Tras la pista de los Rastros

Rastro-tienda de materiales de la construcción (Amistad Neptuno, Centro Habana/ Foto: Abel Rojas Barallobre

Imagínese por unos instantes que usted requiere algunos de los productos que se expenden de manera liberada desde hace alrededor de tres años en las Tiendas de Venta de Materiales –o también Rastros, como se le conoce popularmente entre los habitantes de esta isla- para ejecutar labores constructivas impostergables en su hogar.

Los altos precios de determinados artículos, cuyo coste permite subsidiar a aquellas personas con menos solvencia financiera que han recibido una asignación monetaria para erigir o reparar su inmueble, no le han permitido personarse en la entidad hasta cierta fecha en el mes que logró ordenar su economía.

Las personas que prefieren transitar entre los marcos de la legalidad –un término bastante discutible, sobre todo en estos tiempos revueltos- ajustan su bolsillo antes de visitar estos establecimientos. Pero, ¿Cuál sería su sorpresa al llegar a uno los 43 centros habilitados en La Habana y encontrárselo casi vacío, con apenas artículos en existencia?

Bueno, usted podría pensar que el desabastecimiento por dificultades con la producción de las industrias nacionales y locales ha creado un “bache” en el cronograma de entrega de los surtidos, causa detonante de ese “vacío”. Tal vez. Incluso, imaginar a un concurrido público adquiriendo la mercancía sin tener en cuenta los elevados importes a desembolsar. Menos probable, pero posible.

El rastro visitado, en cuestión, radica en el capitalino municipio de Plaza de la Revolución, y en el momento de mi llegada pude percatarme que el mismo se encontraba en pleno proceso de mudanza. En otras palabras, se adecuaban los espacios para brindar un mejor servicio y dar cabida a mayor cantidad de materiales. Al menos en teoría.

Sí, porque allí en exhibición no había nada, apenas unos bloques que dos personas –en distintos lapsos- llegaron y sin el pago previo en la caja recogieron y se llevaron una parte. Más sorpresa aún, ningún trabajador del centro interrumpió su descanso en las afueras del establecimiento en plena mañana para estibar el artículo de marras, una de sus funciones y por la cual perciben un salario, bajo por demás.

Pregunté por el administrador para aclarar lo sucedido y de paso despejar dudas sobre el funcionamiento de estos sitios, uno de los objetivos de mi presencia allí. El mismo no se encontraba, pues había salido a realizar algunas gestiones ¿laborales? Su representante, al menos quien me atendió, adujo no poseer todos los elementos necesarios para responder a mis interrogantes. Me sugirió, además, que lo esperara, tal vez el directivo retornaba pronto.

Algo que pude corroborar durante mi estancia en el lugar fue como sin precaución y delante de los miembros de la prensa –el fotógrafo que me acompañaba y este servidor- personal situado en frente del organismo ofertaban a posibles clientes productos solo comercializables en estas entidades especializadas y que allí no se exhibían, al menos no a la vista de todos.

No había forma de identificar a quienes sí laboraban en el rastro, pues incluso estos personajes adquirieron recientemente indumentaria de faena de idéntico color y forma que la utilizada por los verdaderos trabajadores del lugar. Una estratagema para confundir a quienes asisten a las tiendas de venta liberada de materiales de la construcción.

Como buenos negociantes, regateaban para atrapar al consumidor y ofrecían la cantidad deseada de elementos. Eso sí, a precios mucho más altos. Hasta ahí no hay nada fuera de lo común, solo el simple hecho de que lucraban aprovechándose de las carencias del sitio… y de sus clientes.

En la capital cubana existen 43 unidades para el expendio de estas mercancías. Sin embargo, una preocupante mayoría de ellas presenta deficiencias con el manejo de los recursos por parte determinados miembros del personal, según reconoció el Subdirector Provincial de la Empresa de Comercio de La Habana, Yosniel Roche Carrillo.

El fenómeno no agrupa a todas por igual, pues en los criterios recogidos entre los entrevistados existe cierto balance entre argumentos negativos y positivos. Del primer grupo podemos mencionar el caso de La Devesa, en el municipio de Playa. Del segundo… unos cuantos.

Este programa tiene una fuerte carga social, ya que busca a partir de la venta determinados productos respaldar la adquisición de otros por aquellos con menos solvencia financiera. Sí, Cuba es la única nación –en esta rama- donde se subsidia a la persona y no al material.

Sin embargo, todavía siguen quedando muchas preguntas por contestar y regulaciones que implementar para poseer un mayor control de los recursos. ¿Por qué la misma persona que asumía responsabilidades ante la ausencia del administrador y sus trabajadores permanecieron inertes ante tan deplorable acto frente a su centro laboral?

¿Acaso no poseen fuerza moral para recriminar un hecho que –con razón o no- se les imputa a ellos mismos? ¿Quién responde antes las indisciplinas y qué medidas se toman con los infractores? ¿Cómo es posible que el país destine altas sumas de dinero a fomentar un programa social tan importante y existan personas que lucren con la necesidad y el esfuerzo de muchos?

Sin dudas, un tema peliagudo el de las tiendas de venta liberada de materiales de la construcción. Demasiadas cuestiones subjetivas –comenzando por los salarios y por la formación humana y profesional de los obreros- enlentecen el despegue de un método que busca en su esencia el mejoramiento del fondo habitacional en la isla.

Por: Iván Morales Morales

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Rastro San Jose Gervasio, Centro Habana/ Foto: Abel Rojas Barallobre
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