El discurso satírico de Teatro del Viento

Foto: Laura Rodríguez

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En la corte del Rey Arturo, los caballeros de la Mesa Redonda han envejecido. Los jóvenes cuestionan las decisiones de su monarca y tratan de hacerle frente.

Abdala, por otro lado, cambia de nombre y se convierte en un héroe del siglo XXI mientras soporta las penurias cotidianas en un solar habanero. Junto a los amigos y vecinos reclama su derecho a ejercer sin trabas el cuentapropismo.

Ambos argumentos soportan dos estrenos del grupo camagüeyano Teatro del Viento, que de paso reafirman la capacidad de su director, Freddys Núñez Estenoz, de hilvanar historias picantes basadas en los clásicos.

“Trabajo sobre la realidad de mi país y soy a veces demasiado osado en el discurso social. Y es que hago teatro para que el público lo vea, lo entienda, lo disfrute, y grite ¡bravo! al final”, afirma Freddys.

Foto: Laura Rodríguez
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La primera de las obras, que mantiene el nombre homónimo de la pieza dramática del alemán Christoph Hein, juega con paralelismos de la realidad cubana. La segunda, contextualiza el concepto de Patria del texto martiano.

Freddys Núñez Estenoz ha merecido desde hace unos años la consideración como uno de los directores teatrales más atrevidos en la escena cubana actual. Él, dice, no vive con miedos y piensa, ante todo, en el espectador, el principal decodificador de sus tramas.

“Son espectáculos que retratan mi país —agrega. Los dos son muy diferentes, pero ambos tienen el mismo trasfondo: son una crónica de la sociedad cubana contemporánea. Pueden, incluso, llegar a ser crueles, porque soy un director al que no le interesa el barniz en las obras.”

“Digo lo que pienso sobre la escena a pesar de las consecuencias que pueda tener. Lo que creo no está adulterado, ni trasformado. Simplemente es la verdad. Lo hago para mejorar mi país. Considero que esa es una de las metas del arte: trasformar algo. No soy un director que pueda sentarse a esperar que la vida cambie sola.”

Abdala, un héroe del siglo XXI, penúltimo estreno del grupo, viaja hacia el interior de la sociedad cubana. “Se trata de ver a Martí como el ser humano que fue —argumenta. A veces colocamos a esa personalidades en un pedestal y para muchas personas se vuelve inalcanzable o ilegible. Lo tratamos sin ambages ni maquillajes”, insiste.

Pedro Abdala, el nombre del protagonista de la obra, se convierte en “héroe” para asumir el tedio diario. La Nubia se trasforma en un humilde vecindario. Es, al cabo, todo un cuestionamiento del concepto de Patria y defensa la identidad de su barrio, de “asfalto quebradizo”, como sugiere el propio personaje en la pieza. “Es, sin dudas, una obra contracorriente, que invita a construir, a rehacer nuestro concepto de isla”, opina Estenoz.

Foto: Laura Rodríguez
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