Criatura de Isla: puro coraje

Maikel Chávez

Maikel Chávez

Cuando Maikel Chávez tenía 17 años el director de Teatro Pálpito, Ariel Bouza, le propuso trabajar con su grupo teatral. El adolescente lleno de sueños que era dejó entonces su pequeño pueblo de Caibarién, en Villa Clara, y vino a La Habana a probar suerte. Con Teatro Pálpito empezó a escribir -y a veces a actuar- en importantes obras teatrales.

Bouza estaba en lo cierto cuando calculó el peso del muchacho de Caibarién. Prácticamente por cada obra que escribe, Maikel recibe premios. Hoy ostenta varios lauros de Dramaturgia, como el Dora Alonso y el Premio Nacional de Texto de las Jornadas de Teatro Cubano. Sobre las particularidades de Tarecos para Irina, su más reciente obra de estreno en el Bertolt Brecht, Maikel Chávez conversó con OnCuba.

¿De qué trata Tarecos para Irina?

La obra aborda la realidad de un personaje solitario, una mujer inmersa en sus delirios, que día a día trata de reinventarse la realidad. La queja es la prostitución del carácter, e Irina, lejos de quejarse, se aferra a la posibilidad de crear sobre el escenario un mundo nuevo con los retazos de vida que fue dejando por el camino. Es una triste “Criatura de Isla” que sueña con un cambio de la rutinaria vida que lleva que, al igual que todas las criaturas de isla, quiere saber qué hay más allá. En esta ocasión estamos ante un personaje solo, a quien se le han escapado otros personajes, sus familiares queridos, y todo esto por pagar el precio de permanecer en el sitio donde por vez primera conoció el amor, la delicadeza de un atardecer o el simple olor a tierra mojada cuando cae un aguacero. Esas pequeñas cosas le hicieron quedarse anclada en un sitio que siente que ahora la tortura. Esa es en esencia la principal dicotomía de Irina, tener que cargar entonces con sus “tarecos” a cuestas, para poder sortear la posibilidad de vivir… o rendirse.

¿Qué motivos te inspiraron a escribir esta obra?

Fue por encargo… Se la dediqué a Norah Hamze por sus 45 años de vida artística. Siempre hubo un deseo de trabajar juntos desde que nos conocimos hace ya unos cuantos años en un festival de teatro de Camagüey, y con esta obra esa deuda -o ese sueño- se vio llevado a feliz término. Pero más que todo me motivó escribir sobre una serie de criaturas con las que me topo diariamente en la calle y las encuentro como si avanzaran sin rumbo fijo, como si se hubieran quedado sin mundo interior. Entonces me quedo siempre pensando qué habrá pasado con ellos, qué sueños se les quedaron truncos, qué hizo que sus plantas se secaran.

¿Por qué un monólogo?

Creo que la respuesta anterior en buena medida responde esto, un monólogo porque era lo que Norah necesitaba para celebrar sus 45 años de vida artística. Pero también porque desde la soledad se reinventan muchos mundos. Tengamos presentes que cuando nos quedamos solos afrontamos la vida desde un discurso intenso con nosotros mismos y es donde entonces nos cuestionamos cuánto hemos hecho bien y cuánto de equivocados estamos.

¿Cómo ha sido en esta ocasión el trabajo con Teatro Pálpito?

Estoy vinculado a Teatro Pálpito desde el año 2000. He tenido la suerte de ver subir a escena casi todas mis obras en esta agrupación donde el diálogo con el director ha sido pilar fundamental en mis creaciones. Ariel Bouza es uno de esos directores con los que dialogar en función de un elevado vuelo artístico se convierte en algo sustancial. Aquí he trabajado como actor y como dramaturgo, algunas veces también como director y sonidista, y es que en Pálpito aprendemos a eso, a tener un sentido de pertenencia del teatro que hacemos. Por eso sentimos que se nos va la vida en cada creación.

Es bien fácil ver a los actores de Teatro Pálpito limpiando el camerino, o pegando parches a los vestuarios cuando se van poniendo viejos, sugiriendo ideas del montaje, aportando al texto.

Teatro Pálpito ha sido una escuela para mí. He escrito obras que una vez que suben a escena toman un matiz diferente. He tenido la suerte de trabajar junto a grandes actrices como Xiomara Palacio o Corina Mestre, de ver a jóvenes talentos como Yanay Penalba, Beatriz Viña, Tamara Venereo asumir los personajes de mis obras y redimensionarlos. Es en esencia una fiesta para el alma ser parte de este grupo y cada nueva obra es un nuevo punto de partida, una nueva estación del viaje que es el arte.

Irina Sandoval dice una y otra vez la frase “La gente pobre necesita coraje”. ¿Qué significado tiene esta frase para ella como personaje y para ti como escritor?

Hay que tener coraje en todo momento, tanto la actriz que lo interpreta como el escritor. Coraje porque la vida no siempre es lo que uno sueña, porque los sueños son tan frágiles que el aleteo de un zunzún podrían quebrarlos pero si uno los asume con coraje, y se reinventa el mundo que le rodea, y se impone a esa cruel realidad que es tan rica en matices y a la vez tan extravagante y divertida que se burla de las miserias humanas, si uno tiene ese coraje de seguir adelante, siempre puede lograrlo. Hay una frase que me encanta y es que la vida hay que asumirla con alegría infantil porque así llegarán las oportunidades, y esa es una manera de tener coraje.

¿En qué medida es Tarecos… un reflejo del contexto social cubano?

No creo que el teatro pueda ser un reflejo de la realidad. Porque el teatro, mi teatro, no es más que un resultado de mi visión de la realidad tamizada por una nueva visión, la obra de arte. Es un nuevo mundo desde un prisma particular, y una singularidad como esa no debe, no puede en ninguna manera ser reflejo de contexto alguno. Si creo que uno es resultado de algo, y ese algo es estar aquí y ahora, y lo que ocurre en la Cuba que estamos viviendo define de manera sustancial tu sistema de emociones. Eso es, somos emisores de experiencias particulares que se van gestando desde nuestro contacto diario con la realidad y luego las transformamos en una realidad nueva, la obra de arte. Otra de las razones por las que me niego a ser rotundo y decir que mi obra refleja la sociedad cubana es porque lo que entendemos como cubanía no es fácil de descifrar. Lo cubano es muy diverso, a diario se viven disímiles realidades y hay un montón de historias por contar. Mi obra no es más que un reflejo de mí mismo, o más que reflejo, un resultado de mi existencia sobre esta Isla y mi relación con el medio y los demás.

El monólogo encuentra un fuerte apoyo en la banda sonora, que escogiste tú mismo. ¿Qué elementos tuviste en cuenta para seleccionar la música?

A la hora de escoger la música quise referirme al pastiche, porque eso es lo que escuchas en la calle, sonoridades disímiles compartiendo un mismo país. Desde la música clásica hasta la más popular confraternizando con el bullicio de la gente, los pitos de los carros, la gritería, las risas a carcajadas. Quise hacer desde la selección musical una mezcla de sonoridades que dialogaran con esto que es la sonoridad de la Cuba de aquí y ahora. Está en función de calzar el discurso del personaje en cuanto apoya el estado emotivo que se pretende en cada escena, ya sea por contraposición o por analogía.

¿Qué repercusión te gustaría que tuviera la obra en el público cubano?

Eso es siempre complejo. El público es como un monstruo de mil ojos que devora la obra, el fenómeno de la recepción depende de particularidades y hay algunos puntos de contactos que unen a los receptores. Hasta ahora me ha gustado mucho la reacción de los espectadores con la obra. Algunos la niegan y le acusan, pero incluso esos salen del teatro preguntándose aspectos puntuales de la cotidianidad. Otros se apropian de la historia de Irina y sienten que es similar a su historia o la de sus familiares o conocidos. Aspiro a eso, a que el teatro siga siendo un puerto para las ideas, para que lleguemos con ese poder de confrontación presencial, esa magia que tiene el teatro de tener a los actores ahí frente a uno y se desate entonces un puente comunicativo entre escena y lunetas, entre artistas y espectadores, entre los seres humanos que somos.

¿Qué crees que le aporta Tarecos para Irina a la cultura cubana?

Yo creo que nosotros, los artistas cubanos le aportamos a nuestra cultura el simple hecho de estar aquí. A veces cuesta caro permanecer en un sitio y más cuando se es una “Criatura de Isla”. Tarecos para Irina aporta a ese discurso constante que es nuestra cultura el simple hecho de dialogar sobre sucesos concretos que están ocurriendo a nuestro alrededor, el hecho de encontrar en alguna parte de Cuba seres que se le parezcan a Irina.

Nosotros los artistas cubanos tenemos que enfrentarnos a diario a un grupo de necios que intentan negarnos. Lo importante es tolerar, replantearnos el camino, aceptar las cosas como vienen. El arte en Cuba es extraordinario justamente por tener muchos matices, muchos públicos. Aporta, al receptor cubano una frase que debemos repetirnos una y otra vez: “Hay que tener coraje, tirar de la carreta”. Y esta vez no lo dice Madre Coraje de Brecht, no hay distanciamiento, sino hay encaramientos, Irina en la piel de Norah Hamze mira el público y es audible su respiración y nos recuerda que hay que tener coraje: Solo así sobrevive una “Criatura de Isla”.

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