Piel adentro: “nada cubano me es ajeno”

Sus ojos son una llama cuando habla de Cuba; aunque desde 1961 resida más al norte. Emilio Cueto (La Habana, 1944) es abogado, investigador y coleccionista. El Derecho lo ha llevado a  importantes firmas internacionales y algunos de los volúmenes de su autoría son Cuba in Old Maps; Illustrating Cuba’s Flora and Fauna, así como La Cuba Pintoresca de Frédéric Mialhe.

Su último libro, La Virgen de la Caridad del Cobre en el alma del pueblo cubano, fue presentado en fechas recientes en el mítico poblado del Cobre y en varias instituciones de la Isla, incluidas la Biblioteca  Nacional de Cuba José Martí y la Casa del Caribe. Asimismo, fue entregado a las 15 bibliotecas provinciales para su distribución posterior a todas las bibliotecas municipales del país.

Su colección de objetos y materiales sobre la Mayor de las Antillas resulta notable; su paso por medio mundo, infatigable; y sus puntos de vista, aguzados. Su experiencia vital en los Estados Unidos devela más de una singularidad.

Emilio Cueto
Emilio Cueto

Oportunidad, búsqueda, pasión

Sabemos que llegó a los Estados Unidos mediante la Operación Peter Pan. A la altura de sus años,  ¿cómo revisita aquellos momentos? ¿Cómo mantuvo vivo el fuego de su país, la evocación por lo que quedaba atrás?

La separación de un ser humano de su entorno, familia y amigos, siempre es traumática. Es aún más traumática cuando el futuro es desconocido y el retorno incierto, casi imposible. A pesar de ello ―quizás porque ya era adolescente—, entendía las razones de mi partida; y como soy naturalmente curioso, pronto me inserté en el ámbito universitario y católico, del cual provenía en Cuba. Mi transición fue más positiva y menos dolorosa que las de otros.

Mi experiencia en Estados Unidos ha sido ciertamente excepcional: estudié en buenas universidades, leí a mi antojo de todos los temas posibles; me hice de excelentes amigos, tomé decisiones importantes sobre los múltiples qués, cómos, dóndes y cuándos de la vida. Conseguí oportunidades de conocer otros países, no sólo como turista o en misiones de trabajo, sino para estudiar (Argentina, Francia, Holanda, Unión Soviética) e incluso vivir (Francia y Haití).

Ese fuego por mi país lo mantuve vivo por muchísimas razones. En primerísimo lugar porque allá quedaban mi madre, mi hermana y mi tía, que formaban mi núcleo familiar inmediato. Ellas nunca salieron y, por lo mismo, yo vivía con un perenne espejo retrovisor delante de mí para tenerlos cerca. Hice enormes esfuerzos (lecturas, música, cine insular) para tratar, desde fuera, de mantener una comunicación fluida y sobre temas que nos fueran comunes, porque nuestras experiencias eran cada vez más disímiles.

Luego, al estudiar Ciencias Políticas, era evidente que debía concentrarme en conocer mejor el tema de la historia de Cuba, especialmente la más reciente, y leí vorazmente todo lo que venía de la isla. Luego, con mi amiga María Cristina Herrera y otros investigadores, formamos en 1969, el Instituto de Estudios Cubanos que fue como una especie de universidad cubana itinerante y sin recinto, que nos acercó a Cuba.

Finalmente, en 1977, logré regresar a Cuba a ver a mi madre, para entonces ciega y paralizada… pero viva. Regresé varias veces más a verla. Y en esos viajes no sólo re-conocí viejos recuerdos, sino que conocí nueva familia, me hice de nuevos amigos, viajé por el país e hice investigaciones en sus instituciones culturales. Cada nuevo viaje era un nuevo aprendizaje y una nueva inyección de cubanía.

Su acercamiento a la historia, las artes, la religión y la cultura cubana en general es, a todas luces, pasión de su existencia. ¿Desde qué hilos pudo trazar el entramado de una obra tan compleja? ¿Cuáles son los frutos esenciales de semejante empeño?

Abordé el tema del estudio de Cuba de una forma multidisciplinaria, acercándome lo mismo a temas de historia, literatura, música, deportes o artes plásticas. Siempre me he sentido orgulloso de ser cubano y de los logros de mis compatriotas dondequiera que estuviesen. Era natural que les siguiera la pista donde brillaran.

Los principales frutos de mis empeños han sido las investigaciones de variados temas, particularmente el grabado colonial cubano y la música. He realizado varias exposiciones en Miami con piezas de mi colección, incluyendo la obra de Frederic Mialhe, ilustraciones de flora y fauna cubanas, de la época colonial y mapas antiguos.

Con relación a la música he organizado, junto con el profesor Armando Tranquilino de FIU (Florida International University), seis conciertos de música relacionada con Cuba. Asimismo, organicé un concierto de música inspirada en Camagüey que se presentó en el Teatro Principal de dicha ciudad en su Quinto Centenario, y un concierto sobre la Mujer en la Música Cubana que se presentó en la Biblitoeca Nacional de Cuba José Martí, en el contexto de un congreso internacional auspiciado por el Instituto de Literatura y Lingüística. Además, tengo publicados artículos sobre temas musicales en libros y revistas.

Si abrimos las páginas de su último libro, La Virgen de la Caridad de El Cobre en el alma del pueblo cubano… ¿qué encontraremos?

LIBRO PORTADA

 

Como bien ha dicho la Doctora Olga Portuondo, la Virgen de la Caridad es “Símbolo de Cubanía”, como la palma, la bandera y el himno. Es una figura central en nuestro devenir como pueblo, en nuestra cultura y en nuestra cotidianeidad.

En mi libro ―que es un recorrido de su huella a través de nuestra historia, nuestra geografía y nuestros corazones—, doy a conocer más de mil asientos que reflejan su presencia en las Artes Plásticas, setecientos en el campo de la Literatura y doscientos en el campo de la Música.

Peregrina que siempre ha sido, otros Juanes la han llevado por muchos lugares del mundo. Y no sólo en forma de estatua para altares públicos o privados, sino que aparece también en la razón comercial de muchas empresas. Todo parece indicar que algunos cubanos que lograron instalar su restorán o consultorio dental en la ciudad a donde emigraron, y para agradecer la intervención de Cachita, quisieron honrarla de esa manera.

En mi cuenta, hay alrededor de 250 ciudades del mundo con la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre; pero estoy convencido que me he quedado corto.

Por su experiencia vital, el intercambio sostenido con su tierra natal y los años de vivir en Estados Unidos, ¿cómo definiría usted filosófica, emocional y prácticamente que es un cubano-americano?

En mi opinión, habría que hacer sutiles distinciones, que estimo importantes: primero, cubanos que viven en Estados Unidos; segundo, cubano-americanos propiamente dicho, y por último, américo-cubanos. Aunque Cuba está bien presente en todos los grupos, estimo que el peso específico de la Isla en cada uno de esos grupos es diferente. Hay hijos y hasta nietos de personas nacidas en Cuba que se auto-consideran “Cuban Americans”; pero que, necesariamente, ven las cosas de modo muy diferente a sus abuelos.

Habría también que hacer distinciones adicionales en función de la fecha y las circunstancias de salida de Cuba (la salida por el Mariel fue particularmente terrible, así como la de los balseros); vivir o no en Miami (allí la isla, los compatriotas y el idioma nunca están lejos) y  haber o no regresado a la isla (el reencuentro altera para siempre la visión y la actitud).

Pero, ciertamente, algo que es común a todos es una experiencia de vida transcurrida en Estados Unidos, tan distinto al nuestro en tantas maneras; y una experiencia emocional que incluye generalmente la admiración y el agradecimiento hacia Estados Unidos por habernos acogido y darnos oportunidades que no teníamos.

Por lo tanto, no creo que pueda haber una definición única del cubano-americano, ni una talla que sirva a todos. Pero, entre los elementos aglutinadores, están ciertamente el amor por Cuba, un deseo de cambios sustanciales dentro de la isla ―el cómo y el hasta dónde es otra cosa— y una simpatía por el estilo de vida de Estados Unidos (o México o España).

¿Cuál fue la génesis de su extensa colección de obras, cuyo sustrato es invariablemente  Cuba? ¿Cuáles son las gemas de todo lo que ha logrado reunir?

Realmente, cuando comencé a adquirir y guardar materiales sobre Cuba, no me había propuesto hacer una colección tan extensa: era para mi disfrute y estudio personal. Se trata de una colección que fue creciendo y ampliándose cada día. Lo que sí me propuse desde un principio, es que no faltara nadie.

Confieso que me alarmó el hecho de que, durante décadas, bibliotecas y museos de la Isla no atesoraran el material escrito, pintado o compuesto por exiliados cubanos. En mi casa, conviven todos, “todo mezclado”, como diría Guillén.

Cada pieza tiene su valor, su encanto. Quizás debería destacar dos cuernos de pólvora de la época de la Toma de la Habana por los ingleses, tabaqueras holandesas de los siglos XVIII al XX, vajillas inglesas y españolas con imágenes costumbristas cubanas, grabados antiguos, menús de restoranes cubanos de todas las épocas y lugares, programas de mano de funciones teatrales. El lema que he hecho mío es “nada cubano me es ajeno”.

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