Temores sordos

Foto: Magalys Carreto

Foto: Magalys Carreto

Es viernes y apenas se despierta la ciudad de Matanzas. El céntrico Parque de la Libertad emana nuevos olores que recuerdan que la cerveza de carnaval es un excelente diurético.

Piculí, después de tomar unas cuantas pergas de la bebida, duerme en su inseparable carretilla frente al kiosko del Pan con Perro. Allí todos lo conocen y hasta respetan su siesta. Seguro sueña con su etapa de pescador, cuando salía en su bote a la bahía y regresaba cargado de pargos, rabirrubias… sanos placeres que un día el alcohol se llevó. Ahora solo le queda desandar la ciudad detrás de materias primas para luego venderlas y sobrevivir.

Pudiera parecer una mañana normal. Pero no será así. Al menos no para Noraisy y Nereyda, dependientes del popular kiosko de “los perros”.

Al filo de las nueve de la mañana, ambas gastronómicas tienen listo todo. En los últimos tiempos ha crecido la demanda del producto que expenden, pero no porque haya mejorado la calidad. El milagro ha sido obrado por la WiFi de ETECSA instalada en el céntrico parque.

Transcurrida una hora de trabajo, Nereyda, señora que ya pasa los 50 años, le dice a su joven compañera de labores que va a salir un momento, hasta la esquina, a comprar unos cigarros. En ese instante arriba al lugar un muchacho de unos 30 años. Como es natural, le pide a Noraisy un pan y un refresco.

En los pocos segundos que ella necesita para preparar el pedido, casi de espaldas al cliente, entra otro joven de similar edad y toma a la carrera el dinero de la caja. Noraisy, agitada, pregunta al muchacho que esperaba por la orden, si conoce al otro que le acaba de robar, pero el joven, quizás aturdido por la sorpresa, o quizás cómplice, aludió que no se dio cuenta de que había tomado nada… y también salió corriendo.

Los sucesos del Pan con Perro no son los únicos de este tipo en la urbe matancera. Tres días antes le habían arrebatado el celular a una señora que llegaba al Parque de La Libertad para usar la conexión WiFi.

Una semana atrás par de individuos asaltaron a punta de pistola la pequeña tienda de la cadena TRD La Esquina, ubicada a solo dos cuadras del Pan con Perro, exactamente en las intersecciones de las calles Milanés y Manzaneda. La trabajadora del establecimiento, quien aún se recupera de las lesiones, fue tirada al piso y maltratada durante el atraco.

El incremento de sucesos de esta naturaleza, que no figuran en la prensa oficial, ha llevado a extremar las medidas de seguridad en la también conocida como Atenas de Cuba. Y la instalación de zonas WiFi en áreas con problemas de iluminación o insuficiente presencia policial también ha sumado riesgos, ahora que ante tanta euforia algún malandrín pudiera sacar provecho.

Desde hace varios años, en Cuba no es infrecuente ver enrejados una casa o un punto de venta, a manera de conjuro contra la delincuencia. Nos encarcelamos para protegernos ante un medio que se nos empieza a volver cada vez más hostil. “Enjaularse” es la alternativa que van a tomar también con el local que atienden Nereyda y Noraisy, las dependientas atracadas.

Aquel viernes, el corretaje y la bulla interrumpieron el sueño de Piculí. Cuando abrió los ojos y vió la patrulla frente a él, se le olvidó la resaca. Sobre sus chancletas maltratadas por el tiempo Piculí emprendió una salida a la carrera, como si el maleante fuera él. Con una letanía incontenible se despidió: “Voy echando que aquí no pica”.

Piculí es uno de esos personajes de la ciudad no tienen nada que enrejar. Foto: Magalys Carreto
Piculí es uno de esos personajes de la ciudad no tienen nada que enrejar. Foto: Magalys Carreto
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