yo había pensado quitármela al final, pero no así como pasó.

Entonces sentí los aplausos y las aclamaciones, al extremo que tuve que volver a presentar la misma canción ante los reclamos del público, pues solo había preparado una sola. La gente insistía: “Qué repita, qué repita”.

¿Después de ese día notaste algún rechazo o extrañeza hacia tu persona?

Absolutamente no. Desde ese día, cada vez que había un espectáculo me invitaban y me presentaba. Increíblemente con mi familia no tuve problemas, gracias a Dios; nunca me dijeron nada, seguí haciéndolo donde quiera que me invitaban.

¿Y en aquellos años duros de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), no tuviste problemas?

A  mí  no me afectaron, pero sí a un amigo mío homosexual, mucho más joven. Se lo llevaron a la UMAP sin más ni más. A mi aquello me conmovió mucho, me subió la presión. Tenía miedo, mucho miedo de que también me pasara a mí.

Un día alguien de la Dirección de Cultura de Remedios me dijo que no podía hacer más eso, que hiciera otra cosa, como Carlos Ruiz de la Tejera, pero a mí los cómicos nunca me han gustado. Pasó un poco de tiempo y volví y me mantuve en mi personaje contra viento y marea, no me importaron las advertencias.

Juanvi preparándose para actuar. Foto: Raúl Marchena.
Juanvi preparándose para actuar. Foto: Raúl Marchena.

¿Cuáles fueron tus escenarios como transformista?

Siempre lo hice por mi zona; por ejemplo, en los centrales azucareros hacían fiestas de fin de zafra y me invitaban. Sé que en otros lugares fue duro, se vio mal y hasta se reprimió, pero doy gracias una vez más a Dios que tuve la suerte de poder seguir haciendo mi arte.

Salí también en más de 25 carrozas; la última  vez fue en el 2007, cuando ya tenía 82 años. La gente se asombraba de mi postura, de cómo  permanecía estático sobre la carroza, en equilibrio. Porque los personajes de las carrozas en las parrandas deben permanecer estáticos, no como ahora que veo gente saludando al pasar. Las carrozas aquí son muy bellas, representan leyendas.

Por muchos años no conocí a nadie más que hiciera transformismo, era el único en toda esta zona. No había visto a nadie más y se me ocurrió.

¿A qué grandes divas imitaste?

En realidad, nunca he imitado a ninguna cantante. Escojo los temas que me hagan sentir, llego a creer que soy el que está cantando. Me concentro mucho en el trabajo, estudio las canciones, expreso lo que yo siento. Aunque las canciones que escogía se escuchaban en la voz de grandes artistas como Libertad Lamarque, Olga Chórens, Olga Guillot y Gina León, entre otras.

¿Cómo fue volver al escenario, cuando hay generaciones que no conocen tu historia?

He vuelto estimulado por Silverio. Cuando nos presentaron, él me dijo si estaba dispuesto a presentarme otra vez en un escenario, y cómo soy un poco arriesgado le dije enseguida que sí; entonces me invitó a El Mejunje.

No lo podía creer, yo había soñado con El Mejunje. Me decía: “quién me viera a mí en El Mejunje”. Cuando Silverio me lo dijo sentí algo fuerte, pero me repuse y le dije que sí, aunque le aclaré que ya yo no tenía ni ropas, zapatos, nada. Él me contestó que allá en Santa Clara tenía de todo eso, que no me preocupara. Unos días después me llamó que ya estaba todo preparado, pero llegó el ciclón Irma y hubo que posponerlo todo. Por fin se fijó la fecha para el 4 de febrero.

Después de tantos años, ¿sientes que has sido feliz?

Te digo que dentro de mi problema he tenido mucha suerte, porque ni mis padres ni mis hermanos, ningún familiar, me censuró. Tampoco nuca hablé con ellos de este tema. Mis hermanos me quieren y me respetan. A veces pensaba que me iban a decir algo cuando me teñía el pelo, o sacaba las cejas, pero no, nunca.

En el cine estuve de taquillero mucho tiempo y conozco a todos en el pueblo. Me quieren, nadie me señaló nunca, siempre fui aceptado.

Entonces puedo decir que he sido feliz, que lo soy. No obstante, hubiera querido ser de otra manera. Tuve parejas pero con mucha discreción, y le rogaba a Dios que me perdonara; nunca viví junto a nadie.

¿Por qué lo llamas “mi problema”?

Siempre que hablo de estas cosas digo “mi problema”, porque lo considero así; aún sigue siendo un problema en Cuba.

La aceptación la comunidad gay que crece en la sociedad cubana me parece bien, se ha ido imponiendo, pero no estoy de acuerdo con que algunos se vistan de mujer todo el tiempo; tampoco con el matrimonio gay. No critico esas cosas pero tampoco las comparto. Tal vez soy bastante conservador, muy a la antigua en esto. Pero así es cómo pienso y no creo que a mi edad vaya a cambiar.

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