“Hay que publicar esa literatura del exilio” (I)

Arturo Arango es sin lugar a dudas uno de los más reconocidos narradores cubanos de su generación, y un intelectual, que a la par de su labor de creación propiamente dicha, siempre ha sostenido un permanente estudio de la realidad que le circunda. Por tanto no es casual que OnCuba haya querido conversar con Arango acerca de la situación actual de la Literatura Cubana toda, la que se hace en Cuba y fuera de Cuba, y la relación entre las producciones que nacen separadas atendiendo al espacio físico.

¿Cómo evaluaría el momento actual en cuanto al acceso del lector de la Isla a la obra de escritores cubanos que residen en el exterior?

Tengo la certeza de que el acceso del lector que vive en la Isla a las obras que se publican fuera de Cuba es muy, muy insuficiente, y no solo de las obras de los escritores cubanos que residen fuera sino de muchos que desde dentro de Cuba publican en algunas editoriales no cubanas. Creo que es una tarea pendiente que tienen nuestras instituciones.

Sé que actualmente en el Centro Dulce María Loynaz se está preparando un espacio para adquirir o recibir donaciones de libros de autores cubanos que han publicado en editoriales extranjeras, acción que será bien acogida por muchos escritores cubanos que están fuera; lo comenté con algunos que incluso me dijeron que estaban dispuestos a donar sus bibliotecas completas a las instituciones cubanas. Para que eso sea posible es necesario que Cuba (el gobierno, las instituciones) costee los traslados y otros gastos, y ya sabemos que las instituciones cubanas pueden carecer de recursos para acciones de esa naturaleza.

Pero sí, hay una zona notable de la literatura cubana contemporánea que no se publica en Cuba, y a la cual el lector, y creo que ni siquiera los críticos, tienen acceso.Son libros que entran por diversas vías, pasan de mano en mano, de acuerdo con el interés que despiertan tienen más o menos difusión, pero siempre es una difusión no acogida todavía institucionalmente.

Nosotros ahora mismo en La Gaceta de Cuba, desde el número tres de este año, hemos iniciado dentro de la sección de Crítica la publicación de unas pequeñas notas solo para dar cuenta de acciones de la cultura cubana realizadas fuera de la Isla, de cualquier tipo, no solo sobre literatura.

Recibo algunos libros de amigos escritores que residen en el exterior, y estamos aprovechando las informaciones que nos llegan, estamos haciendo una pequeña red para tener esas informaciones y al menos dar la noticia de que el libro, la exposición, el concierto, la película, existen.

Esa carencia es muy fuerte en la literatura, en la creación misma, pero creo que lo es más aún en los estudios académicos. Desde hace muchos años en la academia, sobre todo norteamericana, hay instalados muchos profesores e investigadores cubanos que están haciendo obras serias, con puntos de vista diversos, con un instrumental teórico por lo general sólido, y esos estudios mayoritariamente se desconocen en la academia cubana, lo cual tiene para nosotros muchas veces el efecto de “descubrir el café con leche”, es decir, que desde acá se hacen tesis de licenciaturas y de doctorados sobre figuras importantísimas de la literatura y del pensamiento cubanos, y esos estudios desconocen lo que ya se ha hecho en ese terreno o en otras partes del mundo. Me parece que es un asunto crucial a resolver cuanto antes.

¿Ocurre al revés este fenómeno?, ¿allá se realizan trabajos que desconocen las investigaciones cubanas?

Ocurre, pero menos, pues allá hay más acceso a lo que se hace aquí y sobre todo en los Estados Unidos, no digamos España, México y otros países, pero en los EU hay bibliotecas que están muy bien nutridas de la literatura y de la prensa cubana, no solamente de hoy.

Por ejemplo, un investigador tan acucioso como Carlos Espinosa Domínguez ha encontrado joyas de la colección del Diario de la Marina que está en alguna biblioteca de la Florida (no recuerdo si en la Universidad de la Florida o en la de Miami). El libro que publicó Ediciones Unión, preparado por Carlos, con la totalidad de las “Sucesivas o Coordenadas habaneras”, de José Lezama Lima, salió de la investigación con esos archivos que aquí no están completos.

Debemos tener en cuenta que aquellas son bibliotecas digitalizadas, y un sistema que permite una gran circulación de libros entre las propias universidades. En ese sentido, nos llevan una ventaja considerable que no creo que podamos alcanzar en un corto o mediano plazo en términos de facilidad de acceso a la información. La ventaja nuestra es que somos más pequeños, somos menos y pudiéramos ahora aprovechar también la digitalización; estoy seguro de que hay muchos estudios, muchos libros que pudieran estar en soporte digital y uno pudiera ir a la biblioteca y copiarlos en la memoria flash. Pero esa, como otras, son acciones que hay que hacer con urgencia.

¿Piensa que la literatura que hacen los escritores cubanos de la diáspora en otros idiomas, es literatura cubana?

El tema de literatura y lengua es complicado y creo que el mundo contemporáneo presenta fenómenos de transnacionalidad que cada vez van haciendo menos útiles ciertos gentilicios.Tengo la impresión de que hay también un factor que tiene que ver menos con el idioma -y esto no tiene ninguna fundamentación teórica, sino que es una intuición-, que con una actitud de pertenencia del escritor.

Hay un doble ejemplo que a mí me sirve mucho: el de Mayra Montero y el de Achy Obejas. Mayra Montero con los años se ha ido acercando a la literatura cubana, pero nació como escritora en Puerto Rico, en un ámbito literario muy afín a sus intereses estéticos, con la misma lengua, y se formó como una escritora puertorriqueña, no tuvo diferencias con el espacio en que se constituyó como escritora.

Achy, por el contrario, se formó en los Estados Unidos, escribe en inglés, salvo algo de su poesía, pero toda su narrativa, todas sus novelas, creo, están escritas en inglés, sin embargo, siempre se ha sentido una escritora cubana, porque todo su sistema de referencias, su universo imaginativo y sus afinidades literarias son cubanos. Todo ello complejiza más este asunto.

Las dos vienen frecuentemente a Cuba, han sido publicadas aquí, y no hay en sus casos ruptura política, ni rechazo, todo lo contrario, pero por la manera en que se formaron y por el sentido de pertenencia que desarrollaron una vez que fueron escritoras, son dos caras distintas de la literatura cubana, una mucho más puertorriqueña que cubana en su obra, y otra que es más cubana que norteamericana en su escritura.

Esa transnacionalidad de la que te hablaba es creciente, cada vez se borran más las fronteras nacionales, lo cual desde Cuba se siente menos, quizás, porque toda la cultura cubana es muy egocéntrica, el sentido de Isla nos hace que sea también una cultura muy autorreferencial. Pocas veces establecemos puentes con otras literaturas, incluso de la misma lengua. En los estudios literarios cubanos casi nadie asocia a un escritor de aquí con sus pares de Hispanoamérica, como tampoco se asocian procesos que pueden ser cercanos o contrastantes. Todo ello a pesar del magnífico trabajo de la Casa de las Américas, de los 60 para acá, o de antecedentes en que sí había una idea continental de la literatura, como la poesía coloquial, el boom de la novela.Volvimos a parcelarnos y ahora es una literatura muy cerrada en sí misma.

Pero me parece que los que están afuera piensan de una manera distinta, y por supuesto los que están en España, en México, incluso los que se mueven por Europa, obviamente van desarrollando otro sentido de su pertenencia nacional.

El caso de los cubanos es un tanto excepcional. Suele haber un interés por la actualización y el intercambio constantes con la realidad de aquí, que de alguna manera impide que se asimilen por completo a otras realidades y que pierdan su sentido de pertenencia hacia Cuba.

¿Es en su opinión suficiente la publicación en la Isla de trabajos críticos acerca de la obra literaria de escritores cubanos de la diáspora?

Aunque ha crecido un poco la publicación de trabajos críticos en Cuba acerca de obras de escritores cubanos que se publican en el exterior, siguen siendo muy insuficientes y, por supuesto, si las obras de los autores que viven fuera del país no se conocen y no hay un centro todavía donde puedan encontrarse, es mucho más difícil tener esos acercamientos críticos.

Sí creo que el problema se ha aliviado un poco por las relaciones entre los que estamos acá y los que están allá, que mayoritariamente han ido dejando de ser antagónicas.Por aquí y por allá persisten algunas exasperaciones, pero en general las relaciones se han sistematizado y eso resulta en un aumento de la divulgación en Cuba, ya sea de mano en mano, de las obras que se editan en el exterior.

A mí me inquieta el desconocimiento de la literatura que se publica fuera de Cuba también en el sentido de la concepción del corpus literario cubano. Cuando te preguntan sobre la literatura cubana tienes que aclarar: ¿A cuál te refieres? ¿A la que se publica en Cuba?¿A la que se publica en español? ¿A la que se publica en América Latina? Y creo que para cualquier crítico literario es muy difícil alcanzar el dominio o tan solo la noción de esa totalidad tan dispersa.

Hay estudiosos que han intentado sistematizar ese trabajo. De los que están fuera, ya te hablé de Carlos Espinosa. Carlos publica regularmente reseñas de libros de autores cubanos en Cubaencuentro, y sostiene un equilibrio muy inteligente, muy bien pensado, ocupándose de libros publicados dentro y fuera de la Isla. También Vitalina Alfonso se ha dedicado a rastrear la obra de escritoras cubanas -nosotros recientemente publicamos una excelente entrevista que le hizo a Daína Chaviano-, y otros temas de la literatura cubana del exilio. Pero no son muchos los que se han consagrado a seguir esa línea, y estoy seguro de que cualquiera puede aportar nombres de autores publicados en el exterior que otros no conocen.

¿Te dice algo el nombre de Alejandro Hernández? Es un guionista de importantes películas españolas y narrador. En el 97 ó 98 publicó una excelente noveleta que se llama La milla, en la colección Pinos Nuevos.Vive en España y tiene al menos dos magníficas novelas publicadas allí, Algún demonio y Oro ciego, que es posible que aparezcan ya en Cuba, pero aquí se le conoce muy poco, incluso como guionista.

¿Cuál cree que sería el aporte de estos estudios críticos al tema?

Ante todo, creo que sería dar a conocer a esos escritores en Cuba, colocarlos en el corpus literario nacional.

Tuve la oportunidad de conocer a Gastón Baquero cuando era muy anciano y estaba viviendo en un asilo en Madrid, fue amabilísimo. Él, que había sido muy reaccionario en su juventud, vinculado al Diario de la Marina, cercano a Fulgencio Batista y a Leónidas Trujillo, en ese momento ya estaba más allá del bien y del mal, había pasado por las etapas políticas de su vida y tenía una ansiedad enorme por ser reconocido en Cuba; me dio la impresión de que se había dado cuenta de que su trascendencia literaria dependía sobre todo de que fuera conocido y reconocido en Cuba.

Ahí hay una labor que la crítica ya ha emprendido, pero en la que falta mucho por hacer: cómo colocar a estos escritores en el corpus de la literatura cubana, en qué lugar están, qué le han dado a la literatura cubana sus obras, cómo la cambian, cómo abren nuevos caminos. En Cuba se han publicado importantes estudios sobre el mismo Baquero (de Walfrido Dorta), sobre Mañach (Duanel Díaz), Cabrera Infante (Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco), entre otros, y está además la enorme difusión que ha brindado La Gaceta de Cuba a lo que se ha dado en llamar “literatura de la diáspora”.

Ahora, por ejemplo, Jorge Luis Arcos acaba de publicar en España un excelente estudio sobre la obra de Lorenzo García Vega, un escritor muy desconocido en Cuba. Pero el libro apareció en España, con lo que volvemos a lo mismo: la serpiente se muerde la cola.

“Hay que publicar esa literatura del exilio” (II)

Por Susana Méndez Muñoz

Fotos de la autora

 

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