No son, como muchos creen, una secta, una denominación religiosa o una organización política. Los masones son sinónimo de hermandad, de crecimiento espiritual y moral, de fraternidad y mejoramiento social.
Esta sociedad, fundada a finales del siglo XVII en Europa, alienta a sus miembros al estudio filosófico de las conductas humanas, de las ciencias y las artes, en busca del progreso de la sociedad.
La masonería es una institución autónoma, autofinanciada, regida por sus propias reglas y en la cual se respetan las creencias religiosas y opiniones políticas de sus miembros.
Esta orden democrática ha estado presente en la Isla por más de 150 años y a ella han pertenecido grandes figuras de la historia cubana como Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Ignacio Agramonte y José Martí, quien la definió como“una forma activa del pensamiento liberal”.
En 2016, había en Cuba 321 logias activas con unos 27 mil masones, según Lázaro Faustino Cuesta Valdés, Gran Maestro de la Gran Logia Masónica de Cuba.
Solo quienes estén iniciados pueden entrar en las logias, participar en sus rituales, y conocer los toques, saludos y signos propios de la masonería, una hermandad que hoy sigue resguardando con celo todos sus valores culturales, sociales y espirituales.