Pedro Juan Gutiérrez: “La poesía es la libertad total”

Treinta años demoró Pedro Juan en escribir como quería novelas y cuentos. Antes rompía manuscritos una y otra vez.

Pedro Juan Gutiérrez (derecha) y Rafael Acosta en encuentro con el autor en la Fundación Ludwig de Cuba promovido por La Jeringa. Foto: Kevin Sánchez, cortesía de La Jeringa.

Con solo unos veinte años de edad, Pedro Juan Guitiérrez supo que quería ser escritor y escribir como Truman Capote. Tal revelación sucedió cuando descubrió la novela Desayuno en Tiffany’s y se encontró con su protagonista, Holly Golightly, uno de los más seductores personajes creados por el genio estaounidense. Ese momento fue para el joven matancero “una epifanía, una iluminación… El texto estaba escrito de tal manera que no parecía literature; mezclaba realidad y ficción sin que se vieran las costuras. No era Thomas Mann ni (Alejo) Carpentier, era otro tipo de literatura, más humilde, más sencilla y directa.”

Fue esta una de las confesiones del autor de Trilogía sucia de La Habana, quien fue invitado en marzo de este año al encuentro Palabra inyectada, promovido por el proyecto La Jeringa, en la Fundación Ludwig de Cuba. Frente a un nutrido público, especialmente de jóvenes, el escritor cubano habló en aquel encuentro de sus inicios, del erotismo en su obra y de la poesía.

Encuentro con el autor en la Fundación Ludwig de Cuba promovido por La Jeringa. Foto: cortesía de La Jeringa.

Antes de toparse con Desayuno…, ya Pedro Juan había leído muchos de los libros que atesoraba entonces la biblioteca Gener y Del Monte, en su natal Matanzas. Su pasión por la lectura comenzó muy temprano: “empecé leyendo, a los siete años, los muñequitos de Superman, el pato Donald, la pequeña Lulú… Los leía en cantidades industriales.”

Dicen que antes de ser escritor hay que ser un buen lector, y Pedro Juan lo entendió muy bien: “Leía seis o siete libros al mes; tenía libretas donde apuntaba y hacía comentarios. En aquel momento solo escribía poemitas de amor para las novias, poemas sin importancia. No quería estudiar letras, sino leer nada más y vivir intensamente; me hice un plan de vida, en el que viajaría y conocería a mucha gente.”

Treinta años demoró Pedro Juan en escribir como quería, desde su primer libro hasta títulos más recientes. Antes atesoraba poemas y cuentos que rompía una y otra vez. Luego practicó el periodismo y trabajó en una agencia de noticias donde aprendió a dominar el idioma y a perfilar un estilo directo, con una prosa limpia. “He sido siempre muy minimalista y directo, a veces un poco atorrante, justamente por ser tan directo”, expresó el autor en el diálogo promovido por La Jeringa, que contó con la conducción del intelectual Rafael Acosta de Arriba, para quien Gutiérrez es una suerte de antropólogo de la sociedad cubana.

Pedro Juan Gutiérrez (derecha) y Rafael Acosta en Foto: cortesía de La Jeringa.

En 1994, a solo unos días de la llamada “crisis de los balseros” en Cuba, desde un apartamento de Centro Habana, Pedro Juan comenzó a escribir todas las noches y “sin darme cuenta fui haciendo como un inventario del barrio, de las personas que se convertírían luego en personajes de mis cuentos. Con el tiempo tuve tres libros que primero fueron a parar a la editorial Oriente, donde ni siquiera me contestaron. Luego un amigo me los trajo y se los llevó la escritora francesa Annie Morvanque, que estaba de jurado en el Premio Casa de las Américas, allá por el año 1997 o 1998.”

“Por puro azar, mis manuscritos cayeron en Madrid, en la editorial Anagrama. Su dueño, Jorge Herralde, me llamó de sorpresa para decirme que querían publicar el libro, pero en un solo volumen y necesitaban un título. Le contesté que sería una suerte de Trilogía sucia de La Habana (octubre de 1998) y así quedó. No fue un proyecto pensado, salió espontáneamente, al igual que El rey de La Habana (octubre de 1999), que lo escribí a continuación en unos 58 días. Con este libro me pasaron cosas muy extrañas de las que no quiero hablar; me hizo sufrir mucho, terminé llorando. No quiero volver a leerlo jamás en mi vida… Después empecé a escribir novelas de amor, más de sexo que de amor, y aparecieron títulos como Animal tropical (2000; Premio Alfonso García-Ramos) y Carne de perro (2003; Premio Narrativa Sur del Mundo).”  

De poesía también se habló en aquel encuentro, en el que Pedro Juan expresó agradecimiento e, incluso, sorpresa por la acogida de los lectores allí reunidos.

Encuentro con el autor en la Fundación Ludwig de Cuba promovido por La Jeringa. Foto: cortesía de La Jeringa.

Su obra poética merecería mayor circulación y atención por parte de la crítica. Al decir de Acosta de Arriba, lo que Pedro Juan escribe es casi “antipoesía”, por la crudeza de muchos de sus poemas. Para conocer mejor sobre este aspecto sugirió leer Diálogo con mi sombra, un libro en el que Pedro Juan explora a fondo el arte de la escritura. En estas páginas repasa su vida y su obra en una entrevista que se hace a sí mismo y en la que habla de su infancia y juventud y de la escritura como un juego muy serio; del papel del sexo; de las fronteras indefinidas entre realidad y ficción, entre otros muchos aspectos. 

“Para mí la poesía es la libertad total. Sé que me va a dar trabajo encontrar un editor y lectores, pues poca gente lee poesía. En ella me siento libre de escribir lo que me da la gana. La poesía no surge de una preparación, simplemente tomas el apunte de algo que nadie ve, pero tú sí. Estoy observando o leyendo y ahí hay una frase, y surge un poema; creo que sale del subconsciente. Nunca he escrito poesía rimada, ahora estoy escribiendo en prosa, como si fuera un pequeño cuentecito. En los últimos veinticinco años he leído a muy buenos poetas que me han nutrido mucho. Es la poesía un mundo aparte, más íntimo…Para mí la literatura es una experimentación constante, es no encontrar fórmulas, no seguir un ritmo. Por eso me es muy difícil escribir novelas; me gustan básicamente la poesía y el cuento.”

Pedro Juan trabaja ahora en un libro de cuentos. “De niño y adolescente leía Mecánica Popular (revista estadounidense dedicada a temas de ciencia y tecnología), con la que comencé a dibujar, a hacer dibujo técnico. Hace un año y tanto compré, en Galiano y Ánima, cinco o seis números de esta revista, y empezaron a aparecer personajes que estaban guardados en mi subconsciente. Los vi en un contexto o situación específicos y empecé a escribir. Ya tengo unos quince cuentos desde aquella época, cuando leía Mecánica… Habría que ver a un psiquiatra para saber cómo es ese proceso de sacar del archivo.”

Encuentro con el autor en la Fundación Ludwig de Cuba promovido por La Jeringa. Foto: cortesía de La Jeringa.

En ese mundo mágico que es la literatura vive Pedro Juan, quien primero escribe a mano, haciendo dibujitos y figuritas que van saliendo como detalles de sus poemas y cuentos. Una vez el autor comprueba que estos funcionan, los pasa a su laptop, pero nacen de manera muy artesanal. “Un escritor es a la larga un niño que sigue jugando, a quien le gusta pegar figuritas en la libreta…Hay otro tipo de escritor que asume su oficio como una carrera, en la que debe promover constantemente su obra. A mí me cuesta mucho pararme ante el público, aunque me da mucho placer firmar libros y encontrarme con ustedes. El escritor es un hombre o mujer solitarios, un ser humano solitario que está entre cuatro paredes inventando un mundo, una atmósfer; quizás lo que no puede vivir lo está escribiendo. Para mí hay algo de mágico y misterioso en ese momento. Lo mío es un proceso interior, casi místico, espiritual; a veces he soñado que en vidas anteriores fui un monje budista, un calígrafo.”

Acerca del tratamiento del erotismo y el sexo en su obra, Pedro Juan comentó: “Por un lado, el sexo es una manera de expresión del ser humano; muchas veces hay sexo sin amor; y por otro, nosotros como cubanos, al igual que los brasileños, somos una mezcla de ibéricos y africanos, es una mezcla explosiva. Todos hemos disfrutado del sexo, pero siempre existe culpabilidad. En mi caso, yo soy el dueño de lo que escribo, soy mi jefe de redacción, y lo que no podía hacer como peridodista lo empecé a hacer como escritor. En El rey de La Habana, el pobre Reinaldo lo único que tiene es un pene enorme, no posee ni educación ni cultura. Toda la novela gira en torno a Reinaldo y su pene porque al sexo no hay que verlo con el prisma del concepto cristiano de pecado y culpabilidad. En los últimos libros ya tengo menos necesidad de escribir sobre sexo, que lo disfruté mucho, pero con 73 años hay que tomarlo como un chiste, una gracia. Realmente no intelectualizo tanto esto.” 

“Los lectores extranjeros ven mi obra como mucho sexo y política; en cambio, los cubanos me ven de una manera integral. Ellos saben que se trata de un estudio del proceso civilizatorio, de la evolución del ser humano, sobre todo, en situación de pobreza extrema, un círculo vicioso…creo que hay una reflexión sobre los efectos terribles de la pobreza sobre el ser humano, sobre cómo esta puede llegar a destruirlo.”

Actualmente, Pedro Juan dedica más tiempo a nadar, a ir a la playa y hacer ejercicios que a escribir. Así lo dijo en los finales de este diálogo, cuando uno de sus lectores preguntó sobre las rutinas del escritor. “Trilogía…la escribí de noche, sin ningún tipo de disciplina. Con El rey…ya tenía una disciplina, pues es una novela y con ese género no se puede jugar, pues te puedes salir de la atmósfera y el contexto de la obra. Me levantaba en la mañana con el estómago vacío, tomaba café y luego tomaba un té y así seguía trabajando. Después vivía la tarde y la noche intensamente. Hoy, no, ya he escrito más de veinte libros y voy más lento; y la poesía para nada tiene una disciplina, surge cuando surge.”

Reconocido internacionalmente como uno de los escritores más talentosos de la actual narrativa latinoamericana, Pedro Juan Gutiérrez y su interlocutor en este encuentro, Acosta de Arriba, preparan un volumen sobre lo que se ha escrito sobre este autor. Una compilación de ensayos que pondrá sobre la mesa textos que revelan el creciente interés de la crítica por quien muchas veces ha estado en la mira de prejuicios de todo tipo y de visiones reduccionistas, pero con un lugar ganado dentro de la literatura insular.

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