La última mujer

Una serie de íntimas conversaciones entre dos heroínas imaginarias de la lucha en la Sierra Maestra, cuyas muertes no serán "correctas".

Foto: Abel Carmenate.

Foto: Abel Carmenate.

La obra Melodrama, de la serie Esto es cualquier cosa menos teatro, fue presentada por los artistas jorge & larry durante varios momentos entre 2017 y 2018.[1] A través de ella son develadas ante el público una serie de íntimas conversaciones entre dos heroínas imaginarias de la lucha en la Sierra Maestra: Nilsa Palomares y Esther de los Desamparados. Tales diálogos, intensos, conmovedores, tienen como marco temporal los años de la Revolución, y como sustento una intensa, idílica relación –que transita magistralmente entre pasado y presente– con algunos intelectuales malditos que desafiaron los preceptos de la construcción ideológica imperante.

El manejo del tiempo será una de las más notables condiciones sobre la que se sostienen todas las performances. Este es subvertido de diversas maneras: la aparición de una vajilla de porcelana, por ejemplo, provoca una reacción de extrañamiento que trastoca la pertinencia de todo el contexto, pues el objeto resulta algo imposible en este emplazamiento que ha sido construido a manera de site-specific, traído desde el pasado.

En el Segundo Frente

Los encuentros entre Nilsa y Esther quedan finalmente interrumpidos por la muerte de ambas. Son muertes distintas: A Nilsa se la ha llevado, de manera fulminante, un cáncer de pulmón. La partida de Esther se presenta, en cambio, más oscura. Existe un rumor latente  de falacia, tras la declaración de su causa: infarto. Aunque así ha quedado estampado en el certificado de defunción, porque siempre hay una mano complaciente en todos los mundos para enmendar los desaguisados de la historia, lo que escapa de las expectativas de la narración oficial.

Una vida correcta debe tener una muerte correcta, dictan las reglas.

(…) Death’s a sad Bone; bruised, you’d say

and yet she waits for me, year after year,

to so delicately undo an old wound,

to empty my breath from its bad prison. (…)

–ripostaría Anne Sexton  ante esta lógica lapidaria.

Con la pérdida de Nilsa y Esther, no solo han muerto dos mujeres de épica trayectoria. Tras ellas se esfuma lo más caro de la sensibilidad de una época, digamos que se extingue el lado humano de un proceso histórico caracterizado por su extrema severidad. De igual forma corren el riesgo de morir algunos fantasmas que encontraron refugio en sus corazones, donde las prohibiciones no tenían acceso.

Porque, incluso ahora, en que no hay furia de diversionismo ideológico, el Adiós felicidad de la villaclareña Ela O´Farrill podría llegar a ser tan subversivo…

Las muertes de Nilsa y Esther pudieron provocar un fade out definitivo en el que se resolvería la trama de Melodrama. Pero la voluntad de los autores no lo quiso así. Como obra procesual, encontraría un epílogo contundente en la figura de Celia Palomares, la última mujer de esta historia, quien –como una némesis implacable– llegó desde muy lejos para llorar la muerte de su hermana Nilsa, para pedir cuentas por el infarto de su amiga Esther. Para ponerle la tapa al pomo.

En el alma de Celia, las piedras pómez, que habían consagrado algunas de las escenas, no son recuerdos hermosos de un amigo perdido, sino más bien recordatorios de ciertos estudios sicológicos sobre el poder, o montañitas de cenizas de seres sin sombra, que, en definitiva, viene a ser casi lo mismo.

Todos los referentes, encapsulados en forma de recuerdos, que Nilsa y Esther manejaron con tanta devoción desde el amor, la depresión o la angustia, se asumirán ahora por este nuevo personaje con irreverencia, en registros que van de la racionalidad más absoluta hasta el estallido de ira.

Para Celia, a quien aún le importan los libros desaparecidos de la biblioteca de Esther, no es suficiente esta tribuna de galería en la que ambas amigas compartieron tantas dudas existenciales. Celia Palomares exige la plaza pública. Ella piensa dar guerra con centella.

Después de haber sostenido contra su pecho el tambor del gato de pelea, la última mujer sale de la galería, cruza la calle decidida y se fusiona en una misma emoción con el espectáculo del Ten Cents. Acostada, acercando la oreja al piso, puede percibir el retumbar de lo que viene. Se manifiesta con una cacerolada enérgica y silenciosa que conmueve la conciencia de todos los presentes. Dominando sobre todos estos sonidos que (solo) imaginamos, se alza la voz de la activista Miley Cyrus. El grupo de vivos y el grupo de muertos se fusionan, se expanden… proliferan

(…)So, Karen don’t be sad
They’re just a bunch of fools
And you can make them powerless
Don’t let them make the rules
So, Karen don’t be sad
You know the truth is true(…)

Fragilidad humana, mito. Romper vajilla. Recitar poesía. Dar una cacerolada y declamar una parrafada de odio-amor para un censor. Bailar con Miley Cyrus. Caer y volver a levantarse. Arrebato, gozo y lloradera.

Ya no estamos en el Segundo Frente.

Foto: Abel Carmenate.
Foto: Abel Carmenate.

Existe un consenso creciente sobre la necesidad de que los discursos del arte contemporáneo tomen partido sobre sus propias circunstancias sociales. Sin embargo, en muchas ocasiones, una vez que este es asimilado por los circuitos hegemónicos, la relación del arte con la política queda apresada en la misma trampa que al inicio se deseaba evitar: La real dimensión política se banaliza y la obra termina convirtiéndose en una pacífica pieza de museo.

En el contexto cubano, algunas excelentes piezas de arte político no lograron escapar de tal circunstancia, pero además, su necesaria función dialógica de cara hacia la sociedad se ha visto severamente limitada por la crudeza de la censura y por la voluntad institucional de promover un arte “correcto”.

Melodrama es una serie que mantiene una relación armónica con la institución. A la vez, rebasa sus límites, no se somete y resuelve eficazmente el problema de las –a menudo–  insalvables distancias entre la galería y el espacio público. Así, la acción consigue hacer uso simbólico de la plaza cívica y con este gesto, materializa una larga añoranza de nuestros discursos artísticos.

El hecho tiene especial importancia ya que ocurre en un momento histórico en que se imponen nuevas leyes y se manifiesta una resistencia encarnizada de las autoridades culturales al trabajo en espacios que se encuentren fuera de los centros legitimados para materializar la gestión cultural.

Al mismo tiempo en que constituye una de las obras de arte político más provocadoras que ha legado esta tendencia en los últimos años, la propuesta tiene su lado lúdico, digamos mejor, perverso e inasible. Detengámonos en la avalancha de recursos y pistas que son ofrecidos al espectador, la diversidad de registros dramáticos en que se desarrollan los diálogos y el peso de lo metafórico dentro de la trama. Tal complejidad la diferencia estéticamente de otras piezas de arte político recientes. Para enfrentarse a esta obra, el público tendrá que ser capaz de aprehender un número tan amplio de referencias y significados –préstamos obtenidos desde todos los campos de la cultura– que difícilmente podría aspirarse, al primer intento, a una comprensión total de sus contenidos.

Al mismo tiempo, constituye una especie de clímax acerca de un fenómeno que ha tomado fuerza en la Cuba contemporánea: la alianza de las artes visuales con otras manifestaciones de la cultura como la literatura y las artes dramáticas. Melodrama se apoya extensamente en el trabajo de actrices (Yara Masiel, Chabely Díaz y Tamara Venereo recrean magistralmente estados de ánimo y memorias históricas y llevan el mayor peso de la acción); en la obra de grandes poetas cubanos tanto vivos como muertos (es inolvidable la presentación de Omar Pérez en la tercera entrega de Melodrama, y resaltan los versos de Nara Manzur, Legna Rodríguez, Pedro Marqués de Armas, Javier Marimón y muchos otros, en boca de los personajes); en la danza (la ejecución de Luis Carricaburu puede catalogarse como brillante); en la cancionística de varias épocas; así como en el diseño gráfico.

Como obra plástica, la acción de jorge & larry nos permite presenciar un ejemplo casi delirante de intertextualidad en nuestro arte: el texto dramático o espectacular, que nos atrapa desde la tribuna; el texto poético, que contamina toda la acción y nos conmina desde la “acera de enfrente” y el texto escrito, que rodea toda la escena a manera de correlato, no se limitan a simples enmarcados formales.

Melodrama se sostiene en un complejo manejo del espacio y de los significantes, que quizá no tenga un precedente en nuestro medio y que necesita de algoritmos críticos novedosos, desprejuiciados, para su interpretación.

 

 

[1] La cronología de las performances ha sido: (1)  2017  Melodrama, de la serie Esto es cualquier cosa menos teatro, (durante el Havana Art Weekend). Facultad de Artes y Letras, La  Habana; (2) 2018  Melodrama (La cicatriz de Calixto), de la serie Esto es cualquier cosa menos teatro. Galería Servando, La Habana; (3) 2018  Melodrama. (Miley también es patria). De la serie Esto es cualquier cosa menos teatro. Galería Servando, La Habana.

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