Pineda Barnet: 25 años fuera del Festival

Veinticinco años es toda una vida. Mi vida menos un año. Un cuarto de siglo sin diciembres. Todo el tiempo que Enrique Pineda Barnet no fue a las salas oscuras durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL).

A mitad de 1989 La Bella del Alhambra se había estrenado por mediación de la UNEAC en el cine Yara. Aquello fue desbordante. Las escaleras repletas, la gente dialogaba con la película, le hablaba a la pantalla. Iba a comenzar el amargo Período Especial, los ánimos se apagaban; pero con La Bella… ocurría algo: el público salía entusiasmado, en el vestíbulo se abrazaba, se besaba, parecía un festejo de año nuevo. El filme trajo esperanzas antes que todo cayera.

Entonces Enrique pensó: «Caramba, si se recibe tan bien vamos a ponerla a las 12 de la noche para recibir el 90». Así se hizo en todos los cines de La Habana y fue espectacular. En quince días tuvo dos millones de espectadores en un país de apenas once. No se hablaba de otra cosa. Fiebre de cine en verdad.

El filme trae alegrías, pero también algún ruido a la memoria de Enrique: una especie de sargazo que lo separó veinticinco veces de un Festival que amó.

EPB: “En el FNCL del 89 había participado la película. Todos esperaban un triunfo resonante; especialmente el de Beatriz Valdés, que se hizo una diva en ese momento. Fue un éxito delirante el suyo, la gente la paraba en la calle, la aplaudía.

Sin embargo La Bella… no conquistó sino dos especialidades: música y dirección de arte. Para de contar.

“El golpe que sufrió Beatriz fue el más doloroso. La nombraron conductora de la premiación, y cuando tuvo que anunciar la mejor actuación femenina para una actriz argentina la gente en el teatro pateaba y gritaba: ¡justicia!, ¡justicia!, ¡justicia! ¡Beatriz!, ¡Beatriz!, ¡Beatriz! La ovacionaron hasta hacerla llorar.

“A los dos meses la película ganó el Goya, en Madrid; y luego estuvo postulada a los óscar. Eso sin contar que se llevó 17 premios en el Concurso Caracol de 1990.

“De manera que se notaba y se hacía más sospechosa la ausencia del lauro en La Habana”.

YSF: Pero sé que luego de eso llegó a la puerta de su casa un Coral raro.

EPB: “Al día siguiente de la entrega de aquellos fraudulentos premios, en la entrada de mi apartamento apareció un trofeo idéntico al que entregaba el Festival. Decía: «Coral del Pueblo». Hasta el día de hoy no sé de dónde salió, pero fue algo muy emotivo”.

YSF: Y esos sucesos lo llevaron a renunciar al Festival…

EPB: “Como estoy convencido de que aquella fue una descalificación intencionada por resentimientos o envidias, nunca más participé. El odio duele.

“Seguía la presidencia de Alfredo Guevara, que la emprendió contra La Bella… y un día me lo encontré en la puerta del ICAIC. Me dijo claramente: «No quiero hablarlo por detrás. La Bella del Alhambra no me interesa; tu cine no me interesa; tú no me interesas». Me dio la espalda y siguió su camino.

“Al día siguiente presenté mi renuncia en el Instituto. No quería tener nada que ver con alguien que me despreciaba a tal punto.

“Paradójicamente, un tiempo después volvimos a coincidir. Esta vez en la Embajada de Francia, cuando a Loipa Araujo le iban a entregar la Legión de Honor. Alfredo me llama, lo acompañaba el nuevo cónsul en La Habana. Me presenta y le dice: «él es Enrique Pineda, el mejor director que tiene hoy por hoy el cine cubano. Su película La Bella… ha tenido un éxito atronador, y es algo que usted no puede perderse». Me quedé perplejo. ¿Era cinismo, ironía o rectificación? Me supo mal de cualquier modo”.

Enrique ha caminado a la inversa de la mayoría. El cineasta aspira un día a llegar a la gran industria, y comienza por lo general con proyectos independientes. A finales de los 80 filmó su última película con el ICAIC, hasta que La anunciación (2009) lo devolvió al circuito productivo oficial porque según él mismo para esa fecha «había un nuevo ICAIC». A partir de ese momento ha producido más desde el circuito underground que en el Instituto. Recientemente terminó End, un corto de ficción que afirma es una broma, al igual que First (1997), Upstairs y Aplausos, el filme que empezará a rodar a inicios de 2015 siempre con la ayuda de alumnos y amigos.

EPB: “Luego de La Bella… me fui a Puerto Rico e hice una película con la gran industria norteamericana de millones de dólares, me refiero a Angelito mío. Pero me convencí de que era más grata la independencia. Lógicamente, cuesta más porque es más valiosa.

“Con el tiempo he aprendido a prescindir de todo lo que no haga falta, de lo no esencial. Después me operé del odio porque daña al que lo siente. Y ahora estoy aprendiendo a ser olvidado. Es un hallazgo. Particularmente aquí y en nuestro medio intelectual cada quien se cree el ombligo del mundo. Hay muchos ombligos, actualmente hay un ombliguismo tremendo.

“La gente quiere ser imprescindible, dejar leyendas, continuidad, y eso me parece una vanidad ridícula. Hay unas coplas brasileras que hablan de eso: hasta que las canta el pueblo/ las coplas coplas no son,/ y cuando el pueblo las canta/ ya nadie sabe el autor./ Deja que el pueblo las cante/ que sean de los demás/ que lo que pierdes de nombre/ lo ganas de eternidad. Ahí está. Son bellas, ¡pero no creo que se deban hacer las cosas para ganar nada!”.

YSF: Ahora regresa al FNCL compitiendo en dos categorías…

EPB: “Ya cambió de dirección, de política; y quería participar aunque fuera con algo pequeño como señal de acogida al nuevo festival.

“Presenté el corto Upstairs [Escaleras arriba] que es la síntesis de mi teoría del prescindir. También llevé un guión inédito de largometraje que se llama Mi virgen de la Caridad, que lo he seguido trabajando y ha cambiado respecto al que presenté a concurso. Ya voy por la versión 41. He estado escribiéndolo, dejándolo, retomándolo por más de diez años”.

YSF: ¿De qué va el guión?

 EPB: “No quiero hablar mucho de él. Trato de hacer un recorrido muy personal de lo que significa la Virgen de la Caridad del Cobre. Es un ícono que dice y desdice”.

YSF: Leí en algún sitio que los consagrados no compiten. Parece que usted no está de acuerdo con eso…

EPB: “No me creo un consagrado. No me hace gracia el concepto. Compito porque me gusta intercambiar criterios, me sirve de enseñanza. Cada alumno, amigo, cada persona inteligente me sugiere cambios y siento que aprendo, aprendo, y siempre vuelvo a aprender”.

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