Orquesta Sinfónica de Minnesota repite historia en Cuba

Foto: Yailin Alfaro

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Algunas fantasías culturales comienzan a tocar la realidad, porque hasta el otro día una sinfónica de Estados Unidos en el Teatro Nacional de Cuba parecía una escena improbable. De pronto, la Orquesta Sinfónica de Minnesota rememora en Cuba su primera presentación internacional, ofrecida precisamente en La Habana, en 1929, y con obras emblemáticas del extraordinario músico alemán Ludwig van Beethoven, las mismas que simbólicamente volvieron a tocar.

“Cuando el conjunto vino en 1929 y 1930 se llamaba Orquesta Sinfónica de Minneapolis y Cuba fue su primer destino internacional, los asientos estaban llenos y por ese buen recuerdo decidimos volver a presentar obras de Beethoven”, contó el actual director Osmo Vanska.

Después de la experiencia en Cuba, la agrupación se lanzó a Australia, Canadá, el Lejano y el Medio Oriente, América Latina y Europa con un éxito que la acompaña hasta hoy. Y vale invertir un antiguo proverbio porque aquí segundas partes sí fueron buenas. Los músicos cubanos y estadounidenses exhibieron la genialidad de Beethoven en el concierto inaugural de la XIX Feria Internacional Cubadisco, el principal evento musical del país, dedicado este año al trabajo coral y sinfónico y a Rusia como país invitado de honor.

Foto: Yailin Alfaro
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“Queremos compartir un programa de música y amistad, por eso elegimos para nuestra segunda noche de presentaciones varios fragmentos del Romeo y Julieta del ruso Serguéi Prokófiev y además una pieza cubana, un danzón de Alejandro García Caturla”, expuso el laureado director.

El acople entre la Orquesta Sinfónica de Minnesota, Estados Unidos, el pianista cubano Frank Fernández y los coros nacional y Vocal Leo deberá incluirse entre los hitos artísticos del año. El también reconocido concertista entabló un diálogo perfecto con la orquesta norteamericana, una especie de plática con preguntas y respuestas y un final efusivo de abrazo.

La dosis de emoción que debe infundir el pianista al principio contagió a los músicos y al abarrotado auditorio del Teatro Nacional. No hay dudas de su dominio y de su gran corazón, volcado en cada pieza, porque para Fernández un mínimo instante en el piano es, más que especial, espiritual.

Si la sordera de Beethoven no estuviera científicamente probada, nadie en el siglo XXI creería que alguien de audición limitada pudiera componer aventuras sinfónicas como la obertura de Egmont y la romántica tercera Sinfonía, repleta de emociones controversiales como la admiración, la tristeza, la decepción y la alegría.

Las obras del alemán cuentan historias casi siempre dramáticas, pues padeció un montón de frustraciones además de la auditiva, que para un músico de su talento debió haber sido psicológicamente devastadora. Uno de los desengaños fue el de bautizar la Sinfonía # 3 en Mi bemol mayor, Opus 55, como Eroica, para rendir homenaje a Napoleón Bonaparte, a quien consideró un gran héroe hasta que se declaró emperador. Acto seguido, Beethoven borró bruscamente la dedicatoria.

Este fue solo uno de los muchos actos temperamentales del extraordinario compositor y la Orquesta Sinfónica de Minnesota supo recrear esas dos características identificadoras: temperamento y vocación de cronista, expresada en lenguaje musical.

Foto: Yailin Alfaro
Foto: Yailin Alfaro

Un público emocionado agradeció durante varios minutos de pie las interpretaciones de la orquesta y el director finlandés, ganadores en 2014 del Premio Grammy en la categoría de Mejor Presentación Orquestal.

Para disfrutar a Beethoven hay que entenderlo y esta agrupación así lo hizo.

Al final, los magníficos instrumentistas tuvieron la cortesía de regalar una polka finlandesa, fuera de programa, para culminar una noche de temporalidad fugaz, porque dos horas y media se esfumaron como por arte de magia.

“Cuando comenzaron las conversaciones entre los presidentes de Cuba y Estados Unidos consideramos este un momento lindo para venir”, afirmó Vanska, para quien el principal interés era intercambiar con los jóvenes músicos de la Escuela Nacional de Arte.

Por supuesto, el propósito también se cumplió, al estilo de la vieja escuela, según el director musical, porque a tocar se aprende escuchando, así que pudieron ver y dialogar mediante los instrumentos en un lenguaje mucho más universal que el español o el inglés.

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