Cineastas en edad de conducir se aferran al timón

Jóvenes cubanos insisten en una mirada inquisitiva y plural en la 18 Muestra Joven y aprovechan un país donde los smartphones sirven como cámaras de bolsillo.

Juan Carlos Calahorra, miembro de la junta directiva del certamen. Foto: Angel Marqués Dolz.

Este año, los iconoclastas se tomaron el sabático y ahora la pregunta es si los chicos participantes en la 18 Muestra Joven ICAIC pactaron un afinado coro de ángeles para cantar un réquiem por el inconformismo de ediciones anteriores.

La respuesta llegará como un flechazo. Solo hay que leer la portada del boletín, Bisiesto 00. “Más allá de la cerca…” así titularon una suerte de declaración de principios, a ratos jactanciosa y beligerante, y si aún quedan dudas después de su lectura (lo menos que dice es que la “aventura continúa” y que, como cardumen, “han perdido el miedo al agua” y que “en el redil, somos la brecha”) un vistazo al programa del evento terminará con ellas. De modo que: No es un coro, ni está afinado y mucho menos son ángeles.

Realidades y ficciones en 4K

“Cada vez hay una mirada más profunda en los problemas de nuestra realidad y en la historia”, aprecia en exclusiva con OnCuba Juan Carlos Calahorra.

Con una maciza experiencia curatorial en estas lides y miembro de la junta directiva del certamen, Calahorra dice que también “hay un énfasis en una crisis de valores y en cómo los jóvenes se desarrollan en una cierta amoralidad.”

En este escaparate desigual de producciones casi todas facturadas el pasado año, en su mayoría en formato 4K, y por autores menores de 35 años, están de suerte los que claman por pluralidad, tanto temática como estilística.

Para empezar, la muerte de Fidel Castro aparece asociada en un par de filmes: Día de Changó Hasta siempre, Comandante, lo que coloca al cine emergente en la delantera exploratoria de involucrar la desaparición de uno de los líderes mundiales más influyentes del siglo XX en la narrativa audiovisual de Cuba.

La guerra de Angola y sus secuelas psicológicas se retratan en La finca del miedo. Por su parte, la emigración, ese tópico obsesivo en la pantalla nacional, viene con exceso de equipaje en   seis piezas: Fe, La manzana, Alberto, El último país, Ángela y La

“Angela”, de Juan Pablo Daranas Molina, cuenta la historia de una inmigrante cubana trata de abrirse camino en Nueva York. Foto: Sitio de la Muestra Joven.

condena, en tanto el servicio militar pasa por relatos cuestionadores en Las muertes de Arístides y El año en que no hubo año.

Ya con un palmarés del festival de La Habana, el documental Los viejos heraldos registra un diálogo entre la micro y la macro historia al captar, sin artificios, el traspaso generacional del gobierno en la isla insertado en la cotidianidad de dos ancianos que fabrican carbón, mientras que la precariedad material de la vejez  se revela en De las almas secas, dormidas y las preocupaciones ecologistas sobre un sumidero de desechos tóxicos saltan en La bahía.

“En la medida en que las obras no sean satanizadas, que no sean vistas desde la sospecha o el escándalo, sino entendidas como formas de traducir la realidad y de señalar cosas mejorables,  tendremos un cine menos cautivo, al menos a nivel nacional”, estima Calahorra.

Rayas rojas

“Olga”, de Orlando Mora Cabrera, se acerca a alguien que por años ha adoptado gatos callejeros y ahora tiene más de los que puede proteger.

En la edición pasada, el largometraje de ficción Quiero hacer una película, de Yimit Ramírez, remeció las relaciones, episódicamente borrascosas a lo largo de casi veinte años, entre la Muestra y su patrocinador, el ICAIC.

La pieza, que finalmente no fue ni proyectada, provocó un duro intercambio de reproches y versiones encontradas de las partes, levantando, a su vez, una furiosa ola de indignación y críticas en instituciones e intelectuales cubanos por contener  un diálogo que consideraron infamante sobre José Martí, prócer nacional y dechado ético del país.

“No es algo que pueda admitirse simplemente como expresión de la libertad de creación”, manifestó entonces un comunicado del ICAIC, una entidad que como principio ha amparado una lectura crítica de la realidad.

Más allá del instituto de cine, el incidente marcó rayas rojas y requintó la tirantez entre la voluntad transgresora de los artistas, a veces gratuita o de brocha gorda, y la sacralidad de la historia y sus protagonistas defendida por el Estado como patrimonio simbólico y fuente de autoridad moral.

Pero en la 18 Muestra no habrá ocasión para los extremismos. El propio Ramírez ha regresado  al evento con Fin, un corto de 27 minutos ya visto en el Sundance Film Festival y el Festival Cinelatino Recontres de Toulouse, que cuenta la sobrevida de Juan tras elegir un momento muy exclusivo de su pasada existencia terrenal.

Still de “Fin”, de Yimit Ramírez, cortesía del Sundance Institute.

“Hay otra serie de jóvenes que asumen temas y discursos menos apegados a lo contingente o a las grandes deudas de la historia. Abordan los mitos clásicos, historias de vampiros, poetas populares, despedidores de duelo. Ven el cine como algo que sale de una imaginación más libre”, explica Calahorra.

En esa corriente se alinean piezas como El Secadero, en torno a un asesino serial, la distópica Generación o la apocalíptica La huida, así como también el suspenso sanguinolento Los amantes y la enigmática Un chino cayó en un pozo.

Salir del cascarón

Muchos alegan que la Muestra, al estar bajo las faldas del ICAIC, de algún modo la institución mediatiza o hace prevalecer sus intereses, sobre todo temáticos…

En la organización de la 18ª Muestra, hasta ahora, nuestra relación con la institución ha sido desde el respeto. Hay una criba que hizo un comité de selección y esa selección ha sido respetada por la institución. Obviamente estamos hablando de realizadores muy jóvenes, en nuestro propio equipo de la oficina el promedio de edad es bastante bajo, y siempre de alguna manera hay pequeñas tensiones en la forma como miramos los asuntos, pero más allá de eso ha habido un respeto a las decisiones del equipo y una apuesta porque esa programación tiene que entrar en contacto con los espectadores para que libremente puedan discutir los asuntos que están en la pantalla.

¿Para esta Muestra hubo negociaciones con la institución para exhibir materiales intensamente controvertibles?

Este año no ha habido una obra que nos coloque ante esa disyuntiva. Sí hay obras cuya mirada es algo más inconforme o que revisan sucesos tal vez menos felices de la historia, pero en ningún caso hemos visto una obstaculización a nuestro deseo de exhibirlas.

Juan Carlos Calahorra, miembro de la junta directiva del certamen. Foto: Angel Marqués Dolz.

Por supuesto, Uds. tienen una criba para decantar las obras.¿Quedaría un cine underground remanente, que no está en la Muestra y que de alguna manera tendría valores suficientes para aparecer en ella?

Obviamente hay un proceso de selección donde una parte se queda afuera, pero nuestra selección siempre está muy enfocada en que ninguna inquietud honesta quede excluida. Todos los años esperamos las obras (salimos a buscarlas incluso porque no estamos de espaldas al desarrollo de los proyectos) con el ánimo de construir un mapa lo más completo posible.

Aun así la Muestra es incapaz de tener el cien por ciento, pero nos preciamos de tener al menos el 95 por ciento de lo más valioso en el año.

En la sección La Mirada del Otro, el evento recluta visiones cubanas y no cubanas que se construyen desde el exterior o por estudiantes extranjeros en la isla. ¿Cuán válido es el criterio para sumar esas obras acá?

Lo único que no perdonamos es una mirada exterior, en términos de superficialidad. A veces nos llegan piezas en las que advertimos una cierta mirada colonialista o pintoresquista, y de alguna manera esas obras sentimos que no nos aportan. Pero cuando la mirada es indagadora, reflexiva y honesta, esas obras tienen un valor muy grande.

“Brouwer: el origen de la sombra”, documental con guion de Lisandra López Fabé.

Históricamente nos ha pasado que hay problemáticas a las que los realizadores cubanos no acceden porque les son demasiado familiares o no tienen una distancia suficiente para enfocarlas, y  son las que inquietan a jóvenes realizadores extranjeros, la mayor parte  estudiantes de cine en Cuba.

Entre el DCP y el móvil

Pese a las mil y una dificultades para filmar en Cuba, Calahorra desestima hablar de un cine hecho siempre desde la precariedad. “Ya tenemos realizadores que aspiran a tener un DCP como copia final, para estar a la altura de cualquier festival internacional, aunque otros desde la urgencia filman con un móvil, porque entienden que la calidad no depende exclusivamente de los formatos de grabación”.

Si hablar de precariedad ya no es apropiado, sería inapropiado decir que el audiovisual juvenil dispone de fluidez de caja. Peso a peso, los realizadores levantan los presupuestos a partir de “productoras independientes alegales que apoyan a los proyectos abaratando o donando muchas veces sus equipos o servicios, fondos extranjeros a través de embajadas como las de Holanda y Noruega, fondos privados de los mismos realizadores e instituciones como el ICAIC o la AHS que apoyan a través de becas en la sección Haciendo Cine de la Muestra o en el pitching del Almacén de la Imagen en Camagüey. Con todo, es insuficiente y eso se echa a ver marcadamente en los procesos de posproducción, que se alargan innecesariamente”, desmenuza el curador.

“La huida”, de Ivette Ávila
Ariadna Liz Pimentel.

Autor de cortos como El Evangelio según Ramiro, Calahorra denota su desacuerdo al comparar el cine joven con esas esculturas de hielo que no sobreviven a su efímero presente. “Lo que pasa es que es  un cine poco visible, bastante borroso en el imaginario de los cubanos, porque no hay un verdadero interés en mostrarlo a gran escala como merece.”

Y por otro lado, muchos talentos, al no poder realizar el primer largo, dan un portazo y toman el camino de la emigración o, si se quedan, derivan hacia otras ramas del audiovisual económicamente rentables.

“Autores muy destacados, pese a su juventud, como Marcel Beltrán, Alejandro Alonso, Fabián Suárez, Carlos Quintela, Jessica Rodríguez, Rafael Ramírez, Carlos Lechuga o Miguel Coyula, todos los cuales han llegado al largometraje, son virtualmente desconocidos para la mayoría, y eso que llamamos cine cubano, que a veces opera como una camisa de fuerza, sigue siendo el de los estrenos del ICAIC”.

Aun así, en cerca de veinte años ha quedado un sedimento estético y un pensamiento fílmico que atesoran las Muestras, una incubadora de talentos que sigue trabajando casi a nivel de tribu y que lucha por preservar el legado a partir de un deshumidificador que está en camino y el rescate de aquellas primeras obras en VHS digeridas por los hongos.

Mayoría de edad

Asentada en la red con la dirección www.muestrajoven.cult.cu, la edición decimoctava arranca el 2 de abril a las 2.00 pm en el cine 23 y 12 con Museo, la última cinta del mexicano Gael García Bernal, dirigida por Alonso Ruizpalacios.

No faltarán los talleres, las mesas teóricas –esta vez orbitando en torno a Santiago Álvarez y Guillermo Cabrera Infante– y las charlas, además de exposiciones plásticas y la muestra internacional con selecciones de los festivales de Clermont-Ferrand, Annecy y Signes de Nuit, en Francia, y muestras del País Vasco español y de la Escuela de Diseño Altos de Chavón, en República Dominicana.

Al presentarla a la prensa, Mayté Madruga, directora de comunicación del evento, se refirió a esta Muestra de 18 años cumplidos como una criatura que acaba de arribar a la mayoría de edad.

“Un chino cayó en un pozo”, de Carlos Alejandro Halley.

Esa adultez también permite obtener una licencia de conducción a los cineastas. En lo adelante, multas habrá –las ha habido– por el camino, por demás, poco asfaltado y con curvas cerradas. ¿Serán tantas las faltas que obligarán a las autoridades culturales a cancelar la licencia de un cine infractor que tiende a llevarse las rojas?

Al menos, por cinco días, los semáforos estarán intermitentes en el circuito de la Muestra. “En total dos cines –23 y 12 y Chaplin– y tres pequeñas salas de video. Esa es nuestra trinchera o atalaya, según se mire”, resume Calahorra, retomando el gusto por los símiles desafiantes.

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