Tinta añeja: Chibás, vergüenza contra dinero

El 16 de agosto de 1951, hace 69 años, falleció en La Habana Eduardo Chibás, líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) y una de las figuras más relevantes de la política cubana en la primera mitad del siglo XX.

La muerte de Eduardo Chibás, luego de once jornadas de agonía tras dispararse ante los micrófonos de la emisora CMQ, causó un profundo dolor en el país y dejó un evidente vacío de cara a las próximas elecciones, en las que, en opinión de muchos, era el amplio favorito para hacerse con la presidencia.

Se dice que más de un millón de personas acompañó su sepelio hasta el Cementerio de Colón en una de las mayores veladas funerarias que recuerde la Historia de Cuba, una muestra indiscutible de su enorme popularidad entre los habitantes de la Isla, que veían en él a un hombre íntegro, honesto, carismático, capaz de velar con justicia por los intereses nacionales, devolver la moral al gobierno y barrer la corruptela que durante años se había entronizado en este y medrado con el erario público. Esa, justamente, era la causa que él había tomado como estandarte: la de la lucha a brazo partido contra la corrupción y la inmoralidad política, con la escoba como símbolo y la consigna de “¡Vergüenza contra dinero!”. Aquella por la que terminaría dando la vida.

Procesión camino al cementerio de Colón por la calle 23 de La Habana en el entierro de Eduardo Chibás. Foto: Latinamerican Studies

 

Nacido en Santiago de Cuba en 1907 en una familia acomodada, Chibás se involucró activamente en la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado mientras estudiaba Derecho en La Habana. Por su accionar revolucionario como miembro del Directorio Estudiantil Universitario (DEU), fue expulsado de la Universidad, encarcelado y debió exiliarse; y tras la caída del dictador regresó a la Isla, donde participó en la revolución de septiembre de 1933 y luego formó parte del llamado Gobierno de los Cien Díaz, que presidió Ramón Grau San Martín y tuvo en Antonio Guiteras a su figura más prominente.

Inmerso definitivamente en el panorama político del país, enemigo feroz de la corrupción y el clientelismo imperante, convencido de la necesidad de liberar a Cuba de las ataduras económicas que imponían a Cuba los Estados Unidos, Chibás se afilió a la corriente democrática y nacionalista ―aunque nunca comulgó con la ideología comunista― y desplegó todo su talento como orador y polemista en defensa de sus convicciones. No fue periodista, pero sí un comunicador inspirado, un paladín de la comunicación política en la Isla, un hombre que hizo de la prensa ―artículos y documentos suyos aparecerían en varias de las principales publicaciones cubanas de entonces― y, en particular, de la radio una de sus tribunas favoritas. Frente a los micrófonos se sentía como pez en el agua y las audiencias se lo retribuían con su admiración y respaldo.

Eduardo Chibás hizo de sus intervenciones en la radio su principal canal de denuncias.

Primero desde el programa radial “La Voz de las Antillas” y luego en su Hora Dominical “Llamamiento a la conciencia ciudadana”, que sostuvo en la CMQ entre 1944 y 1951, Chibás cala profundo en el pueblo cubano con sus denuncias contra conocidos políticos, con sus arremetidas contra las malversaciones y latrocinios de los gobiernos de turno. Y los gobiernos de turno eran, por entonces, los del Partido Auténtico, el mismo del que fue miembro durante varios años, por el que había sido delegado a la Asamblea Constituyente y Representante a la Cámara en 1940 y Senador desde 1944, y del que se había retirado para fundar el Partido Ortodoxo en 1947, cansado de la corrupción y el gansterismo político que había crecido como la verdolaga en la Isla bajo el segundo mandato de Grau y el de su sucesor, Carlos Prío.

Enfrentado a las élites de poder ―también era un crítico implacable de Fulgencio Batista―, ganó, por el contrario, el favor popular y cada domingo en la noche, al salir del estudio ―su programa radial se transmitía en vivo a las 8:00 P.M.― muchas personas lo esperaban afuera para saludarlo, aclamarlo e intentar acompañarlo hasta su casa, en un edificio cercano al flamante Radiocentro de la CMQ, a pesar de los esfuerzos policiales por impedirlo.

No pudo acceder a la presidencia en 1948 cuando, al frente de una organización todavía muy joven, fue derrotado por Prío, el candidato del Autenticismo; pero el arraigo del movimiento de recuperación cívica que promovió desde su nuevo partido ―el cual nucleó a amplios sectores sociales y a un significativo grupo de jóvenes entre los que se encontraba Fidel Castro, futuro líder de la Revolución Cubana― y su intensa labor comunicativa, lo colocaban al frente de las encuestas para ganar la silla presidencial en 1952.

Sin embargo, la imposibilidad de presentar pruebas que demostraran la corrupción de Aureliano Sánchez Arango, por entonces Ministro de Educación y aspirante a la presidencia por el Partido Auténtico, que había denunciado previamente y por la que era acusado de calumnia por sus oponentes políticos y puesto en entredicho ante la opinión pública, le hicieron tomar la fatal decisión de dispararse a sí mismo estando “al aire” en la radio, tras pronunciar un vibrante discurso que pasaría a la Historia como “El último aldabonazo”. Su simbólica inmolación revela el carácter y la integridad de Chibás, que prefirió sacrificar su vida que defraudar a quienes confiaban en su palabra, que sucumbir moralmente a los silencios y complicidades políticas de la época.

Ataúd de Eduardo Chibás. Foto Latinamerican Studies

Como ejemplo de esa integridad los dejo entonces con una carta abierta que escribiera al presidente Carlos Prío en 1949 tras ser encarcelado por acusar de corrupto a su gobierno. En la misiva, publicada en Bohemia ―una revista con la que Chibás tuvo una relación muy personal, al punto de que asistía todas las semanas a su sede para leer su último número antes de que se publicase y que al morir le retrataran con un ejemplar de la publicación en su féretro― detalla con contundencia sus argumentos y, con ello, descubre los manejos y entresijos de la corrupción política en Cuba, no solo ante sus lectores de entonces sino también los del porvenir, y, como confirmación de su convicción y entereza, termina enarbolando la consigna que lo consagraría ante la posteridad: ¡Vergüenza contra dinero!

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Carta Abierta de Eduardo Chibás a Carlos Prío

(contra un absurdo empréstito extranjero)

 

Al hacerme condenar el 27 de abril por el Tribunal de Urgencia te comportaste como lo que eres, como un servidor de los intereses imperialistas, como uno de los abogados del pulpo eléctrico, a cuyo servicio estás desde el mes de abril de 1942, hace siete años, en que siendo tú ponente de las Comisiones de Hacienda e Impuestos del Senado de la República, dictaminaste a favor de la famosa Ley Regalo, que provocó un gran escándalo nacional al cancelar una deuda de diez millones de pesos que adeudaban al Fisco las compañías de servicios públicos, de las cuales correspondían cuatro millones de pesos a la Compañía Anticubana de Electricidad.

Quisiste destruirme con mi encarcelamiento, pero no lo pudiste conseguir. Ahora tratas de destruirme por medio de una campaña pagada de difamación, a base de mentiras y tergiversaciones alambicadas de la verdad. Tampoco lo conseguirás por ese camino. De tu manada de difamadores asalariados de todos los Partidos, me resguarda mi conducta recta y clara de todos los tiempos. Mi vida me defiende.

Mientras tú marchas por el camino del enriquecimiento inmediato y fácil, cambiando vergüenza por dinero, sirviendo a la “política del dollar”, sacrificando los intereses de Cuba a los intereses de Wall Street y de tu camarilla, yo me mantengo leal a mis convicciones revolucionarias de toda la vida y sacrifico mi fortuna personal en aras de mis principios y de mi patria.

Tu última apostasía, la pretensión tuya de concertar un empréstito extranjero por más de cien millones de pesos, es una traición incalificable al Manifiesto Programa del Directorio Estudiantil Universitario, a la Doctrina del Autenticismo y al postulado básico de la Revolución cubana: la lucha por la independencia económica de Cuba.

Para facilitar la obtención del empréstito extranjero te atreves a hablar de tu pulcritud personal y de la honestidad administrativa de tu Gobierno, cuando eres hijo de la más escandalosa deshonestidad administrativa de la política cubana, la del Gobierno de Grau San Martín, del que fuiste Primer Ministro y candidato presidencial, cuando eres un producto del Baga, del inciso K y de la Renta de Lotería; cuando se están exigiendo bajo tu Gobierno comisiones de un veinte y un treinta por ciento para pagar a los suministradores del Estado; cuando se ha pagado la deuda flotante exclusivamente a los ciudadanos norteamericanos a expensas de los cubanos debido al sometimiento tuyo a los intereses imperialistas de Wall Street; cuando las filtraciones del erario público y las evasiones de impuestos son aún mayores bajo el Gobierno tuyo que bajo el Gobierno de Grau San Martín; cuando tú mismo y tus Ministros de Hacienda, de Educación y de Obras Públicas, después de declarar a la prensa reiteradamente que al llegar al Gobierno encontraron un enorme desfalco, declaras tranquilamente ante el Juez Especial, doctor Vignier, que al asumir el Gobierno todo lo encontraste en regia y a tu entera satisfacción.

Te conocí cuando eras un estudiante universitario que vivías muy modestamente. Explícame, Carlos Prío, cómo adquiriste, por trasmano, el central Ofelia; cómo adquiriste la finca La Chata, en Arroyo Naranjo; como adquiriste la finca Galera, de cincuenta caballerías, en Calabazar; cómo adquiriste la finca Lage, de los hermanos Benítez, que compraste recientemente; cómo adquiriste hace poco la finca La Altura, en Bahía Honda, donde estás utilizando camiones, tractores, grúas y material del Ministerio de Obras Públicas para construir carreteras privadas, un muelle particular, un aeropuerto personal, un lago artificial y dos regios palacetes. Explícame eso, Carlos Prío, si es que puedes hacerlo.

Explícame, Carlos Prío, cómo puedes comprar tantas fincas y construir en ellas obras tan numerosas y variadas al mismo tiempo que declaras que no hay dinero ni material para construir caminos vecinales ni para continuar las obras públicas del Estado; que no hay dinero para pagarles sus adeudos a los veteranos de la Guerra de Independencia; que no hay dinero para pagar los alquileres de las casas escuelas ni las medicinas de los hospitales y que te ves obligado por falta de dinero a dejar cesantes a miles de empleados públicos.

Explícame, Carlos Prío, qué motivos tienes para permitir que el Ministro de Hacienda, Antonio Prío, haya convertido el Ministerio de Hacienda, particularmente la Dirección General de Rentas e Impuestos, en un centro de corrupción y piratería destinado a esquilmar a los industriales y comerciantes, organizando los atracas desde arriba, pues los inspectores son meros instrumentos de los directores del saqueo.

Explícame, Carlos Prío, cómo es posible que permitas que altos funcionarios de tu Gobierno especulen criminalmente con el vicio de las drogas heroicas, de modo especial con la morfina y la cocaína, a sabiendas de que están desmoralizando al pueblo, permitiendo a la juventud y minando para el futuro las energías de la nación, destruyendo sus reservas morales. Explícame por qué pusieron en libertad y sobreseyeron la causa criminal del traficante internacional de drogas, Carlos Paz Soldán, arrestado en el Hotel Nacional con un cargamento de drogas por el Jefe de la Policía Secreta, Eufemio Fernández, que realizó ese servicio en colaboración con el F.B.I.

Explícame, Carlos Prío, las razones por las cuales permites que el Director y Subdirector de la Renta de Lotería, Gerardo Tarrero y Ricardo Artigas, la utilicen para comprar conciencias de políticos venales (incluyendo al Partido de Batista), para pagar a los propagandistas de tu Gobierno y a tus agentes difamadores que cobran por atacarme y para nutrir tus bolsillos con medio millón de pesos mensuales, dinero que debía servir para el sostenimiento de hospitales, creches infantiles y asilo de ancianos.

Explícame, Carlos Prío, qué ha hecho tu Ministro de Agricultura, Virgilio Pérez, con los tres millones de pesos producidos por la reversión del café de exportación y el producto de las importaciones de café, fondos que debieron utilizar para la construcción de caminos vecinales en las zonas cafetaleras, pero que se le gastaron en tu campaña presidencial. Explícame también las razones por las cuales tu Ministro de Agricultura tiene que importar ciento cincuenta mil quintales de café, teniendo en primero de agosto, según tu propio Instituto del Café, un remanente de doscientos sesenta mil quintales, pues se trata de un “affaire” de millón y medio de pesos con el que están arruinando a veinte y tres mil familias caficultoras.

Explícame, finalmente, tú que fuiste junto conmigo miembro del Directorio Estudiantil Universitario y que surgiste a la vida pública combatiendo el Empréstito de Machado, cómo es que solicitas un Empréstito Extranjero de más de cien millones de pesos.

Dirás que tu generación, la del 30, es una generación sacrificada, que ha sufrido mucho por la Revolución y que tiene derecho, por tanto, a darse ahora buena vida y divertirse mucho, esparcimientos y francachelas que deben pagar las próximas generaciones cubanas. Esa tesis egoísta me recuerda la tesis de Luis XV: “Después de mí, el diluvio”. Frase que traducida al criollo equivale a la siguiente: “El que venga atrás, que arree”.

Para suerte de Cuba, los hombres de la generación del 30 que no hemos claudicado de nuestros ideales de la juventud, levantamos nuestra voz indignada de protesta frente a las continuas apostasías y denunciamos tu traición sin nombre a la lucha por la liberación nacional al gestionar un empréstito extranjero. Que caiga solo sobre ti y tus colaboradores el juicio adverso de la Historia, no sobre la gloriosa generación del 30, que no es responsable de tus traiciones a la patria, como no es responsable de los crímenes de Machado la generación gloriosa de los libertadores del 95.

Cada vez que los gobernantes han solicitado un empréstito ponen el mismo disco: “el empréstito es para pavimentar calles y construir acueductos a las ciudades del interior”, el empréstito es para mejorar el estado sanitario de la Isla”, “el empréstito es para impulsar la agricultura”, “el empréstito es para construir alcantarillados”, etc., etc. Sin embargo, a la sombra de los empréstitos lo que se han construido han sido grandes fortunas privadas.

Estás gestionando el empréstito con gran sigilo y misterio, como si estuvieras avergonzado de hacerlo. No lo tramitas a la luz del día, sino en medio de la oscuridad más absoluta, como actúan los que van a cometer un crimen y necesitan ocultar sus preparativos. No tienes plan, como no sea el de cubrir los desfalcos que dejó tu anterior Gobierno, del que fuiste Primer Ministro. Ni siquiera le has informado al pueblo cuál es la institución crediticia que te dará el dinero ni has revelado el menor dato de la operación enigmática que proyectas.

Si no estuvieran cogiéndose el dinero que se recauda, no haría falta el empréstito. Por eso, lo que tienes que hacer es recuperar de los multimillonarios defraudadores del erario público el dinero que malversaron. Reconozco que eso te es muy difícil hacerlo, porque tendrías que empezar por reintegrar al Estado tu propia fortuna. Con tus millones y los millones de tus asociados (Grau San Martín, José Manuel Alemán y otros muchos), podrías facilitar al Estado los recursos que dices necesitar para las obras públicas, bastando para ese fin que devolvieran una parte del dinero que se han llevado del Tesoro Nacional. No necesitas, pues, hacer un empréstito.

¿Cómo tienes el descoco de solicitar en Washington un empréstito de cien millones de pesos, cuando Cuba dispone de un presupuesto de doscientos treinta millones, tiene trescientos millones en oro depositados en el Federal Reserve Bank, cuenta con más de seiscientos millones en depósitos bancarios dentro de la Isla y ha vendido su zafra este año unos diez puntos más alto que el año pasado? ¡Es absurdo! ¿Qué ocurrirá cuando venga la depresión?

Tú sabes muy bien, aunque digas lo contrario, que el empréstito implica como consecuencia ineludible la creación de nuevos impuestos, la multiplicación de los tributos que pesan sobre la industria, el comercio y el pueblo, que es en definitiva quien paga. Cuando el empréstito es extranjero, ello representa una sangría para la economía nacional, un chorro continuo de dinero que sale de nuestro país por vía de intereses y amortizaciones. Además, significa sometimiento a exigencias económicas y políticas: autorizar a contadores públicos, ingenieros y técnicos extranjeros a ejercer en Cuba sin revalidar sus títulos; rebajar los sueldos de los empleados y obreros; limitar las conquistas sociales; acatar las condiciones onerosas del Tratado de Residencia y Navegación. Tú sabes muy bien que los empréstitos constituyen el instrumento de penetración del imperialismo, el arma favorita de la “política del dollar” para sojuzgar económicamente a los pueblos de nuestra América.

La principal propaganda de prensa de tu campaña presidencial consistió en unos anuncios a página entera publicados en todos los periódicos en los que se decía:

“El Partido Auténtico no ha recibido un solo centavo del extranjero. No se le deben a nadie las obras públicas bajo el autenticismo. Cuba no ha contraído deudas, sino que ha liquidado las existentes”.

Eso era lo que hace un año esgrimías como tu mejor propaganda presidencial. Condenabas que el Partido Liberal, estando en el Poder, hubiera concertado empréstitos, hipotecando la República. Sin embargo, no llevas diez meses en el Gobierno y ya estás tratando de hacer exactamente lo mismo que hicieron los gobiernos del Partido Liberal. Con la diferencia de que el Gobierno de José Miguel Gómez solicitó el empréstito de dieciséis millones contando con un presupuesto de treinta millones y el Gobierno de Machado concertó los financiamientos de noventa millones contando con un presupuesto de ochenta y seis millones. Tú, sin embargo, estás gestionando un empréstito de más de cien millones de pesos disponiendo de un presupuesto de más de doscientos treinta millones.

El pueblo de Cuba ha repudiado desde el primer momento esta nueva hipoteca. No en vano recuerda que por el primer empréstito de 35 millones tuvo que pagar 77 millones: 35 millones de capital, más de 42 millones de intereses. No en vano recuerda que por el segundo empréstito de 18 millones tuvo que pagar 37 millones: 16 millones de capital, más de 21 millones de intereses. Y así por el estilo en los empréstitos de Menocal, Zayas y Machado.

El empréstito, lejos de representar una solución estable a nuestros males, sólo vendrá en definitiva a incrementar la crisis económica que más tarde sufriremos. En cambio, con una fiscalización honesta de los impuestos ya establecidos que evite el fraude y las filtraciones, es suficiente para cumplimentar ampliamente todas las obligaciones del Estado, hacer nuevas obras públicas y atender la sanidad y la educación. Lo que requiere Cuba no son nuevos empréstitos que traen fatalmente nuevos impuestos, sino más honradez en el manejo del Tesoro Público.

En efecto, a mediados del mes de junio de 1939 los profesores norteamericanos Roswel, Magill y Carl Ahoup, contratados por el Gobierno del Presidente Laredo Brú para estudiar nuestro sistema tributario, señalaron en su documentado informe al Gobierno cubano, páginas 22 y 123 de la edición inglesa, lo siguiente:

“Con una administración honesta de los fondos públicos, la recaudación podía aumentarse en un cincuenta por ciento”.

En aquella época, con un Presupuesto de 74 millones, eso hubiera representado sobre 37 millones de pesos anuales. Ahora, con un Presupuesto de más de 230 millones eso representaría más de 115 millones de pesos anuales.

Si hubiera honradez, pues, no haría falta concertar ningún nuevo empréstito. Sobraría el dinero. Se recaudarían ciento quince millones de pesos más todos los años. Lo que se necesita para resolver las dificultades económicas del Gobierno es lo que dijo el bayardo camagüeyano Ignacio Agramonte que hacía falta para libertar a Cuba: ¡Vergüenza!

Puedes encarcelarme, puedes hacer que tus agentes a sueldo me difamen, puedes mandar que me asesinen, pero nunca podrás conseguir que claudique de mis convicciones, que reniegue de mis principios, que traicione mis ideales, que rinda mi bandera de noble rebeldía ante el régimen podrido que representas tú. Frente a tu “política del dollar” levantamos nuestra consigna: ¡Vergüenza contra Dinero!

Tu adversario

Eduardo R. Chibás.

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