Una sede de la derrota

Uno de los cubanos que esperan. Foto: Irina Dambrauskas.

Uno de los cubanos que esperan. Foto: Irina Dambrauskas.

Casi todos los que están en Nuevo Laredo tienen una visa que obtuvieron en el sur de México para permanecer en el país veinte días. El 13 de enero México otorgó el último salvoconducto: para el 3 de febrero los cubanos le dejarán a Peña Nieto –quien no quiere un frente más de conflicto con Trump– la deportación servida en bandeja.

Carlos Alberto tiene 40 años y es de Sancti Spíritus. En la selva panameña sobrevivió a base de algunas latas de sardinas y atún que compró en Colombia, durmió en la tierra en las márgenes de los ríos, guio su caminata siguiendo las señales que dejaban los cubanos que ya habían pasado por allí. En la selva vio cuerpos tirados a la vera de los senderos. Tardó días en atravesar el Tapón del Darién. Lleva gastados 9 mil dólares.

La calle de Nuevo Laredo que desemboca en el Puente Internacional n°1. Foto: Irina Dambrauskas.
La calle de Nuevo Laredo que desemboca en el Puente Internacional n°1. Foto: Irina Dambrauskas.

En la frontera entre México y Guatemala, quienes quisieron –como Carlos Alberto– obtener el salvoconducto sin pagarle a un abogado, tenían que ir presos algunos días a una cárcel para migrantes.

A más de la mitad de los migrantes cubanos los asaltaron y les robaron en algún momento de la travesía todo lo que llevaban; es decir, dinero y ropa. Los ladrones tuvieron un gesto de solidaridad para con las víctimas de sus atracones: a todos les permitieron quedarse con el pasaporte.

Cubanoamericanos de Texas cruzaron a Nuevo Laredo para entregar todo tipo de donaciones. Foto: Irina Dambrauskas.
Uno de los cubanos recibe sus sopas para almorzar. Foto: Irina Dambrauskas.

Giovanni estudió artes plásticas en Holguín, decora casas hace diecisiete años:

–Si vuelvo a Cuba voy a ser una carga para mi madre, tengo 38 años –dice. La travesía la realizó en grupo: fueron veinte de un lado al otro todo el tiempo. Llevaba consigo 5 mil dólares.

“Hemos pasado hambre y todo se ha vuelto mierda. Vendí en Holguín la casa y la moto, todo ese dinero ya lo gasté, no me quedó nada de nada”. La mayoría de la plata, le cuenta a OnCuba, se ha ido en coyotes.

–Te estafan: les pagas para que te crucen y luego te dejan abandonado. En Colombia me estafaron dos veces hasta que uno me cruzó a Panamá.

Vecinas locales de Nuevo Laredo cocinaron arroz y guisos para los cubanos, montaron una mesa en el lugar para repartirla. Foto: Irina Dambrauskas.
Vecinas locales de Nuevo Laredo cocinaron arroz y guisos para los cubanos, montaron una mesa en el lugar para repartirla. Foto: Irina Dambrauskas.

Cuando Obama suspendió los pies secos Giovanni ya estaba en México, a la altura de Chiapas. Carlos Alberto estaba durmiendo en un refugio de Tapachula: “Nos pusimos a llorar algunos minutos. Inmediatamente después hubo un rato larguísimo de silencio”.

Todos lo repiten: que no se puede virar, que no hay plan B.

Comunicación con la familia en La Habana a través de IMO. Foto: Irina Dambrauskas.
Comunicación con la familia en La Habana a través de IMO. Foto: Irina Dambrauskas.

Carlos Alberto está vestido con una camiseta ajustada con la bandera de los Estados Unidos y un pantalón rojo. Es uno de los pocos campesinos:

– Tenía mi caballo y mi casa pero vendí todo para buscar este sueño. Podría volver, sí, recuperar algún caballo… pero tengo a mi mamá y mi hermana en Miami.

Giovanni también tiene familia allí esperándolo.

Los hombres esperan que las mujeres reciban sus donaciones para hacer la cola. Foto: Irina Dambrauskas.
Emigrantes cubanos en México durante la crisis migratoria de 2017. Foto: Irina Dambrauskas.

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Roberto Gerardo tiene 24 años y es de La Habana. Parece un reguetonero. “Es la ropa que conseguí, pero nunca me la vas a ver sucia”.

Es Ingeniero Mecánico, especialista en turbinas. Se fue, dice, “por angustia”.

Muchos hicieron la travesía por Latinoamérica junto a sus hijos. Foto: Irina Dambrauskas.
Muchos hicieron la travesía por Latinoamérica junto a sus hijos. Foto: Irina Dambrauskas.

En Costa Rica es fácil estar ilegal. Cuando subió al ómnibus se sentía “deseado”, parece que los cubanos mulatos están bien catalogados entre las mujeres ticas. Pero él no dio mucha cabida, en Estados Unidos lo está esperando su mujer. Roberto tiene tatuada la mitad izquierda de un corazón. La parte derecha se la tatuó ella cuando se fue.

Una de las que se enamoró de Roberto en Costa Rica es una socióloga, Marita. “Me dijo que se conmovió cuando murió Fidel, pero a mí no me pasó nada”. El 25 de noviembre Roberto estaba en Brasil esperando una lancha que iba para Turbo:

–Uno siente algo de nostalgia porque fue un símbolo de Cuba, pero realmente mi generación no se identifica con Fidel: lo que se ve de afuera es marketing, el socialismo hace marketing en el exterior. Sí hay diferencias sociales en Cuba aunque no como en el resto de Latinoamérica, claro. ¡Yo recorrí doce países! Hay que estar en el Amazonas seis días para entender lo que es estar mal de verdad, tienen electricidad unas pocas horas al día, se mueren de hambre…

Una camioneta que trae donaciones de Texas anda por Laredo. Foto: Irina Dambrauskas.
Una camioneta que trae donaciones de Texas anda por Laredo. Foto: Irina Dambrauskas.

Roberto dice que no todo en Cuba está mal: “Pero simplemente lo que hay a mí no me sirve, me deprime”.

El habanero trabajaba en una empresa aeronáutica con fondos canadienses:

–Con lo que deberían haberme pagado a mí, les pagaban a tres personas. Resolvieron que en vez de haber alguien que gane bien por su trabajo, todos ganen mal.

Un cubano intentó bañarse fuera de los horarios permitidos y le cortaron el suministro del agua mientras se enjabonaba. Foto: Irina Dambrauskas.
Un cubano intentó bañarse fuera de los horarios permitidos y le cortaron el suministro del agua mientras se enjabonaba. Foto: Irina Dambrauskas.

La maleta que armó para salir de Cuba estuvo mal pensada, a Guyana se fue con un bulto enorme, cuatro cambios de ropa. Allí mismo el coyote le dijo que la tenía que descartar y él lo obedeció. En Boavista, Brasil, perdió la billetera. Tuvo que vender el celular para recuperar ese dinero. No lleva ningún amuleto con él: “A mí no me gusta la religión, Jesucristo fue el primer comunista y yo escapo de los comunistas”, bromea.

La travesía le sirvió para acostumbrarse a comer una vez por día. En Cuba nunca le faltaron cuatro comidas. Se fue porque “no hay lugar para opinar distinto”:

–El que cuestiona de verdad se tiene que ir.

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Un comercio local les presta la electricidad para que los cubanos puedan mantener cargados sus celulares. Foto: Irina Dambrauskas.
Un comercio local les presta la electricidad para que los cubanos puedan mantener cargados sus celulares. Foto: Irina Dambrauskas.

A Carlos, un conductor de guagua de La Habana, es la primera vez que le cierran la puerta de entrada a Estados Unidos con los pies secos. Con ellos mojados se la habían cerrado, dice, más de quince veces. Había alquilado una casa por las playas del Este de La Habana desde donde construyó y puso a flote una y otra vez su embarcación precaria, impulsada a remo y vela. En promedio tardaba unos seis días en aproximarse a Miami.

Carlos manejaba una guagua en La Habana. Era suya, particular. Un día, comenta a OnCuba, se negó a pagar un soborno y se la retuvieron. Entonces se dijo: “Me tengo que ir porque no tengo de qué vivir, cómo crecer”. Desde que fue devuelto la primera vez sufrió marginación: “Iba a hacer cualquier trámite y me decían ‘pero usted es un recapturado’”.

Amuleto de Jeorquiz:. “Podrán quitarme el pasaporte pero no esta cruz”. Foto: Irina Dambrauskas.
Amuleto de Jeorquiz:. “Podrán quitarme el pasaporte pero no esta cruz”. Foto: Irina Dambrauskas.

Jeorquiz lo intentó tres veces. Una noche en la playa lanzó casi bromeando con sus amigos: “¿Y si nos vamos pa´ Miami?”. Al día siguiente estaban armando la balsa: “Una vez que pensaste en irte ya no hay vuelta atrás, vas a hacer todo para marcharte”.

Dice que no tiene una profesión precisa: “Tengo todas las que hagan falta”. Estudió para Ingeniero agrónomo pero trabajó como plomero, carpintero, electricista y ahora vive como un nuevo oficio su condición de migrante.

–Es mucho más difícil esto de aquí que tirarse al agua. Es más probable que te mate un paramilitar a que te coma un tiburón.

Jeorquiz, quien lleva siempre consigo una cruz de cedro envuelta en un algodón para que no se arruine. Foto: Irina Dambrauskas.
Jeorquiz. Foto: Irina Dambrauskas.

***

Al menos la mitad de los migrantes son graduados universitarios o mano de obra calificada. Los empleados del refugio AMAR no pueden creer que haya tantos ingenieros hospedados en su institución. Muy pocos superan los 45 años. El promedio de edad es de 35. Son hijos de una Revolución que no les interesa. Y aparentemente el desinterés es mutuo.

Insistirán hasta el final. A pesar de que Trump anuncie muros y cierre fronterizo. Está cada vez más difícil pero insisten en entrar a Estados Unidos de todos modos. Al norte de la frontera hay alguien –una esposa, una hija, un amigo– esperando.

Insisten, también, porque al norte de la frontera el piso es más bajo: pueden pasar un hambre que no tenían en Cuba, pueden tener que trabajar más duro de lo que trabajaban en Cuba; pero el techo está más alto. La libertad que pregonan es el aire que hay entre el piso y el techo de posibilidades que un país puede darles.

La ropa de los cubanos secándose en el refugio AMAR. Foto: Irina Dambrauskas.
La ropa de los cubanos secándose en el refugio AMAR. Foto: Irina Dambrauskas.

Ante la imposibilidad de entrar a Estados Unidos no pocos están evaluando quedarse en México. Han apelado a que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos Mexicanos se presente y han solicitado asesoramiento legal a las autoridades provinciales para prorrogar la visa temporal primero y para saber cómo quedarse a vivir en tierras aztecas.

Salieron de Cuba y llegaron. Pensaban que llegaban y entraban; y que si entraban triunfaban. Pero de momento Nuevo Laredo parece mucho una sede de la derrota.

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