Donde acaba el cielo comienza el sky

Foto: Sayli Sosa Barceló

─Cuando se trata de extrañar, se extraña hasta el cielo─ dice ella, apenas un segundo después de que la lucesita verde indique el “break”, una pausa en su trabajo, una posibilidad para hablar conmigo. “Aquí no tengo mucho tiempo de mirar pa´rriba, pero no es igual, te juro que no”.

Lo dice ella que, alguna vez, mató el aburrimiento tratando de descubrir figuras en las nubes y que, en las noches, localizaba sin esfuerzo ni telescopio par de constelaciones, mientras los demás solo atinábamos a echar la cabeza atrás y abrir la boca, confundidos entre tanto punto titilante en la oscuridad.

“Habrá que preguntarle al Dr. Rubiera si, efectivamente, el de Cuba es un cielo único, distinguible como el de los londinenses, que dicen es plomizo y gris; o como el polar, con tantas luces y colores”, le escribo.

Silencio. El chat no me devuelve ni siquiera una manito azul, con el dedo hacia arriba. Nada. “¿Estás? ¿Se terminó el break?”…

─Sí (estoy). No (aún no termina el descanso). Vamos a hablar de pelota, ¿quieres?…

─¿Por qué?

─Porque pensar en el cielo de allá y no verlo me ha dado ganas de llorar.

Foto: Sayli Sosa Barceló
Foto: Sayli Sosa Barceló
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