El cielo como límite de los sueños

Con el joven actor y director Jazz Vilá dialogamos acerca su más reciente estreno Rascacielos, que por estos días se presenta en la sala Adolfo Llauradó de La Casona de Línea

Cuatro parejas: unas chicas con problemas para sobrellevar su relación, una mujer madura y un hombre muchos años menor, un muchacho violento y su novia sumisa y un par de chicos que se debaten entre pasado y presente…, cuyos destinos están entrelazados por un joven pintor, conforman los personajes e historias que transitan por los corredores de Rascacielos.

La puesta en escena pertenece al joven actor y director Jazz Vilá  —recordado por el personaje de La China en el filme Juan de los muertos—, que nos invita a «descubrir la verdadera naturaleza que se esconde en la intimidad de cuatro paredes».

Rascacielos es una pieza dirigida fundamentalmente a un público juvenil, y nos abre puertas y ventanas para reflexionar en torno a temas como la comunicación, la diversidad sexual y la convivencia. La sala Adolfo Llauradó de La Casona de Línea acoge el estreno por estos días.

¿Qué materiales usaste para construir Rascacielos?

(Sonríe)—Es una obra creada con vivencias personales y fuentes de inspiración cinematográficas y teatrales. Paulatinamente fui anexando temáticas que me interesaban para abordar en mi creación. Ese fue el origen, el plano de Rascacielos.

«Luego tuve que someter ese cúmulo de ideas a un arduo proceso de contextualización para adecuarlo a esta realidad, o sea, aterrizarlo un poco. Tantos años viviendo fuera, —casi una década en España— cambian en gran medida tu forma de pensar, de actuar y de crear. En esa labor de reescribir y darle forma a los pensamientos estuve acompañado por el joven dramaturgo Marcos Díaz.

Con Rascacielos ascendiste un piso más en tu trayectoria artística. ¿Te han provocado vértigo “las alturas”?

Satisfactoriamente, al enfrentar este proyecto se ha dado un proceso de enriquecimiento constante en el que cada persona que ha tenido algo que ver con la obra, ha aportado un poco para nutrirla y eso, sin dudas, te da confianza y seguridad.

¿Por qué Rascacielos?

Es un título que alude a La Habana. Cuando en el resto del mundo se construye hacia arriba porque no hay espacio para más, aquí no se hacen estas edificaciones, que son como un símbolo de la modernidad. Sin embargo, todos los días vemos rascacielos en las calles, 11 millones de ellos: son las personas, cada una levantándose para vivir, luchar y hacer frente a las dificultades. Cada quien es y tiene su propio rascacielos. Es una pieza muy contemporánea que, desde una poética actual, habla de la realidad y de las inquietudes que preocupan a las personas, y a los jóvenes en particular».

¿La convierte eso en una obra necesaria?

Desde el primer día Rascacielos ha despertado el interés del público joven, pues se abordan aspectos con los cuales se identifican. Nos preocupaba sobre todo estar en sintonía con ellos, que en ocasiones no se acercan al teatro porque las obras son muy “teatrales”, en el mejor sentido de la palabra, y prefieren ir a ver un espectáculo de humor. Hacer algo con lo cual uno pudiera divertirse y a la vez reflexionar, fue lo que intentamos. Creo que hay un poco de vacío en ese teatro más light. Casi siempre las propuestas abogan en demasía por la intelectualidad y algo más fresco es también necesario.

¿No crees que eso vaya en detrimento de la calidad?

Muchas veces tendemos a confundir o nos parcializamos mucho. En lo comercial existen también fórmulas válidas y eso no quiere decir que sea más superficial o banal, porque detrás de todo esto hay un trabajo serio. En cuanto a eso soy muy estricto y quisquilloso.

¿Cuál es el mensaje fundamental?

La esencia radica en el amor, fundamentalmente entre la pareja, sea cual sea la elección sexual; y en la comunicación interpersonal. Es una mirada a cómo afrontar las dificultades con amor y sin descuidar los sentimientos. Nos aproximamos a temáticas como la diferencia de edad, la violencia de género, las relaciones homosexuales, —donde el quid de esas escenas no es para nada la homosexualidad, sino los conflictos propios de cualquier pareja—, la capacidad o incapacidad de los personajes para hacer funcionar los engranajes de su vínculo, el problema del espacio y de la vivienda, la incomprensión o falta de diálogo entre generaciones, etcétera.

¿Cuáles fueron los mayores desafíos?

Creo que la mayor complejidad fue acomodarnos a una forma de hacer diferente. Tal vez, por tantos años viviendo afuera, me acostumbré a trabajar bajo el precepto de economizar el tiempo. Estamos adaptados a procesos lentos, donde todo se resuelve con el tiempo.

«He tenido que lidiar un poco con eso, tratar de adecuarme al tempo de la gente y que ellos tomaran otro ritmo de eficiencia. La obra dura una hora con cinco minutos aproximadamente y cada pareja solo tiene una escena en la puesta. Eso me ha llevado a emplear un esquema diferente donde los actores no han ensayado juntos, sino hasta el final. Creo que es importante tener la mente fresca, no desgastarse. El elenco incluso me ha manifestado que les ha resultado raro trabajar de esa manera. Me gusta que los procesos sean enriquecedores, que se disfruten y no martiricen a nadie».

¿Y en el plano opuesto a las complejidades…?

Una de las mayores alegrías ha sido trabajar con el elenco que me ha acompañado. Contar con Broselianda Hernández es una suerte tremenda. Es algo que recordaré siempre, porque la admiro y respeto infinitamente. En lo personal es amiga y sé cuánto le pone de alma a lo que hace.

«También constituye una satisfacción la labor con el resto del equipo, todos muchachos muy jóvenes que asumen la obra con humildad, profesionalidad y ganas de aprender. Actores como Camila Arteche, Denis Ramos y revelaciones como Lulú Piñera, también han realizado una labor muy gratificante. Todos han sabido traducir las historias de este Rascacielos.

«Satisfacciones grandes…, la de hacer doble función el día del estreno, bajo el azote de la lluvia, con la gente empapada esperando fuera y luego ver la sala repleta de público en las presentaciones.

«Cuando eso sucede te das cuenta de que estás ante un fenómeno teatral alimentado por la misma gente. Y ese era mi propósito: realizar un teatro vivo, que se multiplica.

A mí no me preocupa hacer la súper obra, con mayor vuelo artístico, ni el director más afamado. Mi interés es llegar a la gente. Por eso es que Rascacielos no acaba aquí, ahora estamos preparando la gira por todo el país, está en planes una versión radial y otra cinematográfica».

El amparo de Teatro El Público…

Esa es mi casa y mi templo teatral, con Carlos Díaz, que me ha abierto todas las puertas para hacer esta obra. El primer agradecimiento es para él. El apellido de Teatro El Público pesa mucho. Te proporciona sustento, pero demanda mucha responsabilidad, hay un nombre que defender y un prestigio que cuidar. Exige estar a la altura y espero hacerle honor. Aunque, en el tiempo que llevamos de presentaciones me atrevería a decir, que sí le estamos haciendo honor.

La experiencia de dirigir…

En realidad ya lo había hecho antes. Con 17 años dirigí una versión de La Casa de Bernarda Alba. En Madrid, mi último trabajo no fue como actor, sino como director en una pieza titulada La última noche. Me gusta dirigir cuando tengo algo que decir.

«Para mí era importante hacer Rascacielos porque cada uno de los nueve personajes son un pedazo, una vivencia de Jazz Vilá. Tengo que confesar que como actor me siento muy realizado, creo que he tenido una carrera sumamente provechosa, por eso como director trato de poner mis inquietudes en contacto con el público, para aportar algo». Ya sean apartamentos grandes o pequeños, llenos o vacíos, iluminados o en penumbras, para Jazz Vilá se trata de hacer siempre un poco más. Como propone este Rascacielos, que es como la vida misma, se trata de no temerle a lo más alto como límite de los sueños.

rascacielos

Por: Lourdes Benítez

Fotos: Tomadas del perfil de Facebook del entrevistado

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