Venta de garaje: deseos de prosperidad en una percha improvisada

Las ventas de garaje son el reflejo de la población donde se encuentran; con ellas quedan al descubierto los gustos, preferencias y hasta modos de vida de sus proveedores y consumidores.

Venta de garaje en Cuba. Foto: cortesía de la autora.

Mi vecina y yo decidimos sumarnos a la moda que por estos días inunda las calles de La Habana. Nos estacionamos en un garaje —que no lo es tanto—, y colgamos los deseos de prosperidad en perchas improvisadas que, vistas de conjunto, bien pudieran ser tendederas de ropas de uso, pero que nosotras nos empeñamos en llamar la simiente de otro sueño mayor: una tienda de prendas second hand o vintage, con todas “las de la ley”.

Así de soñadoras somos las dos, y persistentes, porque, además del nuevo emprendimiento, compartimos el signo zodiacal. Dos leonas, ella más joven y artista; yo, periodista y madre de unos gemelos de cinco años. Salimos con la idea de limpiar nuestros closets, llenos de recuerdos y ropas pasadas de moda y, en mi caso, con un departamento de ropa infantil en una maleta. Lo sacamos todo, hasta una vela que nunca pondría en mi casa (que, a propósito, aún no ha “salido”) y un vestido de los quince de la mamá de mi vecina (que, a propósito, ya se vendió). 

Para sorpresa de ambas, el primer fin de semana resultó mejor de lo que esperábamos y nos dio la fuerza para continuar en esta empresa que se ha convertido en otra de nuestras tantas ocupaciones. Con las ganancias de las ventas de garaje no se hace mucho, pero se puede comprar más en el agromercado y algunos regalitos de bajo costo para el próximo cumpleaños de los gemelos. La idea de vaciar los closets no fructificó, porque resulta que ahora las jabas se han llenado con los aportes de amigos, familiares y vecinos que se han sumado también a la moda de las ventas de garaje.

Estas fueron autorizadas por el Ministerio de Comercio Interior en Cuba en julio de 2021, por la Resolución 97/2021 que, a menos de un mes de nacida, fue derogada por la número 102, hoy vigente. De esa forma, quedaron eliminados los permisos que debían ser otorgados para la realización de la venta de garaje y la tarifa que se debía abonar al efecto. Actualmente, los consejos de la Administración Municipal solo definen los días cuando se realizan las ventas y velan por el cumplimento de otros requisitos relacionados con el lugar elegido, los artículos, anuncios, etc.

Confieso que muchas de estas precisiones las conocimos con exactitud inspector mediante, pues, a solo unas semanas del comienzo de nuestro emprendimiento, recibimos la primera visita de uno de ellos. Cuando casi recogíamos nuestra pretendida tienda, fuimos cuestionadas por la ubicación de las perchas, al parecer mal colocadas porque obstruían el paso, —el nuestro, por cierto—, al edificio donde vivimos. Muy difícil de convencer, el inspector de marras, no entendía que los vecinos estaban de acuerdo porque este era casi un negocio colectivo, en el que todos podían aportar sus artículos de uso para la venta.

Sin muchos argumentos, más allá de las regulaciones y números exactos de las posibles contravenciones en las que incurríamos, el inspector se dio cuenta de que teníamos un lote de dos pares de medias nuevas, de distinto color por demás (más de un artículo nuevo o importado ya es considerado lote). Eso sí estaba prohibido y podíamos ser multadas con 4.000 pesos; una cifra alarmante para nuestro incipiente negocio. Por suerte, nuestras habilidades comunicativas vencieron y, con la ayuda de la lluvia que empezaba a caer, el inspector se marchó, hasta el día de hoy.

La venta de garaje vino a reconfirmar lo que ya sabemos y sufrimos: son muchas y diversas las necesidades de los cubanos, y hasta increíbles, pues cada fin de semana nos sorprendemos con las demandas de quienes acuden a este tipo de modalidad comercial. Hoy son muchos los que en la ciudad se visten y calzan gracias a estas ventas que comenzaron hace un tiempo de manera aislada en algunos puntos de La Habana y que cobraron fuerza en las redes sociales durante el confinamiento por la COVID-19.

Nuestra venta de garaje puede ser clasificada entre las más económicas, no podría ser de otra forma, pues en una avenida del Cerro, aunque limítrofe con Plaza de la Revolución, el nivel de vida no permite destinar demasiado dinero para estos fines. Claro que las hay con precios más altos y en otras zonas como en El Vedado y Miramar, pudieran clasificarse como las boutiques de esta modalidad. Las ventas de garaje son el reflejo de la población donde se encuentran; con ellas quedan al descubierto los gustos, preferencias y hasta modos de vida de sus proveedores y consumidores. En Cuba, algunas ya exhiben mejores condiciones, pero la nuestra todavía funciona con las perchas sacadas también de nuestros closets, una soga y un banco que nos sirve de mostrador.

Venta de garaje en Cuba. Foto: cortesía de la autora.

A esta experiencia una amiga socióloga la llamaría “observación participante”, y tendría mucha razón, porque más allá de sus propósitos comerciales, nuestra venta de garaje es como un gran laboratorio, donde estudiamos los públicos, otros negocios similares, la dinámica barrial, el ir y venir de la gente, apesadumbrada, entretenida, dispersa, alegre, bullanguera, impaciente y más. A nuestra tienda la circundan dos paradas de ómnibus, donde pueden concentrarse decenas de personas que se convierten en potenciales clientes por el tiempo de espera que impone el no siempre puntual arribo del P-16 y las rutas 43 y 65. Desde nuestra tienda-laboratorio hasta podemos medir la eficiencia del transporte público en la zona. 

Sin darnos cuenta han salido a flote nuestros conocimientos sobre marketing, publicidad y promoción, y dotes de vendedoras que hasta ahora estaban dormidas. Sin mucha lucha, la verdad, pero algunas ideas nos asaltan y tal vez, más adelante, migremos al escenario virtual, pensemos en una etiqueta y hasta en una marca, ¿por qué no?. Pero esas ya son palabras mayores que el tiempo dirá si podremos lograr. Por ahora, seguimos con nuestras jabas a cuesta y un puntico de venta que nos ha unido como amigas porque, entre venta y venta, hablamos de lo humano y lo divino. Como me suele ocurrir, he ganado a una amiga mucho más joven que yo (tengo varias, ellas saben que son como las hijas mayores ahora desperdigadas por el mundo y unidas a mí por la cercanía de las redes sociales) para contagiarme de ese espíritu que no quiero perder, aunque pasen los años.

Dos soñadoras y persistentes “leonas” que también han salido de sus apartamentos para conocer más al barrio y a vecinos que ni siquiera sabíamos que existían. Nuestra tienda es el punto de encuentro de muchos de ellos, que vienen con sus paqueticos a pedir ayuda en la venta de sus ropas y zapatos de uso. Vienen con la esperanza (esa la ofertamos gratis) de que “salgan” pronto y así puedan satisfacer alguna otra necesidad de sus familias. Por eso me gusta pensar que nuestra venta de garaje es también una modalidad social donde nos ayudamos todos, un negocio de barrio en el que podemos vender, comprar, socializar, hacer amigos y llevarnos la cuota de esperanza que no está regulada en libreta de abastecimiento alguna. 

Para el final, dejo aquí algunas demandas de nuestros clientes por si alguien se embulla y decide montar su venta de garaje: acopie muchos pantalones de trabajo (talla 34 si es posible), zapatos de niños para la escuela, shorts y vestidos para señoras, abrigos y ropa talla L, XL y más. Pero si guarda corbatas, guayaberas, gorras o adornos, sáquelos también, que puede aparecer un comprador, ya decía antes que las demandas son increíbles y las necesidades mayores. Ojalá y estas ventas de garaje tengan larga vida y que las que puedan evolucionen a otras modalidades, pero que siempre quede la opción para quienes necesitan un mercado económico y un lugar donde prosperen los sueños y la esperanza. 

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