Matrimonio igualitario en Cuba: un derecho irrealizado

Foto: Yailin Alfaro

Foto: Yailin Alfaro

Son las 4:20 de la tarde en Sagua la Grande, y como cada sábado Adrián espera la guagua con destino a Santa Clara. Me dice que en la parada de Sitiecito montará Yunier. Se buscarán entre el tumulto, se darán un beso en la cara, y compartirán el estrecho asiento.

Una hora después, cuando el vetusto ómnibus Girón llegue a su destino, Adrián y Yunier serán otros. Reirán como les gusta. Guardarán en las mochilas todas las cautelas. Tendrán sexo en la ducha de un hostal. Comerán en una paladar, donde no importa que se tomen de las manos. Se preguntarán por los estudios de uno y por el trabajo del otro, por la construcción en la casa y el abuelito enfermo… A eso de las 10 de la noche se irán hasta el centro cultural El Mejunje para olvidarse del mundo por unas horas.

Se olvidarán —me explica Adrián— de que los padres de Yunier (sus suegros) no quieren verlo ni en pintura, y hasta le cuelgan el teléfono cuando llama. Ni siquiera en su propia vivienda puede estar con el amante, porque su padre le advirtió que se la quitaba nada más metiera allí al primer maricón… Olvidar y vivir como pareja, eso es lo que quieren esta tarde, y lo que han querido por tres años y medio.

Sin embargo es 27 de junio y Adrián dice estar más contento. “En Estados Unidos ayer aprobaron el matrimonio gay, y olvídate, ellos son los que mandan en el mundo entero, tu verás que ahorita lo aprueban aquí”, asegura, con la credulidad de quien no confía mucho ni en su propia idea.

Mejunje sábado por la noche
El Mejunje, un lugar donde se habla el lenguaje de la inclusión y diversidad . Foto: EFE

La central ciudad de Santa Clara acoge desde hace más de dos décadas a cientos de personas que vienen desde los distintos municipios, y de provincias cercanas como Cienfuegos y Sancti Spíritus, para refugiarse en esa suerte de Meca gay que es El Mejunje.

Así le llama también Heydi, una espirituana que estudia en la Universidad Central Marta Abreu de las Villas y que sueña con casarse un día con otra mujer, y tener hijos juntas. Aunque ahora mismo duda que eso sea posible, a pesar del empuje pro defensa de la diversidad que protagoniza Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) e hija del presidente Raúl Castro.

“Hay dinosaurios allá arriba que no entienden, y le ponen las mil trabas”, asegura la joven.

“Allá arriba” no han faltado debates y tensiones, algunos visibles, como los generados en la Primera Conferencia Nacional del Partido y la discusión del nuevo Código del Trabajo; y otros más sordos, más propios de la reticencia todavía existente, que se ha vuelto menos visible porque de un tiempo para acá es políticamente incorrecto ser homofóbico.

“Muchos de los que en algún momento identificaron a los homosexuales como excrecencias de nuestra sociedad son los mismos que se oponen a una apertura total al tema. Son los que dicen que nuestra sociedad no está preparada”, valora punzante Heidi, muy cercana a los grupos que promueven institucionalmente el reconocimiento de la igualdad de derechos para la comunidad LGBTI.

El Mejunje es desde hace años uno de los sitios más tolerantes de Cuba, en gran parte gracias a la obra de un hombre que no esperó “por las condiciones propicias”. Un adelantado que también debió enfrentarse a posturas conservadoras para defender su causa. Ramón Silverio es el líder de un lugar donde está prohibido prohibir.

“En Cuba no se esperó a que los machistas se pusieran todos de acuerdo y entendieran la igualdad de género para incorporar plenamente a la mujer dentro de la sociedad. No aguardamos tampoco a que desapareciera el racismo para reconocer que todos los hombres son iguales ante la ley. De modo que no hay que esperar a que nuestra sociedad vea la unión entre dos personas del mismo sexo como algo totalmente normal para plasmarlo en las leyes. Por el contrario, son las leyes las que deben moldear al hombre, fijar pautas, eliminar las injusticias, barrer prejuicios y asegurar los derechos de aquellas personas con una orientación sexual distinta”, argumenta Silverio.

Ramón Silverio también actúa en el Mejunje. Foto: Carolina Vilches
Ramón Silverio también interpreta personajes en las celebraciones del Mejunje. Foto: Carolina Vilches

Hace más de 15 años en Cuba varios sectores claman por una modificación del Código de Familia, con la cual sea admitida, al menos, la unión consensuada entre dos personas del mismo sexo, como paso previo al reconocimiento del matrimonio entre ellos. Pero ¿por qué solo incluir esta progresividad limitada?

Según juristas consultados, el actual Código de Familia reconoce en su artículo 2 que: “El matrimonio es la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común”. Y como la Constitución registra al matrimonio de una manera similar, no es posible cambiar el Código de Familia sin modificar también la Constitución.

Pero ni siquiera ha llegado al órgano legislativo esa propuesta de nuevo Código de Familia y tampoco figura en los cronogramas de discusión.

“En Cuba la discriminación hacia los homosexuales dejó de ser frontal y ahora funciona desde la negación, desde la sordera o la ceguera”, asegura Joel, estudiante de Derecho en la universidad santaclareña. “Eso es perfectamente posible en un país que tiene el parlamento más grande del continente, pero donde se suele asentir unánimemente lo que deciden unos pocos. Entre esos pocos todavía hay quienes siguen viendo a los homosexuales como palomas”, opina el joven, que se reconoce bisexual.

Adela  la delegada

Adela Hernández, enfermer, única persona transgénero electa delegada del Poder Popular en Cuba / Foto: SentidoG.
Adela Hernández, enfermera, única persona transgénero electa delegada del Poder Popular en Cuba  Foto: SentidoG.

La elección de la primera delegada de circunscripción transexual fue noticia hace más de dos años. Adela, la primera persona transgénero en ocupar una responsabilidad gubernamental en el país, demostró que en su caso la población estaba más preparada para reconocerla que las estructuras de poder.

A su modo, desarreglado y sincero, la enfermera del hospital de Caibarién cree que Mariela Castro está en una posición difícil. Ser la hija del Presidente le puede servir tanto para que la escuchen como para que la frenen. No obstante, a su empuje y al de los grupos de activistas del CENESEX se les deben los cambios perceptibles hacia la aceptación de la diferencia, operados en la opinión pública cubana durante los últimos años.

María Teresa tiene 56 años y confiesa que no podría explicarle a su nieto la unión de dos mujeres como algo normal. “Eso es una desviación y mostrárselo a los menores puede llevarlos a comportamientos similares. ¡Por favor, ni hablar! Bastante lejos han ido ya con las novelas en la televisión”, sentencia con cierta afectación. María Teresa no está sola.

Por eso quizás tenga razón Adrián, el sagüero, y de la misma manera en que influyó a escala mundial la exclusión en 1990 del homosexualismo de la lista de enfermedades de la OMS, la ley del matrimonio igualitario en los Estados Unidos logre una marcada repercusión en otras partes del mundo.

Los amigos de Adrián y Yunier, en cambio, dudan del peso que sobre la balanza de los derechos para los LGBTI tenga en Cuba la decisión de la Corte Suprema norteamericana. “Haría falta que se convirtiera en un meteorito civilizatorio en este parque jurásico”, bromean, apretujados en el tumulto de asistentes al espectáculo de Roxana Rojo y otras trasvestis de la noche santaclareña.

Para ellos la Cuba progresista, la de los logros sociales, la de la búsqueda de la justicia, se está quedando atrás en materia de derechos sexuales.

Foto: Yailin Alfaro
Foto: Yailin Alfaro
Salir de la versión móvil