… y tirar bien

Foto: Sayli Sosa

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Ellos no saben que, alguna vez, tratar de hacer diana en la pequeña tapita plástica al final de la herrumbrosa pared fue más que un juego.

Ellos, ahora, se entretienen compitiendo. Por un peso (moneda nacional) pueden disparar 20 perles y, acaso la inusitada bagatela, o el morbo de sostener las viejas escopetas, los llevan cada tarde a la esquina donde la atracción ofrecida por el “abuelo” le gana a los videojuegos.

El perle se traba y hay que baquetear con un alambre acerado. Doblan el cañón del fusil y cargan. Tiran. Entre los labios, la próxima munición. No se aburren, dicen.

Alguna vez aquí fue imperioso aprender a tirar, aunque fuera con balas de mentirita, por si llegaba el momento de usar las de verdad. Cada cubano debía saber tirar y tirar bien, porque el enemigo estaba demasiado cerca.

Después de un tiempo en el que se desaparecieron del paisaje urbano, vuelven a poblar los espacios esos cajones rojizos con aire de quioscos.

Ahora son los niños los que agregan a la banda sonora de la ciudad el sonido sordo y metálico de la pequeña munición contra la pared de los campos de tiro.

Foto: Sayli Sosa
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