Las cuentas de Juan Kubala: Rusney

Rusney Castillo

…porque 2×2 siempre son 4

Los millones siguen danzando de manera irracional en la pelota, y he aquí que un jardinero como Rusney Castillo –más dotado con la vitamina Assafa Powell que con el mineral Usain Bolt- acaba de recibir 72,5 millones para vestir la mítica franela del Boston Red Sox.

¿Valdrá tanto el outfielder avileño? Para mi gusto, no. Como tampoco José Ariel Contreras merecía los 32 que le pagaron unos enajenados New York Yankees. Y para poner más alta la varilla, ni siquiera Alex Rodríguez hizo méritos para alcanzar aquellos 250 que erizaron la piel del universo, con todo y que en su caso se trataba del mejor bateador del pasatiempo.

Como dirían los viejos, en Grandes Ligas “le han perdido el respeto al dinero”. Cualquier desconocido con un par de herramientas notables hace un grupo de presentaciones y termina recompensado con salarios superiores a los siete millones por campaña. Pobre Babe Ruth: tanto jonrón para que solo le pagaran 80 mil en sus mejores años…

En un campeonato donde el sueldo mínimo es de 500 mil dólares por temporada, cabe esperar dispensas como la que los bostonianos han tenido con Rusney. Que es un pelotero ligeramente por encima de la media y proviene de la fábrica cubana -cuyo prestigio se ha revitalizado últimamente-, pero no es esa clase de figura que marca diferencias o arrastra a la manada.

Atención: nada (absolutamente nada) tengo en contra del muchacho, de quien espero que se convierta en un jardinero central del día a día, y no en el cuarto outfielder del que hablaron unos cuantos scouts en su momento. Goza de reacciones adecuadas, cubre abundante pasto, tiene brazo, y en Cuba siempre pudo blasonar de piernas muy veloces y buenos contactos en el home.

¿Será que esas virtudes le bastaron para elevar la puja hasta 72,5 millones? Porque el Rusney Castillo que recuerdo era un hombre de poder ocasional, y ya sabemos que la facultad más cotizada en el béisbol es la de colocar pelotas en las gradas. ¿Algo ha cambiado, entonces?

A todas luces, sí. El moreno cuenta ahora con veinte libras por encima de las 185 que solía pesar entre nosotros, y esas veinte nuevas libras –huelga decir, de puro músculo- podrían aportarle a su swing un plus de fuerza. (Ciertamente, con el poder se nace, pero no hay un decreto que prohíba su cultivo).

De hecho, en el showcase que realizó en Miami se le vio despachar varias Rawlings por distintos sectores del terreno. En las imágenes que han llegado a mis manos da la impresión de que su bate emprende ahora un barrido más feroz, aunque persiste en ese largo recorrido de swing de los cubanos, un vicio comprensible dada la lentitud de los lanzadores en la Serie Nacional.

Conexiones más largas con relativa preservación de la velocidad: buena noticia. Sin embargo, repito, me sabe a exagerado ese contrato para un atleta de 5 pies 9 pulgadas cuya característica esencial no será nunca la de mandar pelotas rumbo a la estratosfera. De golpe y trastazo, el recién llegado ganará más que sus homólogos Yasiel Puig (6’3″, 245 libras), Jorge Soler (6’4″, 215) y Yoenis Céspedes (apenas 5’10”, pero con una robustez de fisiculturista).

Si pasará o no por las Menores, es todavía dudoso. Probablemente sufra al inicio con las rectas de 95 millas/hora o más, en el proceso de acortar el swing y reajustar los movimientos. Todo es incertidumbre a estas jóvenes alturas del encuentro. Todo, menos algo que su coequipero Céspedes, afortunadamente, le enseñó:

“Este es el mismo juego. Es un béisbol de mejor calidad, pero es el mismo juego. No puedes tratar de ser alguien que no eres. Sólo sé tú mismo, juega de la misma forma, y todo va a estar bien”.

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