Giselle Lucía al borde de la página

La joven autora fue reconocida con el Premio Calendario 2023. Uno de sus poemarios se abre paso en los circuitos literarios internacionales.

Giselle Lucía. Foto: Darío Ortega.

A sus 27 años, Giselle Lucía Navarro (La Habana, 1995) se ha visto más de una vez transformada por las historias. Las que lee y extrae de su entorno tanto como aquellas con las que ella misma rompe el silencio de la hoja en blanco y a las que, según dice, pocas veces regresa una vez las termina. Desde niña entendió que crear era su combustible y de ese impulso creativo que la moviliza le han nacido cinco libros.

Pero no solo en la literatura ha encontrado un vehículo para expresarse: el tejido, las artes visuales y la danza son disciplinas de las que nunca se separa del todo, ni siquiera cuando escribe. Su cuenta en Instagram se ha convertido en una bitácora poética a través de la cual entorna las persianas de su obra para que sus seguidores espíen y se encanten con versos, dibujos y telares.

Como creadora, Giselle no desmerece los desafíos de su generación, pero no la paralizan. Por eso, entre otras razones, su impulso contagia y cautiva.

Recientemente fue reconocida con el Premio Calendario 2023 por su novela infanto-juvenil Un niño perfecto. Su poemario Criogenia, con el que obtuvo su primera traducción a una lengua no hispana (el italiano), se abre paso en los circuitos literarios de Europa y América Latina.

Sobre su trayectoria y proyectos conversó con OnCuba.

Giselle Lucía. Foto: Gabriel Cisneros.

¿Cómo llegaste a la literatura? ¿Cuándo te diste cuenta de que querías dedicarte a escribir?

Siempre supe que el arte era mi sistema respiratorio. De niña repartía mi tiempo entre la escuela, el gimnasio, la danza y las clases de pintura del Museo Nacional de Bellas Artes.

Las travesuras en el taller con los óleos de mi tío o las telas y botones que se extraviaban de la máquina de coser de mi abuela e iban a parar a mis cosas, las obras de teatro que inventábamos en el patio de mi mejor amiga de esa época, para entretenernos en medio de los apagones y las ausencias, terminaron por llenarnos de color.

Así nacieron mis primeros textos, dibujos y diseños.

Tuve una infancia pintoresca y sencilla, la nave primigenia de mi espíritu. En la lista de cosas que pensaba que me gustaría hacer al crecer siempre figuraban varias profesiones; algunas todavía me acompañan.

Dejar la danza me creó un vacío que necesitaba llenar, cambiar la narrativa del cuerpo para seguir contando cosas, y ahí estaban las palabras ofreciéndome sus colores y luz. Bastaban un lápiz y un papel, a veces solo la mente.

Las muestras de aceptación hacia aquellos primeros textos que hice comenzaron a llegar con rapidez. Conocí algunas provincias cubanas gracias a premios estudiantiles. Era una adolescente entonces, pero lo que escribía gustaba, tenía consecuencias positivas en mi vida y esa sensación era buena. Cuando escribía era honesta conmigo y el camino se abría; yo solo me dejé llevar.

Aquí agradezco y pienso en dos maestros que fueron importantes en mi inicio literario: Rafael Orta y Eduardo Heras. Hace poco el alma de “El Chino” partió.

Rafael me enseñó a confiar y me mostró el camino. Eduardo me confirmó ese sendero. Ahora los dos me hablan desde otras realidades, porque los maestros nos acompañan siempre al borde de cada proceso.

¿Por qué escribes? ¿Qué hace por ti la escritura?

La escritura me ha salvado de la noche. Ha sido un modo de expresar mi singularidad en el mundo. Escribo para equilibrar las bellezas y crudezas de la vida. Cada libro tiene un rostro mío que habla y me permite conocerme mejor. A través de ellos contemplo lo que he aprendido, lo que he dejado atrás y lo que estoy dejando entrar a mi vida. Cada libro es una brújula.

La narrativa me permite desarrollar las voces de esas impresiones, esos disparos que a veces se me incrustan en el pecho. Es también un terreno de calma y purificación, el proscenio para interpretar los personajes interiores y los que se me recuestan sobre el hombro. Yo soy una herramienta de la palabra y ella es también mi herramienta. Digamos que es un pacto bastante justo.

Presentación del libro “La Habana me pide una misa”, en la Feria Internacional del Libro de La Habana, 2023. Foto: cortesía de Giselle Lucía.

De los géneros en los que te has probado, literatura infanto-juvenil, poesía, novela… ¿en cuál estás más entera?

En ninguno. Si me dedico a escribir en varios géneros y hacer varias cosas es porque mi inquietud me impulsa a cambiar de sitio constantemente, porque mi país mental se compone de todos estos fragmentos y solo así alcanza la plenitud: en el movimiento. Cada uno lleva dentro de sí muchos rostros; es importante aprender a reconocerlos y a vivir con ellos. Aceptar que a veces en esos movimientos te esperarán días de soledad, que es una parte importante de cada ciclo, nos permite vernos realmente.

En cuanto a géneros, el ensayo es mi favorito en el momento de leer. Siento pasión por la Filosofía. En cuanto a la escritura, con la dramaturgia tengo una deuda pendiente. La crítica y el periodismo me ocupan, pero son solo escrituras de circunstancia en mi trabajo. La poesía y la novela son mis amantes más queridas.

Seguramente en mis libros hay una mixtura de todos. Tal vez esa mixtura erotice mi mente al momento de crear de forma inconsciente.

Por momentos me encasillan como poeta; otras veces, como escritora para niños. Una diseñadora que escribe. Una escritora que diseña. Podría parecer pretencioso, parece abarcar muchas cosas.

Las críticas son válidas. Todo se acepta, pero se hace lo que realmente se siente que debe hacerse. Soy una mestiza que navega en varios océanos sin dejar caer el ancla. Tal vez sea un síndrome de una parte de mi generación. Tal vez sea el pronóstico de los tiempos que vendrán. Necesitamos dejar de clasificarlo todo, dejar de buscar entenderlo y poseerlo todo. Necesitamos fluir más. 

Giselle Lucía. Foto: Gabriel Cisneros.

¿Cuál género te desafía más?

Cada género y manifestación artística tiene sus propios desafíos. Estoy en constante crecimiento. Todo ejercicio de creación es una apuesta. He tenido mis errores y mis aciertos, con ellos navego y aprendo qué rumbo debo darle a mi esquife y en qué aguas prefiero bregar. Ahora trabajo en dos libros: una novela para adultos y un libro de poesía.

He escrito en trenes, en el metro, en los aviones, en las filas interminables de autos de los embotellamientos. También esbozo mi proyecto de exposición personal.

Deambular en varios campos te obliga a estar en constante desplazamiento, valorar el tiempo y crear prioridades. El desafío es no dejar una demasiado rezagada respecto a la otra; al menos, encontrar un equilibrio, definir tus propias claves y encontrarte en ellas.

Trabajando en “Los injertos sagrados” (2021). Foto: cortesía de Giselle Lucía.

Pareces moverte con facilidad entre varios géneros y oficios sin abandonar ninguno del todo, ¿cómo ves y vives este proceso? ¿Cómo se ve a sí misma Giselle Lucía?

El libre albedrío se trata de sentirnos plenos en aquello que hacemos. Socialmente hemos asumido que debemos dedicarnos a una sola cosa, porque somos roedores corriendo en la rueda del éxito de una sociedad prefabricada. Hemos asumido cada regla sin protestar. Incluso, por muy irreverentes que podamos ser, al final termina ganándonos la costumbre.

En las trasiciones como proceso, justo en las fronteras, encuentro la exquisitez de la creación.

Decir que el color solo se encuentra en el pigmento es una apreciación estrecha de las cosas. Cierro mis ojos y veo colores, veo formas. La poesía trasciende el espacio de la palabra. La creación es una, el artista es uno; el resto es circunstancia. Ya la ciencia nos habla desde hace años de la teoría de las inteligencias múltiples. El arte contemporáneo se dejó permear por ese espíritu multidisciplinar. El acto creativo es el sentido de la libertad en cualquiera de sus formas.

¿Cómo percibes el estado del circuito literario en Cuba? ¿Cómo y dónde encuentran espacio los jóvenes escritores cubanos que, como tú, crean desde y para los lectores de la isla?

El circuito literario de la Cuba de la segunda década del siglo XXI podría ser un circuito eléctrico abierto, viéndolo desde la electrostática. Como a otros campos de la sociedad, a quienes nos dedicamos a escribir nos alcanza la apatía y la incertidumbre propias de las crisis.

Para iniciarse y andar, lo más importante es el impulso personal. Escribir, asistir a un taller, participar en concursos, leer en un evento; no es complejo en Cuba. Los sitios y las estructuras están, y al final son espejo de lo que como gremio hemos ganado o perdido.

Los jóvenes debemos quitarnos de la mente la idea de que tenemos que encontrar un espacio. El espacio no se encuentra, se crea. No existen fórmulas, la literatura es un oficio; requiere que aprendas a forjar tu propio carácter mientras te dedicas a él. La vida y el arte requieren esfuerzo, autogestión e insistencia, en Cuba y en cualquier otro país.

Ser joven y abrirse camino será siempre difícil. Ese es el terreno donde surge la obra: sobre el tropiezo y el error.

Presentación de Criogenia en la sede de la Embajada de Cuba en Roma. Foto: cortesía de Giselle Lucía.

Cuando logras publicar dejas de ser invisible, pero te encuentras con otros dilemas, entre los cuales la escasez de insumos en las editoriales es solo un capítulo pequeño. Es un efecto dominó que hace que la infraestructura por momentos se tambalee. Esto genera insatisfacción en algunos autores ante la espera prolongada de la materialización de sus proyectos, la calidad de impresión del producto terminado o los pagos de derecho de autor.

Debo destacar que existen muchas personas esforzándose por que cada día el trabajo sea mejor, como el equipo de Ediciones La Luz, cuyo trabajo representa un ejemplo de lo que se puede hacer con entusiasmo y dedicación.

Pero como sistema editorial debemos aprender mucho todavía en cuanto a gestión, marketing, diseño e industrias creativas, y ocuparnos de fomentar el ejercicio de la crítica literaria, la comunicación en torno a los libros, su divulgación. Y conquistar terrenos como el mercado electrónico. Esta época requiere sencillez y acción.

La literatura cubana es aquello que escriben los escritores que viven en Cuba y los que emigraron, por ello es importante que lo que se escribe dentro de la isla se conozca fuera de sus predios, y viceversa. Los tiempos actuales nos obligan a vivir y escribir al límite, en el límite está lo fértil, la oportunidad hay que saber encontrarla. En el suelo agreste está el bosque nuevo.

Giselle Lucía. Foto: cortesía de la entrevistada.

¿Qué retos enfrenta tu generación para producir literatura y divulgar su obra en Cuba?

Mi generación conoció rápidamente las ventajas de Internet. Tenemos incorporados patrones de comunicación que les resultan ajenos a generaciones precedentes. Asistimos al nacimiento de las redes sociales, pero recordamos cómo era la vida antes de la virtualidad.

Escribir siempre ha sido un oficio complejo. De todos los caminos del arte, este es uno de los más arduos y más difícilmente remunerados. Escribir en el siglo XXI es todavía más complejo. Hoy nadie quiere leer, pero muchos quieren ser escritores. Hoy el que escribe dos cuartillas se considera escritor. Vivimos en un mundo desbordante de información, estímulos, por tanto llegar a los lectores es fácil, las redes sociales te permiten la inmediatez al borde de un clic, pero ganar la confianza de ese lector y el verdadero interés por tu obra es un proceso complejo.

Debate sobre los retos de la literatura para niños en el siglo XXI, Feria Internacional del Libro de Caracas 2022. Foto: cortesía de la entrevistada.

Los retos siguen siendo los de la juventud, en este y en cualquier siglo: conservar el espíritu limpio, evitar contagiarse con la apatía y la desilusión, seguir escribiendo, creando espacios, convertirnos en gestores, promotores de nuestra obra y la del otro, sin detenernos. Cada artista tiene sus propios desafíos creativos en la proporción de sus intereses. En cuanto al desafío editorial, lo principal es tender el puente y lograr que el libro, en versión digital o impresa, llegue al lector.

Nosotros, los nacidos en los 90, somos la generación de la luz, pero la impaciencia nos oculta el poder de esa luz, y nos dejamos vestir con los trajes del otro, y hacemos de nuestro corazón un injerto. Decimos lo que pensamos, cuando lo pensamos, pero no hemos aprendido a diseñar el silencio.1

¿Alguna vez tuviste miedo o dudaste publicar lo que escribías? ¿Qué hijo de papel fue tu “salto al vacío”?

Nunca tuve miedo. No puedes emprender ninguna carrera con miedo. Se necesita mucho valor para pretender abrirse un espacio en un universo tan caótico como el del arte, y en especial, el de la literatura. Tuve nervios, tal vez, la incertidumbre y la expectativa siempre están a las puertas de los primeros proyectos. Todo depende de cómo uno perciba la escritura y lo que se persiga con ella. El miedo te carcome el alma, te impide mostrarla al sol como realmente es.

Aprendí muchas cosas antes de empezar a publicar. Siempre habrá una enorme brecha entre el ser que eres y la persona que los otros se construyen en su mente. La imagen que los otros crean de ti y de tus obras siempre estará permeada por sus sentimientos y sus propios miedos, es algo que no podrás controlar. Let it be. Lo que eres descansa en un espacio limpio.

Mi salto al vacío, o más bien, a las librerías, fueron el poemario El circo de los asombros y la novela ¿Qué nombre tiene tu casa?. No son mis primeros libros, pero les tocó salir del nido juntos.

¿La inspiración te toma por sorpresa o la buscas activamente? ¿Crees que ser una autora de éxito depende de un don o de la dedicación?

La inspiración me posee, y a veces pareciese devorarme porque es más rápida e intensa que mis manos y mi cuerpo.

No creo que la inspiración sea una corriente que buscas cuando sales a pescar, y te provee alimento, más bien creo que es una piedra con la que tropiezas siempre, pero que solo logras ver cuando tus pies están preparados. La piedra dice: “Te escogí, debes pulirme”. Y así, hasta que liberas su brillo, no te deja descansar. El artista es solo un instrumento del universo.

No sé qué es ser una autora de éxito. El éxito es siempre un acto subjetivo, por el cual no deberíamos preocuparnos demasiado. Esos moldes que construimos en nuestras mentes en algún punto nos asfixian, y la vida es más que una escalera a la que debes intentar subir para mirar. Solo sé de horas sin dormir por el placer de terminar una obra, de decisiones, paciencia, aceptación, inconformidades y resiliencia.

La dedicación es una disciplina que debe entrenarse para obtener cualquier cosa en la vida, esa es la principal lección que me dejó la danza. 

Giselle Lucía Navarro. Foto: tomada de Zenda Libros (online).

Un don es otra cosa, es algo que no podemos cambiar, aunque lo intentemos, algo que es dado desde el nacimiento. Está en nuestro material genético, parte de esa energía vital que diferencia a un coacervado de una célula viva. Todos traemos un don, pero no todos somos conscientes de esto. Pasamos demasiado tiempo intentado imitar y competir con los otros, que terminamos ciegos, incapaces de vernos a nosotros mismos detrás de esos filtros.

Una autora de éxito es “un modelo social” que construimos de forma diversa en cada época y que siempre será un esquema insaciable. Hace dos siglos se necesitaba tener una habitación y una máquina de escribir, la meta era publicar. Hoy se espera que una autora de éxito sea algo más.

¿Cómo nacen tus historias?

No creo que exista algo así como un bastidor en mi proceso creativo, más allá de esos que a veces utilizo para tejer. La creación es un acto de sencillez y es ahí donde radica su complejidad.

Comencé escribiendo en las hojas que un amigo de mi abuelo le regalaba para mí; luego en una computadora vieja, que tenía solo 10gb de almacenamiento y que se demoraba una eternidad para hacer cualquier corrección. En aquella época eso era un tesoro para mí.

La computadora estaba encima de un gavetero que terminaba marcando mis rodillas. No tenía habitación propia, ni una mesa para escribir. Tuve que ejercitar la concentración.

Asumí las carencias como desafíos. Lograba imprimir mis textos gracias a la generosidad de amistades. Eso sí, recogía los libros viejos que iban a botar en la biblioteca de mi escuela y gastaba el dinero de la merienda en libros.

Hace poco logré tener esa mesa y esa habitación para escribir. Logré comprarme una laptop decente gracias a los premios literarios. Todavía hoy, a veces, no encuentro un espacio para producir mi obra visual, pero siempre aparece algo, la cuestión es abrir la mente y no dejar de intentarlo. Nutrir el proceso de esas circunstancias y utilizarlas a favor.

El camino que he transitado ha sido cualquier cosa menos fácil; de ahí nacen las historias, del dolor y la respiración; de aquello que nos toca el alma y nos cambia para siempre.

¿Qué temas cautivan más tu literatura?

Me cautivan los procesos, los significados, la ambigüedad, la naturaleza, la ciencia, las historias personales, los detalles. Siempre digo que el poeta es un prestidigitador, un coleccionista de eternidades efímeras y bellezas extrañas, que escarba en la memoria y la realidad para encontrar diamantes y colocarlos al sol.

Recientemente fuiste contemplada con el Premio Calendario 2023 por tu novela Un niño perfecto, presentada en la reciente Feria Internacional del Libro de La Habana, donde has presentado otros títulos como La comarca silvestre o ¿Qué nombre tiene tu casa?. ¿Cómo llegaste a la narrativa infanto-juvenil? ¿Te sientes cercana a este público? ¿Cómo se transforma tu voz cuando escribes para las infancias?

Estuvo allí desde el principio. Cuando hurgo en mis libretas y apuntes de niña, entiendo que todo aquello que seremos ya estuvo sembrado en nuestra infancia.

¿Cercana a los niños? Siempre. En los niños está el futuro. En sus cerebros todo es posible, no existen prejuicios ni recortes. Mi voz es totalmente libre cuando les hablo. Lo que un niño aprenda a edad temprana condicionará la forma que tendrá nuestra sociedad en el futuro. Escribir para ellos es una inversión a largo plazo.

Tal vez no llegue a ver esa sociedad del mañana, pero es muy placentero imaginar que puedo diseñarla de alguna forma, con algún gesto, algunas palabras.

Premio Calendario 2023 en la Feria Internacional del Libro de La Habana. Foto: cortesía de Giselle Lucía.

Criogenia, tu libro de poesía con traducción al italiano, ha viajado el mundo y recientemente estuvo en la Feria del Libro de Turín, Italia. También se presentó en el Festival Mundial de Poesía de Venezuela. ¿Qué representan para una joven autora cubana estas experiencias en circuitos literarios internacionales?

Viajar te enseña que es necesario ejercitar el vuelo para crecer. Conocer otros universos creativos te permite observar tu contexto con otra madurez y ver cosas que de otra forma no lograrías percibir o valorar.

He conocido algunas realidades de nuestra América y Europa. El año de mis 27 primaveras me ha regalado muchas bendiciones.

Criogenia en las librerías de Italia. Foto: cortesía de Giselle Lucía.

Abrir el 32 Festival Internacional de Poesía de Medellín fue sin dudas una de las experiencias más estremecedoras de mi vida. Nunca había compartido mi obra delante de tantas personas (cerca de 3 mil en esta edición).

Los festivales te permiten conocer personas, intercambiar ideas, descubrir mundos, idiomas, modos de crear. Las ciudades son para los artistas fuente de inspiración inagotable. Cada espacio tiene una energía propia. Escribir en diversos países ha enriquecido mi palabra, y sé que soy afortunada porque pienso en la época en la que los aviones eran objetos de ciencia ficción en mi cabeza. También es importante contemplar al país desde la distancia.

La literatura me ha cumplido sueños, me ha abierto mundos. Medellín, Caracas, Santa Marta, Ciudad de México, Hidalgo… y recientemente, mi viaje poético por Italia. Europa me permitió muchos reencuentros. Más allá del reencuentro con mi libro, un tiempo después de su publicación en Roma, los reencuentros del alma.

Milán, Florencia, Parma, Calabria, Venecia… pude recorrer casi toda Italia, un país enorme y diverso en toda su extensión. Descubrir esos sitios sagrados para todo estudiante de arte, contemplar esas grandes obras que algún día me inspiraron a emprender este camino, encontrar personas, signos… respuestas.

En Florencia. Foto: Lorenzo Giacomelli.

Estuve en el Instituto Cervantes de Milán en una lectura-conversatorio sobre la poesía antillana, espacio que compartí con la poeta y gestora cultural Ana Pedroso; en el Piccolo Museo de la Poesía Ex Chiesa di San Cristoforo de Piacenza; tuvimos una conferencia en la Universitá Degli Studi di Milano, sobre poesía y traducción con la profesora Irina Bajini.

En la Fondazione Mudima presentamos el proyecto Poeti in parallelo, que venimos desarrollando desde hace tres años y que agrupa el arte y la palabra de seres muy talentosos, entre ellos poetas de Italia, Cuba y España, con el apoyo y la co-curaduría de Luis García Montero, además de la participación de los muchachos de Interrogante Spettacolo y Liesther Amador en el arte audovisual.

Presentamos Criogenia en varias ciudades, en espacios como la Piccola Biblioteca di Cuti, en Calabria, con el poeta Daniel Cundari o la librería Diari di Bordo de Parma, con el escritor Davide Barilli.

Estoy muy feliz por la acogida que tuvo mi libro por la prensa, y la presentación que tuvimos en Fahrenheit, uno de los programas literarios de mayor audiencia en Radio Rai, la radio italiana más importante. También visité muchas galerías y espacios de diseños, estuve en una clase de Arquitectura en el Politécnico de Milán, me hospedé en el mismo lugar donde vivió Rino Gaetano.

Sin hablar de la magia y las coincidencias que guardo solo para mí. A veces parece un pequeño filme que contemplo y sigo descifrando. Siempre digo que he cruzado el mar gracias a la poesía, ella es mi pasaporte.

Criogenia también te trajo tu primera traducción. ¿Se te hacen extraños tus poemas traducidos? ¿Algo en la narrativa se transforma?

Criogenia me ha salvado del frío y los proyectiles fallidos. Es, entre mis libros publicados y mis libros inéditos, un hijo diferente. Que me haya regalado mi primera traducción es algo que habla de los signos. Mis textos se han traducidos al inglés, italiano, francés, alemán, turco, griego, chino, y algunas lenguas originarias mexicanas.

Sinceramente hay idiomas en los que mis versos se muestras irreconocibles ante mis ojos, sobre todo porque son idiomas ajenos, de los cuales conozco poco; otras veces la ignorancia se ve superada por la musicalidad del verso en la lengua del otro.

En el caso de Criogenia no siento que mis poemas hayan cambiado. Estoy muy satisfecha con el trabajo de traducción al italiano de Alessandro Oricchio y el proceso editorial con el equipo de Ensemble Edizioni, que dirige Matteo Chiavarone.

El italiano es una lengua que respira dentro de mí, tal vez mi segunda lengua y por eso a ratos comienzo a componer y pensar en esa otra sintaxis, es algo que me divierte y que comenzará a verse en los libros que estoy escribiendo. El traductor puede ser un traidor o un hacedor que lleva al otro el sagrado pan de la palabra.

Criogenia, en la plaza del Duomo de Milán. Foto: cortesía de un lector.

¿Cuáles son tus principales referentes en la literatura cubana?

Pregunta difícil, de esas que nunca termino por responder. Me nutro de muchas fuentes, escenas, pinturas, fragmentos. Si naces en un lugar debes aprender la historia de ese lugar y entender el corpus cultural de este, pero ir más allá.

Soy afortunada por haber nacido en el Caribe, en una isla con una energía y un potencial sui géneris.

Mi principal referente de la literatura cubana, más allá de nombres de autores que entran y salen de mi librero, como monumentos o semillas, es el sentido de lo ecléctico.

En La Habana. Foto: Gabriel Cisneros.

¿Por qué escribir en y para la Cuba de hoy?

No todas las preguntas tienen respuesta, pero parece que esta pregunta me persigue como un avión de papel mientras camino por la ciudad.

En alguna parte de mi mente esos llamados límites que marcan el país no existen. Cuba está en mí. No es un trozo de tierra cosido a los pies o soportado sobre la espalda. No escribo conscientemente desde Cuba ni para el cubano.

He escrito de la misma forma en Venecia, Medellín o Ciudad de México. Escribo desde mi propio país mental y mi único público son los humanos, el resto es circunstancia, fe, advenimiento.

No presentas tus libros, los bautizas. ¿De dónde, cuándo y por qué nace este ritual?

Los viajes nos cambian, nos aportan pedazos de lucidez y energías diversas. He visitado algunas ciudades de nuestra América. En ellas he encontrado la ternura y el asombro del realismo mágico. Vivimos en un continente colmado de belleza, una tierra que a veces colocamos en un segundo plano porque con frecuencia desde la etapa escolar aprendemos a construirnos una visión eurocéntrica del arte.

Este ritual comenzó en Caracas, con los primeros bautizos y las flores de agosto, pero las velas las puso mi ciudad, La Habana, y esa vela la construimos para ese día (la presentación de La Habana me pide una misa), no la compré en ningún mercado.

Me gustan los instintos, y creo que ese debe ser siempre el ritual: la espontaneidad. Un libro es un cerebro que habla, un corazón que espera, una nueva ventana del universo abriéndose en la punta de los dedos; es decir, un comienzo, un viaje de esperanza, y los inicios merecen luces.

En febrero de este año “bautizaste” La Habana me pide una misa, también de poesía, ¿qué te cautiva en La Habana que te hizo dedicarle un libro?

La Habana ha sido mi casa desde que abrí los ojos. Conoce mis momentos de felicidad y tristeza, mis anhelos y mis nostalgias secretas. Todavía camino contemplándola con ojos de asombro. A veces observo sus pedazos desplomarse, sus fragmentos de historia iluminados con la luz de algún atardecer. Hay mucha historia y muchos sentimientos encontrados debajo de los sitios abandonados, debajo de las capas de pintura de la pared restaurada.

Una ciudad besada por el mar y una energía difícil de descifrar. Es una madre tierna que siempre me abre los brazos y vuelve a abrazarme, por eso siempre regreso al reencuentro con su mar.

No le he dedicado un libro a esta ciudad, he escrito solo un esbozo, un diario, que podría ser mío o de cualquier persona. La Habana me pidió una misa y yo aprendí a ser ciudad, porque las viejas urbes les hablan a los poetas, en las tardes, bajo la lluvia del trópico. 

La Habana me pide una misa. Foto: cortesía de un lector.

¿Terminas tu relación con tus libros cuando se publican? ¿Te transforman tus historias?

Cuando un libro se publica comienza a andar. Es lo mismo que sucede con un hijo que aprende a hablar, caminar y luego se marcha de casa. Una escritora nunca se desprende de sus libros. Cada libro arma una familia y cada historia comienza a escribirse también desde la última página. La relación que nace entre el equipo de edición, ilustración, y la autora es un lazo perdurable, lo mismo sucede con el traductor. Luego están los lectores, los sucesos que nacen a través de esos textos.

De mis libros han surgido canciones, pinturas, juegos, juguetes y puestas en escena, como aquella linda experiencia con el grupo de Teatro El Mirón Cubano, de Matanzas, que escenificó tres poemas de mi libro El circo de los asombros. Significa que se han mantenido vivos y han adquirido vida propia. Creo que, como escritores, la historia ya nos ha transformado desde el momento que comenzamos a escribirla.

¿Te lees? ¿Qué se siente volver a los hijos de papel como lectora?

Queda mucho por descubrir y vivir todavía. Después que decido que esta será la última página del libro, lo leo pocas veces, más allá de las lecturas de edición o la presentación del libro en una feria o festival.

Un libro es un universo, por tanto, nunca termina de escribirse. La vida es demasiado corta y soy una muchacha inquieta, prefiero leerme en mis actos.

Cuando sea una anciana tampoco tendré mucho tiempo para leerme, pero los libros estarán ahí y al abrirlos, será volver a vivir aquellos ritos iniciales.

¿Qué metas y propósitos tienes para el futuro como escritora y narradora?

Vivir, con las alas, la mente y el corazón bien abiertos.

¿Algún proyecto se cuece en tus hornos ahora?

Muchos proyectos literarios y artísticos, pero ellos hablarán por mí en el momento y en el lugar adecuado cuando el horno se abra.

 


Nota: 

1 Poema del libro Conversación con el fuego. Giselle Lucía Navarro.

 

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