Olga la cartomántica

Foto: J. J. Miranda.

Foto: J. J. Miranda.

“Cuando abro la boca la gente se sorprende. Te tiro las cartas, te echo un poquito de perfume en las manos y te digo lo que te pasó y de lo que te tienes que cuidar. Yo he sacado gente de la cárcel con una paloma”. Se presenta Olga.

Ella me señala el espacio libre en el banco de mármol del Parque de la Fraternidad, en medio de La Habana y comienza a hablarme: “Lo primero es que yo quiero mucho a mi país, no me hable de política, aquí han venido muchos a tratar de sacarme cosas feas del gobierno y eso no me gusta”.

“¿Que desde cuándo me dedico a esto?… Nací con el don de la cartomancia y lo ejerzo aquí hace diez años, en el mismo lugar. Mi madre me decía: ‘Olguita tú vas a llegar lejos en esto’. Y así fue”.

Tiene hecho santo, “Yemayá con Papá Oggún”. Vive hace años en el Cerro y cada mañana llega como a las 9, “a ganarme 1 CUC por cada consulta. Cobro porque tengo que vivir y pagar una licencia. “No paso hambre, al mediodía mi hija me trae el almuerzo porque soy diabética.

Tiene tres hijos más, una mujer y dos varones. No está casada. “He criado a mis hijos sola. Me divorcié del hombre que tenía… No he tenido suerte con los hombres”, dice antes de contarme que el último la apuñaló por separarse de él.

“El pedazo de vida que me queda mejor lo echo sola. La persona buena pasa mucho trabajo, y el malo reina…”.

Tiene consigo una muñeca. “Es una Francisca –me dice- Madre de Agua, trabaja con Yemayá. ¿Usted es creyente?” Le digo que sí. “Ah, por si acaso…”, espeta. Tampoco puede faltarle su saya de nueve colores.

“Pero la tiradera de cartas está mala”. Acusa a una mujer que llegó ayer de querer robar el espacio de los que siempre han trabajado aquí.

“Y hay gente que no sabe nada de este oficio, han venido a estafar a las personas, y no saben que detrás viene lo malo para ellos porque con esto no se juega”, dice con un tono solemne. “Muchos se dedican a hacer mal. A veces quisiera hacerlo yo a algún malagradecido, pero no puedo”. Su signo, dice, se lo prohíbe.

“Esa ceiba que tú ve ahí me ayuda mucho porque bajo sus raíces hay tierra de todos los países. Viene mucha gente a tocarla o a llevarse su poquito de tierra para poder viajar, da mucha buena suerte. A ti te veo viajando como periodista”, me lanza agachando un poco su ojo derecho.

“Revuelve las cartas”, ordena. Sin saber cómo me he ganado una consulta gratis. Lo que dice, en efecto, eriza la piel. Hay cosas que coinciden más o menos con la vida real.

Saca una libreta de anotaciones y me dice: “Copia ahí”. Me dictará la receta para un baño contra los malos augurios: rompesaragüey, abrecamino, yopuedomasquetú, espantamuertos, cascarillas y alcohol de bodega… “Y tú verás”.

Olga cumple 60 años el 23 de diciembre. “Estoy entera sin arrugas y feliz de poder ayudar a los demás”. Su trabajo es justo, “con Dios, no con el Diablo. La gente necesita creer y tener fe”.

Posa para la foto, y me da la bendición.

Foto: J. J. Miranda.
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