Patria grande

Ilustración: Marla XL.

Ilustración: Marla XL.

El 11 de septiembre de 1973, cuando asesinaron a Allende en La Moneda, mi padre estaba en Escuela al Campo; chicos de 15 a 17 años, del Pre Cuqui Bosch y estaban “cortando caña”. La noticia impactó a Cuba. Era una época de compulsión social. No había nihilistas ni cuentapropistas emprendedores; o estabas a favor del proceso revolucionario o en contra. Esa misma noche en el albergue, sin luz, y con los grillos de fondo, René Urquijo, uno de los futuros balaustres de la Nueva Trova en Santiago, guitarra en ristre, conmocionaba a sus compañeros con su nueva canción política. Mi padre observaba cómo René causaba admiración tanto en profesores como en chicas.

Mi padre era un hijo y nieto querido, y pataleando exigió que le compraran una guitarra. “Hijo mío, ¿no querías ser camionero como tu padre?”, le preguntó su madre. “No, quiero ser trovador y denunciar las injusticias”, contestó. Su madre, una costurera de buena mano, tardó tres meses en comprarle una guitarra por la fortuna de 300 pesos. Para entonces, ya mi padre quería ser cosmonauta, y lo decía en serio.

Como la Bella Durmiente, la flamante guitarra se empolvaba; esperaba su caballero andante.

Veinticinco años después: los chicos recién entrados en 10mo al Pre Cuqui Bosch, estábamos de escuela al campo en el Municipio Tercer Frente, recogiendo café. Había un chico raro, no jugaba pelota con nosotros, ni ajedrez ni dominó; se pasaba todo el tiempo en cama, con su reproductora de casete (un lujo para la época), escuchando una música estridente. Yo leía Enciclopedia de las maravillas, cuando él se me acercó, e hicimos migas al instante.

Él me pasó su música, y yo a él mi cinefilia. “¿Qué coño es esto?”, le pregunté. “Es Pantera, rock”, me dijo Alex. Yo no quería pasar por débil, y me fui metiendo; pero le pedí algo más suave. Alex me dio Aerosmith y Nirvana. Ya en la escuela, andábamos para arriba y para abajo. Luego fue Guns and Roses, Queen, y para cuando llegaron los Dioses del Heavy Metal, Iron Maiden y Metallica, ya yo estaba enganchado. Entonces decidí que quería ser como Kirt Hammeth.

Desempolvé a la Bella y matriculé guitarra popular con el más legendario profesor de Santiago de Cuba, Luis. Alex cursaba estudios de percusión en Nivel Elemental, y luego de unos meses también matriculó con Luis. El profe estaba encantado con mi guitarra, “qué madera, qué confección, qué suave, qué diseño”. Alex y yo siempre soñábamos con crear nuestra propia banda, pero entonces, y aún hoy, conseguir una batería, bajo eléctrico, guitarra y amplificadores, era casi imposible.

Al final del pre, Alex emigró a Brasil. Yo me sentí como Steve Harris cuando Bruce Dickinson se marchó de Maiden, despechado y vengativo; y adopté el arte narrativo como arma, cogí una cámara y comencé a filmar y a despotricar contra ¡todos!

2017, septiembre, Festival Patria Grande, La Habana. Alex visitaba Santiago después de cuatro años, y por primera vez, decidimos ir a La Habana juntos. Fuimos a un concierto del grupo Manigua Experiencia en el Centro Cultural Víctor Hugo; era un grupo fonky, buenos músicos, buena cantante, intentaban ser cool como Habana Abierta, les faltaba autenticidad. Al otro día, como parte del programa, el virtuoso Rufus Wainwright daría un concierto en el Teatro Alicia Alonso, Carlos Varela era el invitado. La crema y nata de La Habana, artistas, intelectuales, dirigentes, mecenas, y hombres de negocio cultos, ya tenían palco asegurado. Alex y yo nos quedamos con las ganas de escuchar la más asombrosa interpretación del “Aleluya”, original de Leonard Cohen, en voz y arreglo de Rufus.

Pero (siempre hay un pero para los buenos hombres) el programa del Festival también  anunciaba un concierto del grupo Zeus, la banda leyenda del rock cubano, en la madriguera de la AHS. Y hasta allí nos fuimos. Llegamos al antro con una jaba de cervezas enlatadas; los críos de 16 a 25 años, tenían su habitual viajera con alcohol malo. Los rockeros son iguales en todas las ciudades: chicos buenos sin un peso en el bolsillo aparentando ser chicos malos; pero a diferencia de los snob seudoartistas, y los faranduleros discotequeros, los roqueros aman su género.

Abrió una banda Cover como telonero, y cuando su vocal, una mujer, chilló “Man in the box” de Alice in Chains, Alex no pudo sentirse mas feliz. Alice era el único grupo que Alex seguía actualmente; ahora odiaba Metallica. El escándalo  de Metallica con Napster, no querer compartir la música gratuitamente con sus fans, había creado un odio irreversible en mi amigo. Al vivir en Latinoamérica y Europa, y ver la verdadera cara del capitalismo, Alex adoptó el anarquismo como corriente ideológica; odiaba a todos los políticos, y sólo creía en su familia y sus escasos amigos.

El Grupo cover era virtuoso, el guitarrista líder era un dios sobre el escenario. Comentamos que ese grupo estaba desperdiciando su talento tocando canciones ajenas. Para mi bien, y mal de Alex, la banda Cover cerró su performance con “For whom the bell tolls”. Metallica había tomado el título de una novela de Heminguay, que trataba sobre la guerra civil española, para componer ese tema tan potente.

Entonces entró Zeus. Estaban felices ese día, tocaron mucho, le estaban dando a su público lo que pedía, y el público les respondía con gratitud, palmadas, harcore, hurras. El grupo cover se subió al escenario, y los 9 músicos juntos interpretaron muy hermosamente el tema “Hermanos”. Todos coreaban arriba y abajo. Y aunque Rufus deleitaba a los Príncipes de La Habana en un teatro restaurado, majestuoso, con aire acondicionado y butacones alfombrados; nosotros, los Mendigos, no podíamos estar mejor que sudando juntos, en un antro oscuro, de pie, mano a mano, codo a codo. Los Hermanos seguirían siendo Hermanos.

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