Ballet de Camagüey, segunda de nadie

El ballet en Cuba tiene dos capitales y una misma raíz. En La Habana y en Camagüey, separadas por unos 500 kilómetros, ese arte genera cultos y bailarines sorprendentes. Las compañías allí se sustentan sobre idéntica base: la escuela cubana de ballet, y ambas alcanzaron sus dimensiones bajo la dirección de Fernando Alonso.

“No puedes hablar de ballet y de danza en Cuba si no rememoras al maestro, pero en Camagüey no se puede hablar de ballet y de la compañía Ballet de Camagüey (BC) sin referenciarlo, porque durante los 17 años al frente de la institución (1975-1992) le dio su proyección nacional e internacional. El centro hasta ese momento se había mantenido en un estatus intermedio y él le dio una relevancia en la cultura camagüeyana y en la cultura cubana en general, que no se puede negar ni olvidar. La historia debemos tenerla siempre presente”, asevera Regina Balaguer, actual directora del BC.

El artífice de la metodología de la escuela cubana dirigió el Ballet Nacional en La Habana desde la fundación en 1948 hasta 1975, cuando a raíz de su divorcio con la gran bailarina Alicia Alonso se vio forzado a abandonar la capital. Por entonces, la ciudad de Camagüey le abrió las puertas al pedagogo y este aplicó antiguas fórmulas que forjaron en la región central del país otra compañía de excelencia.

   “Aquello fue como renacer”, comentaba Fernando en cada entrevista y conversación hogareña, pues nunca dejó de estar rodeado de camagüeyanos, ni de ser atendido por amigos y admiradores de esa provincia.

“La figura del maestro, el gran pedagogo, creador de la escuela cubana junto a Alicia y Alberto Alonso, es conversación obligada cuando se habla de ballet clásico y de danza, y sobre todas las cosas cuando se habla del BC”, recalca Balaguer.

La institución estaba creada desde 1967, por esfuerzo de la camagüeyana Vicentina de la Torre, quien la dirigió durante dos años. El maître Joaquín Banegas la sucedió en el cargo hasta 1973, pero la revolución llegaría con Alonso, tildado al principio de loco y después de genio.

Sede del Ballet de Camaguey
Sede del Ballet de Camaguey

El maestro consiguió la sede actual, bellísima, espaciosa, con salones de amplitud envidiable; fundó una fábrica de zapatillas y un taller de decorados; propició la ampliación del repertorio y trabajó en elevar la calidad de los artistas. Fernando redimensionó la compañía, sus puestas en escena de los clásicos atrajeron la atención de profesionales cubanos y extranjeros.

Además, conquistó el respeto de las autoridades regionales y atrajo a una serie de maestros, coreógrafos y bailarines que enaltecieron la cultura de Camagüey y Cuba en general, dio a conocer la compañía en la escena internacional. Rusia, Rumania, Alemania, Yugoslavia, Hungría, Polonia, Grecia, y países de Latinoamérica, fueron testigos del éxito. El Maestro trazó pautas indelebles hasta 1992, cuando viajó por contrato de trabajo a México. Entonces Jorge Rodríguez Vede asumió el cargo de director por cuatro años y la maître Regina Balaguer le sucedió hasta hoy.

“El principal reto es mantenerse y asumir estrenos diferentes, pese a dificultades materiales y otras imposibles de obviar”, advierte esta habanera de nacimiento y camagüeyana de corazón.
“El repertorio mantiene viva a una compañía, no podemos hablar de una institución que ha cumplido 46 años de creada y baila lo mismo de hace 46 años. El público quiere ver obras nuevas y ese es nuestro trabajo: avanzar con los tiempos, propiciar creaciones diferentes sin perder los principios estéticos y los preceptos de la escuela cubana de ballet”, subrayó esta mujer admirada en todo el país por su elegancia y seriedad.

Una virtud de la compañía que Regina lucha por mantener es su apertura a múltiples estilos coreográficos y el estímulo a la creación. “No podemos vivir en una burbuja, el mundo se desarrolla constantemente”, alegó.

A menudo aparecen dificultades cuando quiere llevar coreógrafos a la provincia, pero la persistencia engendra resultados. En 2014, la maestra pretende trabajar con creadores de Danza Contemporánea de Cuba y de otras instituciones interesadas.

“Las obras en estilo clásico son imprescindibles porque logran el desarrollo integral del bailarín, al mismo tiempo conviene hacer cosas diferentes y no encasillarse en lo mismo. En el BC, en la década del 70, Gustavo Herrera e Iván Tenorio empezaron a crear piezas como Saerpil, Cantata, y se llevaron las dos líneas paralelas. Hoy somos una compañía de ballet clásico, pero apostamos por todas las vertientes de la danza”, define Balaguer.

Hace algunos años, aparecieron inconvenientes a que el BC interpretara las mismas coreografías del BNC. Lejos de amedrentarse, su colectivo emprendió la búsqueda de versiones propias para la compañía y logró una de Giselle, una de El lago de los cisnes y Las llamas de París, obra que en su forma completa no figura en el repertorio de ninguna otra compañía de la isla.

Recientemente, el coreógrafo cubano Gonzalo Galguera, director del Ballet de Magderburgo, en Alemania, cedió su coreografía de Don Quijote al conjunto donde se hizo bailarín.

Según Balaguer, desde el cuerpo de baile hasta los solistas bailan constantemente y Don Quijote, que en otras versiones se expresa con pantomimas, aquí está presente durante toda la obra como bailarín. En el segundo acto, por ejemplo, baila con Dulcinea y con Kitry.

“Me parece una versión muy lograda dramatúrgicamente y versátil. El público no espere el pas de deux convencional del tercer acto, porque esta creación tiene exigencias distintas, con gran complejidad técnica y dramatúrgica”, considera.

En 2012, Gonzalo Galguera, Premio Iberoamericano de Coreografía 1998, montó para el BC cuatro estrenos de obras contemporáneas y neoclásicas. Pero cualquier versión coreográfica de un clásico demanda mayores recursos y en diciembre de 2013 el creador requirió un máximo de esfuerzos en función de ajustar escenas, escenografías, vestuarios y de los artistas, una fuerte preparación técnica para esbozar su concepción moderna de ballet.

La experiencia indica que las generaciones trasforman cada profesión, y en el ballet los intentos por saltar y girar más, ampliar ángulos y extensiones de piernas, abundan. “Hace 50 años, que un bailarín hiciera tres pirouettes (giros) quizás era algo extraordinario, hoy en día lo raro es que no haga más de tres”, confirma la pedagoga.

A criterio de Regina el desarrollo es innegable, pero corresponde a los maestros enseñarle al bailarín el valor de lo bien hecho. “El paso con una proyección escénica que el público lo pueda disfrutar amén de la técnica, en lugar de dejarse llevar por el virtuosismo meramente como eso, porque un bailarín puede hacer 10 pirouettes, pero si no los hace con la técnica y la terminación adecuada, con la proyección escénica correspondiente a su papel, si pierde su personaje para hacer esos pasos, entonces no estamos hablando de un verdadero bailarín. Podemos tener delante a un atleta, que de hecho el bailarín es un atleta de alto rendimiento, pero por sobre todas las cosas debe ser un artista, y eso tratamos de enseñarle a los bailarines de ahora”, sustenta.

“Los bailarines del presente, por el ímpetu de la juventud y la dialéctica propia de la vida, a veces nada más practican pirouette, pirouette, pirouette, y el ballet no es solo eso, son muchos detalles y ellos deben conocerlos e interiorizarlos para poder llevar a escena lo que el público se merece: calidad y no cantidad”, defiende la profesora.

Como presidenta de la Cátedra Fernando Alonso del Instituto Superior de Arte, Balaguer decidió dedicar todas las funciones de estreno de este año a la memoria del maestro fallecido en julio de 2013. En su calidad de directiva también anunció que en 2014 la cultura camagüeyana conmemorará con una jornada los 100 años del nacimiento de Alonso.

A tono con el ideario del pedagogo anti-absolutista, esta otra habanera de pura cepa atribuye sus resultados de trabajo a los esfuerzos de muchos. “Que una compañía salga adelante no es tarea de una sola persona, no es Regina como directora, es Regina con sus especialistas, con sus bailarines, con el colectivo de trabajo, incluso con el auxiliar de limpieza, con el trabajador de la cocina, el de los talleres. Todo ese colectivo lleva adelante una compañía, sin él no somos nadie. Entonces, no se trata del trabajo de Regina; sino de la unidad de un colectivo artístico que trabaja para avanzar, para ser cada día mejor”, afirma.

16 años al frente del BC y 34 en la compañía definen a la maestra que nunca dejará de extrañar dos elementos esenciales de su Habana: la familia y el mar, que de la ciudad Camagüey queda muy lejos. “Para mí el mar es como un diapasón, lo extraño mucho, pero uno se adapta a todo y cuando hacemos lo que nos gusta, cuando uno tiene amor por lo que hace y se siente bien en su trabajo, todo lo demás pasa a un segundo plano”, cuenta con regocijo.

La maestra responde con una sonrisa cuando le cuentan que los balletómanos de la capital esperan las temporadas de su compañía y tienen memoria de muchos éxitos y sorpresas. La última vez en La Habana, el BC presentó una versión de El lago de los cisnes donde los protagónicos de Odette y Odile, los cisnes blanco y negro, respectivamente, fueron interpretados por bailarinas distintas. El público validó la propuesta.

Solo un aspecto incomoda a la directora, cuando algunos medios de prensa mencionan al BC como la segunda compañía del país. Balaguer rechaza comparaciones y asegura que la institución no es segunda de nadie, sino otra excelente compañía de ballet en Cuba, a mucho orgullo y con las puertas abiertas para quien desee aportar arte, en una palabra: trabajar.

Una de las principales figuras femeninas del BC, Laura Rodríguez/ Foto: Yuris Nórido
Una de las principales figuras femeninas del BC, Laura Rodríguez/ Foto: Yuris Nórido

 Una de las principales figuras masculinas del BC Oscar Valdés/ Foto: Yuris Nórido

Una de las principales figuras masculinas del BC Oscar Valdés/ Foto: Yuris Nórido

 

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