Vietnam, Cuba y los arquitectos

Análisis a propósito de la prohibición de la actividad profesional de arquitectos e ingenieros como trabajo por cuenta propia en Cuba.

A raíz del anuncio de la ampliación del número de actividades legales a realizar por cuenta propia y de la publicación a principios de este mes de la lista de 124 actividades prohibidas estuve pensando en Vietnam y en mis amigos arquitectos que se han realizado en ese gran y bello país. Yo tuve el privilegio de visitar Vietnam en cuatro ocasiones por razones de trabajo y turísticas y siempre me impresionó su cultura, la amabilidad y simpatía de los vietnamitas hacia mí cuando les decía que era cubano y sobre todo, el espíritu de confianza en el futuro o la seguridad de que estaban trabajando por un mejor país.

En los últimos 30 años, Vietnam redujo la pobreza del 75% al 5%. Actualmente es uno de los países más prósperos y comercialmente activos del sureste asiático con un crecimiento de alrededor del 7% anual —antes de la pandemia— gracias a que en 1986 aplicara un paquete de reformas económicas conocido como Đổi Mới (economía de mercado orientada al socialismo). El impacto de estas medidas, además de favorecer el crecimiento macroeconómico, provocó un aumento de la desigualdad que no ha beneficiado a los sectores de más bajos ingresos en un país de 95 millones de habitantes. Además, las reformas provocaron problemas medioambientales producto de la avaricia de los nuevos actores económicos nacionales y extranjeros favorecidos por la corrupción y el escaso control de las emisiones industriales. No obstante estos problemas, Vietnam es hoy en día líder regional y mundial en la producción de algunos artículos agropecuarios como el arroz y el café, e industriales como los equipos eléctricos, electrónicos, textiles, zapatos y muebles.

Viet Nam fue un sueño realizado

En el sector constructivo el desarrollo ha sido impresionante con un crecimiento entre el 8% y el 9% anual en los últimos 10 años. Este impulso se debe a la diversificación de la industria que combina los esfuerzos del gobierno por mejorar la infraestructura de servicios, turística y educacional y la actividad privada. Además de las empresas de proyectos estatales que se ocupan de diseñar hospitales y otras grandes obras, también existen empresas privadas de proyectos que cubren todas las escalas y demandas. Algunas de estas producen arquitectura de menor calidad siguiendo los gustos de sectores menos educados, pero otras han alcanzado un gran prestigio y reconocimiento internacional por su innovación, compromiso social y calidad estética. Vietnam se convirtió además en un imán para firmas extranjeras de arquitectos e ingenieros que han establecido sus sedes principales y sucursales o que son atraídas por convocatorias de concursos internacionales.

Es cierto que la situación de Vietnam ha sido y es diferente a la de Cuba. Por una parte, fue un país casi destruido por los bombardeos estadounidenses causando más de un millón de fallecidos hasta 1975. Las sucesivas guerras, primero contra el poder colonial francés desde 1946 y después contra las fuerzas de Vietnam del sur y el ejército de EEUU, arruinaron buena parte de su infraestructura, ecosistemas y tejido social. Pero, por otra parte, el bloqueo económico estadounidense fue eliminado en 1994 durante la administración Clinton debido a varios factores como los geopolíticos, una emigración menos hostil y con menos poder de influencia en los EEUU y el mismo pragmatismo de los líderes vietnamitas. Por lo tanto, a la liberación de las fuerzas productivas internas en 1986 se sumó entonces la posibilidad de comerciar sin restricciones con todos los países y entrar en la organización mundial de comercio (OMC). Su cercanía a China fue, además, bien aprovechada con vistas a acelerar el desarrollo tecnológico y comercial a pesar de sus diferencias históricas.

Uno de mis viajes a Vietnam fue en 2017 cuando visité Hanoi con mis alumnos de arquitectura de la Universidad Nacional de Singapur para hacer un proyecto de curso en el Barrio Viejo (Hoàn Kiếm), en específico, para hacer el diseño de rehabilitación o nueva construcción de una casa de 4 m de ancho por 40 m de largo, lo que constituía todo un reto. Con la ayuda de mis amigos arquitectos vietnamitas, organizamos además visitas a oficinas de arquitectos jóvenes y a varias de sus obras.

De estas experiencias me he recordado en estos días e inmediatamente después me he imaginado la vergüenza que sentiría si tengo que contarle a alguno de mis amigos vietnamitas, que en el 2021, los arquitectos cubanos estamos reclamando el derecho a ejercer de forma independiente. Quizás un arquitecto francés o canadiense conocedor de nuestra realidad pudiera entender, con un sentimiento de lástima incluido, nuestra situación al asumir que vivimos en un estado socialista centralizado. No obstante, un vietnamita no entendería, pues aun viviendo en un país con un sistema de partido único y pocas libertades políticas, tiene por otra parte muchas más libertades económicas. No sería posible explicarle, que nosotros, que tanto ayudamos a su país hace cinco décadas, estemos ahora con tal atraso legislativo en el sector económico y constructivo. No comprendería que autoridades, que se supone deben trabajar para el desarrollo del país, estuvieran posponiendo una discusión de la que se sabe su conclusión por lo básico de los derechos reclamados: prohibir la actividad independiente de arquitectos e ingenieros y otras profesiones es una decisión antidemocrática, poco pragmática y poco revolucionaria, sobre todo porque se sabe que excepto para algunos sectores estratégicos, los monopolios y algunas grandes empresas estatales no han funcionado de forma eficiente en nuestro país por más que se ha intentado.

Si bien este demorado paso de autorizar a casi 2000 actividades productivas es positivo para la economía, el hecho de no haber consultado y discutido con cada gremio profesional es un error grave pues somos los profesionales lo que más tiempo hemos dedicado a nuestra preparación y es en nuestra educación donde más recursos se ha invertido. Los arquitectos e ingenieros de la construcción nos habíamos ilusionado porque pensamos y estamos seguros que nuestra actividad, como proyectistas y creadores de espacios y ciudad, es un eslabón imprescindible en la cadena constructiva. No es concebible que todas las actividades del proceso constructivo se puedan realizar de forma independiente y no se incluya a los que imaginan y diseñan esas obras.

La ciudad reclama arquitectura

A pesar de la difusión en cuanto al anuncio de las medidas y las explicaciones dadas en la prensa y medios televisivos como la Mesa Redonda, no se explicó la razón para no incluir las actividades profesionales dentro de las consideradas lícitas. He leído en redes sociales el criterio de algunos expertos que manifiestan que aprobar la actividad profesional no significa amenaza alguna para la seguridad y existencia de nuestro sistema, sin embargo, las autoridades no han ofrecido explicaciones convincentes. Después de varios días en que muchos de los arquitectos y otros profesionales se manifestaron, una edición de la Revista Buenos Días1 y un reportaje de la cadena Russia Today2, se hicieron eco de las inquietudes de los profesionales afectados. No obstante, en la tercera Mesa Redonda sobre el tema, a la cual fueron invitados dos ministros y un viceministro, no se dio una respuesta acorde con el debate. Por el contrario, el descontento de los profesionales fue interpretado por uno de los invitados como una forma de atacar y de cuestionar todo lo que hace el gobierno. Es decir, además de haber sido ignorados y afectados por esta medida, los que hemos expresado nuestras inquietudes, se nos coloca en un supuesto bando opuesto y conflictivo. Este hecho parece indicar que en algunas instancias del gobierno no se ha comprendido que la participación ciudadana, ya sea en forma de consultas directas, o a través de representantes de sectores o grupos sociales y de la crítica en sus diferentes versiones, es imprescindible para la construcción gradual de una nación y un consenso que asegure prosperidad en un ambiente de diversidad de opiniones y respeto. Y ese ambiente participativo, de crítica constructiva y reconocimiento de las partes en nuestro país, lejos de ser una debilidad y una amenaza al sistema, sería una fortaleza ante presiones y hostilidades externas porque el sistema convive, funciona y se nutre de esas diferencias, debates y discusiones.

Los ciudadanos cubanos tenemos representantes en el parlamento, y los profesionales de la construcción tenemos además un ministerio (MICONS) que debería velar por los intereses tanto del país como de los trabajadores del sector constructivo. Además, los arquitectos e ingenieros de la construcción formamos parte de una asociación que también nos representa. Es por esto que me pregunto: ¿Qué papel tuvieron nuestros parlamentarios, el MICONS y la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba, (UNAICC) en esas decisiones de tan gran impacto? ¿Le preguntó el Ministerio de Trabajo y de Economía a jóvenes profesionales o a los actuales estudiantes de arquitectura, ingenierías y otras carreras profesionales sobre su futuro como miembros activos y muy valiosos de la sociedad?

Hace unos días vi un spot televisivo que recuerda una frase de Fidel y decía que las nuevas generaciones tendrán la última palabra. No creo que haya sido así en este caso, aunque reconozco que puede ser más debido al lastre de un aparato burocrático que no ha entendido que los tiempos de imposiciones y poco respeto a la ciudadanía ya pasó, que por una deficiencia de las máximas instancias del actual gobierno que tantas batallas tiene abiertas y que lucha además para revertir errores pasados.

El diálogo que ha existido entre los servidores públicos, instituciones, autoridades ministeriales y los ciudadanos y trabajadores, en especial en el sector de la cultura en los últimos tres meses, no ha ocurrido en el sector constructivo, ni antes, ni después de haber expresado nuestros reclamos. Por lo tanto, teniendo en cuenta la disposición de las autoridades de valorar los diferentes criterios, espero que los canales existentes para la comunicación ciudadana con sus representantes y las autoridades que decidieron estas medidas sirvan para un diálogo y una rectificación que eviten formas más confrontacionales y poco efectivas.

El orgullo de que nuestro país sea capaz, bajo todo tipo de limitaciones y presiones, de desarrollar cuatro proyectos vacunales contra la COVID-19, contrasta con la vergüenza de tener una estructura obsoleta y mecanismos mal engranados para diseñar, construir y mantener edificios, comunidades y ciudades. Algo que sí se ha logrado en parte durante décadas en la Oficina del Historiador de La Habana y otras provincias. No cabe duda alguna que la aprobación de los arquitectos, ingenieros civiles y otros profesionales de la construcción para que puedan ejercer de forma independiente con todas las garantías legales, en conjunto o en paralelo con otras empresas estatales, será de gran beneficio para nuestras ciudades, para la reactivación económica del país y sobre todo, para levantar el ánimo de una juventud poco esperanzada.

Los profesionales cubanos hemos recibido una educación de calidad y gratis con el objetivo de ser cultos y por lo tanto, para ser libres y servir a la nación y a nuestras familias con nuestro esfuerzo, conocimientos e ilusiones, como lo han hecho ya, por varias décadas, los vietnamitas para levantar su país de las ruinas de la guerra.

Notas:

1 Revista Buenos Días del 15 de febrero de 2021 por Lázaro Manuel Alonso.

2 Reportaje con entrevistas en el Noticiario de Rusia Today del 15 de febrero de 2021 por Oliver Zamora Oria.

 

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