Los cubanos necesitan oír la verdad pero bien dicha

Escrito por: Rogelio Orizondo

Tengo que confesar que cuando llevé al ensayo de Antigonón, un Contingente Épico -el último monólogo que escribiría para el espectáculo- y Linnett Hernández lo leyó parada en el tabloncillo, me quedé atónito. Nunca antes había visto a una actriz defender, con tanta verdad, un texto mío tan rápido. Ya había compartido con ella ron, mamoncillos, la vista suicida de su apartamento y era consciente de la fuerza y gran energía que tenía como ser humano y como actriz, pero cuando se puso los tacones de mujer de la manigua y dijo aquel texto, sabía que dejaría una huella enorme en mí y en todo aquel que la escuchara.

Linnett es una negra con mucha suerte y mucho trabajo. Vive entre París y La Habana y ahora está en un magnífico momento de su carrera. Por eso quería compartir con ella, porque a Linnett le gusta mucho compartir. Y dice “Buenas noche”, en un tono muy especial como si dijera “arrasé”, “permiso”, “perdón”, “te quiero”.  Y enseguida Linnett se me presenta sola:

Yo estudiaba gimnasia pero en la secundaria, una profesora, Bárbara, me llevó al teatro a ver Parece blanca[1], y me dije: yo quiero subirme ahí. Hice las pruebas de la ENA pero no pasé. Después entré al ISA y me gradué con Carlos Celdrán.

Estando en el ISA me presento a un casting y me seleccionan para hacer Kangamba, de Rogelio París. Después vino Del amor y otros demonios[2] en Colombia y El hombre de cabecera o percusiones[3] en Francia. Hace poco estuve en una escenita en La película de Ana[4] y soy la virgen de Fátima, en Fátima o el parque de la fraternidad, la última película de Jorge Perugorría.

En el teatro hice Sueño de una noche de verano[5] en Estados Unidos y Doña Flor y sus dos maridos[6] en Colombia. He estado entre París, Colombia y Cuba. Y tengo la residencia en París porque me casé con un francés. Pero soy ciudadana cubana y tengo mi casa aquí y cojo mis mandados.

¿Cómo apareces en el proceso de Antigonón, un Contingente Épico?

Carlos Díaz[7] me dice que quería que yo estuviera en el espectáculo con un monólogo inspirado en Mariana Grajales y las mujeres de la manigua. Me dijo: tienes que salir desnuda. Y yo le dije: está bien. Y cuando fui al ensayo y vi la obra no entendía por dónde yo entraba. Todo estaba bastante armado. Cuando tú escribes el monólogo y lo llevas, me doy cuenta de que era un cierre de todo lo que se estaba hablando. De la manigua, de la Patria, pero también del momento que se está viviendo ahora. Todo muy ácido, dicho a la cara. Pero diferente a los demás textos de la obra. Yo no te quería mirar aquel día, me pareció muy fuerte.

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¿Qué hiciste para trabajar el monólogo?

Yo necesito integrar el texto a mí. Tengo que buscar una relación y siempre la busco en la música o en la pintura. Me fui al Museo de Bellas Artes y busqué imágenes que me ayudaran, posiciones del cuerpo, colores y eso lo asocié al texto. Lo dibujé por partes y me creé distintos cuadros, distintas historias. Le puse un poco de mi carácter, que es muy fuerte. Yo tengo mucho que decir y trato de sacarlo todo con ese texto.

¿Cómo ha sido el vínculo con Carlos Díaz?

Estoy muy asustada porque después de graduada no he hecho teatro en Cuba y yo sé que hay mucha gente que quiere verme. Todo el mundo piensa que yo me fui, que ya no trabajo aquí y por eso es para mí importantísimo trabajar en Antigonón…

Carlos es muy raro. Él tiene mucho adentro y lo va cocinando. Sabe lo que quiere sacar de ti y hace que lo encuentres. Tiene la intuición de llamarte en el momento exacto en que tú estás preparada y él encontró ese momento para mí.

¿Qué crees de los personajes para actrices negras en Cuba?

Se escriben muy pocos. En el teatro es distinto porque aunque en el texto el personaje no sea negro, el director puede incorporarlo al montaje y eso le cambia la perspectiva. Pero en el cine es fatal. Siempre se escribe la jinetera, la vecina chusma o la esclava. No te puedo mencionar una actriz negra en los últimos años que haya hecho un buen personaje. Por eso me parece genial que Fabián Suárez[8] haya pensado su protagonista como una negra y le haya dado tanta potencia, otra visión.

Háblame de tu personaje en Caballos, la ópera prima de Fabián Suárez

Galaxia es cantante y, como yo, está casada con un francés y vive en París. Pero en La Habana conoce a un joven fotógrafo que la lleva a un penthouse y esto la cambia. Es una mujer que flota. Está consciente de todo lo que pasa a su alrededor y nada la sorprende. No parece de este tiempo. Caballos va a ser dura, habla de una nueva generación que poco a poco se está colocando en la Historia. Tiene un tiempo muy diferente al que uno está acostumbrado en el cine cubano. Hoy todo corre, nadie se escucha, la gente ladra. Y trata también sobre escucharse, sobre tomarse su tiempo para la comunicación, para la vida.

Caballos es independiente del ICAIC, ¿cómo ves el camino del cine independiente en Cuba?

Creo que el trabajo del ICAIC ha caducado un poco. Desde que salí para hacer Del amor y otros demonios noté el ambiente muy sucio. Los productores me decían: tú saliste por mí,  y me pedían dinero. Ya no pertenezco al ICAIC. Tiene personas dirigiendo que no son artistas. Y hay nuevos directores que tienen otro lenguaje. Y eso el ICAIC no lo entiende, ni lo defiende. Por eso mi esperanza está en el cine independiente. Se está encaminando, pero depende de que los creadores no reproduzcan los mismos clichés.  La gente necesita oír la verdad, pero bien dicha.

¿Por qué regresar a La Habana para actuar?

Tengo 30 años y todavía siento que me falta mucho por hacer. A mí me ha ido muy bien trabajando en Colombia o en París pero hacerlo aquí tiene otro sabor. Sabes que vas a trabajar para tu público. Este es tu verdadero público porque es la raíz de dónde vienes. Es el que te va a entender de verdad. Hay muchos actores que se han ido y ahora están regresando porque quieren trabajar aquí, porque se han dado cuenta de la importancia de dialogar con ese público. Y esto me parece muy alentador.

¿Qué le tienes que decir ahora mismo a tu público cubano?

Que no se vayan, que no huyan. Y si se van que regresen pero que no se vacíe esto, y hay que seguir construyéndolo como podamos.

¿Cuál es tu sueño?

Yo quiero tener un casa de cinco cuartos, con un patio bien grande y una mata de chirimoya. Quiero que mis amigos vengan y se queden en mi casa. Y juntos hagamos fiestas, hablemos de teatro y cantemos. Es mi sueño ahora: compartir con mis amigos. “¡Buenas noche!”.

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Fotos: Javier Labrador

[1] Texto y dirección de Abelardo Estorino, Compañía Hubert de Blanck.

[2] Película de Hilda Hidalgo.

[3] L´homme de chevet, de Alain Monne.

[4] De Daniel Díaz Torres.

[5] Puesta en escena de Seth Panick.

[6] Dirección: Jorge Alí Triana.

[7] Director de Teatro El Público.

[8] Director de cine, guionista, dramaturgo y poeta. Ha ganado varios premios con su obra teatral y poética, como el Premio Virgilio Piñera 2012. Su corto Kendo Monogatari, ha participado en varios festivales internacionales y ha obtenido disímiles reconocimientos. Está por estrenar su segundo corto,  Fiodor en el fiordo. Caballos es su primer largometraje de ficción.

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