MLB y Cuba: palabras del silencio

La Major League Baseball (MLB) y Cuba están divorciadas. No se asumen la una a la otra. Pero ambas, a la larga, terminan en una dependencia sublime, repleta de actores y conflictos, al punto de entretejer, sin percatarse, una correspondencia apócrifa.

Hoy los peloteros cubanos levantan la vista para mirar a la MLB buscando un cambio. Es en ese escenario donde pueden ponerle una cota acorde a su talento y llegar a ser tasados por un monto económico ajustado a las lógicas mercantiles que rigen el universo deportivo.

El salto de la Serie Nacional al Big Show no asusta. Los cubanos que practican el béisbol y se creen con capacidades suficientes para probar fortuna no se lo piensan dos veces; incluso existen quienes, aun conociendo su falta de nivel de cara a la máxima competición, también se lanzan en busca de un cambio de frontera.

Desde hace un par de décadas atrás –con un aumento considerable en los últimos años-, se ha conformado una diáspora elocuente del béisbol cubano, tanto en Estados Unidos, como en algunas naciones del Caribe. De algún modo, estos deportistas han encontrado su legitimación en figuras como Yasiel Puig, José Dariel Abreu y Aroldis Chapman, que con sus contratos multimillonarios y sus excelsos rendimientos en el circuito, han abierto un cerrojo que se encontraba entornado.

Los Havana Sugar Kings fueron un equipo de ligas menores afiliados a los Cincinnati Reds, su sede era el Gran Estadio del Cerro, hoy Estadio Latinoamericano.
Los Havana Sugar Kings fueron un equipo de ligas menores afiliados a los Cincinnati Reds, su sede era el Gran Estadio del Cerro, hoy Estadio Latinoamericano.

Cuestiones de un conflicto

El béisbol cubano, por su calidad y cercanía geográfica, siempre tuvo una notable presencia dentro de los diamantes profesionales de las Grandes Ligas. Pero con el triunfo del gobierno revolucionario cubano de 1959 se produjo un giro, un aparcamiento en las relaciones. El Departamento de Estado prohibió que los jugadores norteamericanos se dieran un salto hasta Cuba para jugar la temporada profesional, supuestamente para preservar su integridad física.

La decisión vino por un incidente en particular. Corría la noche del 25 de julio de 1959 y se enfrentaban los equipos de Rochester Red Wings y los Havana Sugar Kings en el afamado Gran Estadio del Cerro. El partido no terminó sus nueve innings, varios disturbios azoraron la celebración del desafío. En Cuba se celebraba por primera vez la fecha del 26 de julio y en esa vorágine festiva hubo quienes no pudieron contener la apoteosis.

Varios disparos fueron lanzados al vuelo, formándose una espesa nube gris de pólvora volátil que dejó indefenso a un par de jugadores y terminaron alcanzados por el desafuero revolucionario.

“Frank Verdi, coach de tercera base de Rochester y el torpedero Leo Cárdenas del Havana, sufrieron heridas superficiales durante el desafortunado incidente, provocando que Cot Deal, mentor de los Red Wings, retirara a su equipo y se trasladara al hotel en el centro de la ciudad. Los funcionarios de la Liga Internacional cancelarían los desafíos de home club de los Sugar Kings y eventualmente reubicarían la franquicia en Jersey City durante la mitad de la temporada de 1960”, rememoran Mark Ruckner y Peter C. Bjarkman en su libro Smoke: The Romance and Lore of Cuban Baseball.

Hay quienes opinan que la medida estuvo influenciada por presiones ejercidas por parte de la administración del presidente Dwight D. Eisenhower y que, de cierta manera, fue una de las causas fundamentales que desembocó en la erradicación del profesionalismo en Cuba.

En este sentido, Félix Julio Alfonso, historiador y antropólogo cubano, en su libro Con las bases llenas revela declaraciones de 1959 de Fidel Castro: “Los cubanos no quieren que los Cuban Sugar Kings se vayan de Cuba, queremos hacer un equipo de Grandes Ligas. (…) estamos empeñados en demostrar que contamos con buenos jugadores de pelota”.

Pasado el nubarrón, todo quedó encriptado en el tiempo. El presagio de la solución desapareció y se recrudecieron las presiones por ambas partes. Cuba desplantó el profesionalismo de sus tierras y Estados Unidos levantó una ley de embargo a la Isla que desde aquel entonces imposibilita a los cubanos formar parte de la mayor vitrina beisbolera de manera lícita. Alojados en la retina quedarían imágenes como la de Orestes Miñoso patrullando el left field de los Chicago White Sox en el verano y de los Tigres de Marianao en el invierno.

Como consecuencia de aquella regulación, para que un pelotero cubano pueda llegar a enlistarse en uno de los roster de la MLB debe cumplir con varios requisitos inviolables que impone la Cuban Assets Control Regulations (CACR) que plantea: “a ninguna organización de béisbol de Estados Unidos se le permite involucrarse en transacciones de ningún tipo con Cuba, a menos que pida una licencia específica”1.

Esta regulación obliga a los peloteros cubanos y las franquicias de las mayores a pasarle por encima al barniz legal y encontrar mecanismos que deambulan bajo la sombra de la trata de personas y que les permiten acceder a la rúbrica de acuerdos formales. Los jugadores salen de Cuba, por cualquier vía, para asentarse en un tercer país que les pueda brindar su residencia y, de ese modo, se agencian el estatus como “agentes libres”.

Un diálogo que se impone

“Sé que para las Grandes Ligas hay obstáculos más allá del deporte, pero debe suceder”, comenta Félix Julio Alfonso, en una entrevista con el periódico Trabajadores, en alusión a la inclusión de los cubanos en la Gran Carpa.

Una situación que se ha tensado hasta más no poder, tanto por las longevas regulaciones heredadas por la Office of Foreign Assets Control (OFAC), perteneciente al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, como por la estática posición que ha asumido Cuba al respecto a lo largo de la historia.

Antonio Castro Soto del Valle, hijo de Fidel Castro, el pasado mes de mayo quedó eliminado de la junta ejecutiva de la Confederación Internacional de Béisbol y Softbol (WBSC), que pasó a liderar el italiano Riccardo Fraccari por los próximos 7 años.
Antonio Castro Soto del Valle, hijo de Fidel Castro, el pasado mes de mayo quedó eliminado de la junta ejecutiva de la Confederación Internacional de Béisbol y Softbol (WBSC), que pasó a liderar el italiano Riccardo Fraccari por los próximos 7 años.

Hace unos meses atrás se alumbró el camino, tal vez, el punto de partida de un posible diálogo. Todo partió de la voz de Tony Castro, que fungía en ese momento como Vicepresidente de la Federación Internacional de Béisbol Amateur (IBAF) y en declaraciones a ESPN Magazine afirmó: “Tenemos que conversar sobre esto. Cuba tiene que ceder y hacer las cosas, pero también del lado de la MLB. Tenemos que sentarnos juntos y hablar abiertamente para buscar una solución realista al problema”.

Tony Castro se refirió también al desprendimiento emocional que pueden experimentar los aficionados cuando los peloteros se marchan para no volver: “Los aficionados no tienen que seguir perdiendo a sus peloteros y luego no ser capaces de volver a integrarse con el equipo nacional cubano. Nuestros peloteros que entrenaron aquí, se ganaron el derecho de ir a jugar a otras ligas y a medirse con un nivel más alto, deben ser capaces de hacerlo sin miedo y volver a jugar con su selección nacional”.

Pero al parecer a las oficinas de la Major League Baseball no llegó la invitación a la mesa de diálogo e hicieron caso omiso al asunto, más o menos el mismo curso con que se asumieron las palabras de Castro en Cuba. Silencio total.

En la actualidad, si bien los pasos que ha dado Cuba con las disposiciones sobre la contratación de deportistas en el extranjero invitan a soñar, la situación ha retrocedido algunos peldaños. Tony Castro no ocupa su cargo y es notable la ausencia de actores, voces líderes capaces de mover los hilos y promover este debate.

Vista al frente, mirada perdida

“Las autoridades del béisbol cubano están enfrentando la situación más difícil. Quieren recompensar mejor a sus jugadores con más salario y con la oportunidad de ganar dinero en el extranjero, pero no a expensas de lidiar con la MLB, puesto que enviar jugadores a los Estados Unidos significaría que no regresen a Cuba a jugar pelota invernal y también estarían perdidos para el equipo nacional”, nos alerta Peter C. Bjarkman, intelectual norteamericano que se ha dedicado a estudiar el béisbol cubano2.

De esta sentencia y de la experiencia acumulada por años, se infiere que no existe un escenario ideal para que se concrete un posible acuerdo.

“Los cambios en la política del INDER en 2013 no han detenido la oleada y tampoco lo harán, los funcionarios cubanos pueden hacer muy poco al respecto, pero dudo que sea suficiente para revertir el robo actual de jugadores”, subraya Bjarkman.

Hay intereses bien distintos en las posturas asumidas, si bien muchos coinciden en que todos los jugadores cubanos deberían tener autorización legal para firmar con alguna franquicia de la MLB, pero de ahí en fuera, cada cual hala para su rincón.

La perspectiva de Cuba sería que sus peloteros acudieran al Big Show y que probaran su nivel, que recibieran una remuneración económica por ello y retornaran en el invierno a participar en la Serie Nacional. Casi un idilio que nunca se cumplirá mientras sigan en pie las vigentes disposiciones del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Por su parte, ninguno de los 30 equipos de las mayores permitiría a sus jugadores al termino del calendario regular de 162 partidos más la postemporada, viajar a Cuba a cumplir con los casi 90 desafíos del torneo doméstico.

No se avizora una solución. Cuba podría abrirse a las lógicas establecidas a nivel mundial para el deporte profesional donde los jugadores son contratados por clubes foráneos pero tienen la obligación (a no ser en caso de alguna discrepancia específica entre federación y atleta) de acudir al llamado de la selección nacional.

Ello no requiere la renuncia a la nación. Es una manera de asumir la profesión y recompensar con beneficios económicos el talento de cada cual. ¿O acaso eso no es lo que hacen los músicos, los bailarines, los actores en la Isla? Si el paso no se acaba de largar, llegaremos desangrados al Clásico Mundial de Béisbol de 2017, con muchos jugadores observando la justa desde la grada o por satélite.

La explosión de los cubanos en la MLB en las dos últimas temporadas ha devuelto el interés de las franquicias por los jugadores de la Isla.
La explosión de los cubanos en la MLB en las dos últimas temporadas ha devuelto el interés de las franquicias por los jugadores de la Isla.
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