Huevos sorpresa

Ilustración: Ramiro Zardoya.

Ilustración: Ramiro Zardoya.

La crisis en Europa inició con la caída de las fábricas de huevos sorpresas, esos que vienen cubiertos de chocolate. Ya no son tan populares. Hace algunos años se vendían como pan caliente, o como chocolate, que es aún mejor. No importaba cuál era el regalo que engendraban, aquellos huevos recubrían lo desconocido. ¿Y a quién no le gustan las sorpresas? Da igual la edad, la religión, si eres de izquierda o derecha, vegetariano o (lista sin fin). Los compradores de aquellos huevos eran igual de felices si les tocaba un castillo con las instrucciones para armar, que una jirafa. Lo importante en este caso no estaba en el interior, estaba en el instante de apertura de la bola mágica.

Pero sí, los europeos han dejado huérfanos a los huevos sorpresas. Por muy duro que parezca, los entiendo, yo tampoco los necesito. Ahora si tengo hambre de sorpresas enciendo la televisión en cualquiera de sus canales informativos, es más económico que los huevos e igual de sorprendente. En las elecciones francesas gana un europeísta, joven, acabado de salir del huevo (para volver al tema). Vence en medio de una Unión Europea no tan unida, que se tambalea entre el Brexit, los atentados terroristas y la avalancha de refugiados que huyen de los ataques, también terroristas, que han destruido sus ciudades. Igualmente me entero de la salida de embarcaciones militares que se posan frente a Corea, la del Norte. En respuesta a los experimentos nucleares con la que se divierte su líder.

Toda una aventura de piratas. Abro otro huevo, digo, cambio el canal y la pantalla me lleva a Siria, gente con pupilas dilatadas y con toda la espuma del mar en sus bocas. Vaya efectos, definitivamente los creadores de esas sorpresas son unos profesionales.Nada que ver con los productores de los rudimentarios huevos, que ya no sorprenden a nadie. Por eso es que han caído sus fábricas y la Economía. Son los huevos los culpables de todo. Apago la tele y salgo a comprar chocolate, pero del normal, el que no lleva nada dentro, que ya no quiero más sorpresas.

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