A bailar en casa del trompo

La invitación dice así:  “Una vuelta al mundo de la danza en 12 días, porque la dicha no se escribe, basta con danzarla”. Con tan sugerente propuesta se inauguró este lunes en Santa Clara la novena temporada danzaria “Para bailar en casa del trompo”. Doce días contados desde el lunes 9 y hasta el viernes 20 de diciembre.

Ernesto Alejo -director de la Compañía Danza del Alma y del evento- se niega a que el último mes de año se esfume sin bailar. Para esta ocasión convoca a  las compañías Danza Espiral (Matanzas), Los Hijos del Director (La Habana), el Conjunto Folclórico Nacional (La Habana), el Ballet Folclórico de Camagüey, la Compañía de Pól Frenak (Hungría) y su anfitriona Danza del Alma.

Las presentaciones de esta novena jornada están dedicadas a los 45 años del Grupo Teatro Escambray, y a los 18 años de la Compañía Danza del Alma.

Una plataforma ubicada en el céntrico Parque Vidal asemeja el escenario inaugural. Un escenario sin cortinas ni escenografías. El público, más cerca a los bailarines que la distancia usual en los teatros, puede observar cada detalle.

Observar, por ejemplo, cómo a uno de los bailarines le sangra un dedo del pie derecho y sin embargo, continúa como si no doliera, como si la sangre no estuviera en su piel. Otro desafía el sudor de las manos y pies, él sabe que la probabilidad de resbalarse o de hacer caer a la muchacha que sostiene en lo alto es mayor que la de su compañero que no suda las palmas… pero también sigue, y no cae.

Los nervios traicionan a la niña de la Escuela Vocacional de Arte y ante tantas miradas equivoca un paso, deja que unas lágrimas se confundan con su sonrisa y se esmera más, da los pasos siguientes más confiada, sin nervios ni lágrimas, pues al voltear, de espaldas al público, las desterró de su rostro.

Ninguno de estos pormenores se hubieran notado si el escenario quedara más distante y la luz fuera tan tenue como la del teatro, pero Ernesto Alejo insiste en que la inauguración debe ser en pleno Parque, para que asistan más personas: las que están ahí, de pie desde una hora antes, los que pasan y se detienen, los que desde lo alto de las edificaciones observan…para todos ellos bailan.

Ernesto Alejo insiste en que ese es un espacio místico: la casa del trompo, y necesita las manos de todo ese público. Los espectadores lo saben, y con aplausos y ovaciones agradecen, premian cada movimiento difícil, cada presentación terminada.

Se anuncia otra jornada de danza, homenajes, recuerdos, de escuchar nuevamente el “¡Bravo!” de Alejo para alentar a los bailarines, y de aceptar su invitación inaugural de “jalen la pita y echen a bailar el trompo”.

Foto: tomada de Vanguardia

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